El año 1926 el P. Juan Postius se explayaba en una famosa conferencia sobre la figura del P. Claret. En ella resaltaba, entre otros aspectos, su influencia sobre el apostolado de la Prensa en su época. Aprovecho algunas de sus ideas.
Cuando se hizo la suscripción para el monumento de la Plaza Mayor de Sallent se representó a Claret como “Doctor Populi”, Doctor del Pueblo, por haber cumplido la Palabra del Señor: “Id y enseñad a todos los pueblos” (Mc 16,15). Pio XI cuando proclamó la heroicidad de sus virtudes en 1926 resaltó principalmente la novedad de su apostolado “más amplio, más moderno, más perspicaz, más vivaz, más industrioso, más popularmente genial del libro, del pequeño libro, del pequeño folio devorador del espacio”. Y esta nota, decía él, “pertenece aún hoy a sus hijos e hijas, que la continúan con la misma inteligencia, diligencia y abnegación”.
En aquella ocasión el P. General, P. Nicolás García, se preguntaba: “Sería cosa muy difícil averiguar si el Venerable salvó o santificó más almas con su ministerio sacerdotal y pastoral que con sus escritos”.
Un contemporáneo que fue del P. Claret, Jaime Collell, decía en 1900: Claret “ha sido el verdadero fundador en España de lo que después se ha llamado Apostolado de la Prensa”. El modo cómo lo hacía no era a base de estudios profundos sobre los puntos de las controversias de la época. Su espíritu, su misma educación eclesiástica, le llevaban a tratar los asuntos en el terreno de la ascética y de la moral a base de opúsculos. Decía Jaime Balmes: “En los escritos de Claret no hay nada de especial, pero producen frutos admirables, que no pueden explicarse por causas naturales”. Lo que se proponía era: edificar. Basta con conocer el Camino Recto, escrito en catalán y traducido ya en vida al castellano y al vasco.
Las grandes creaciones de prensa de Claret fueron: la Librería Religiosa (1847), la Academia de San Miguel (1858) y el Boletín Bibliográfico Católico (1861). Todas ellas ordenadas a formar Bibliotecas Populares y Parroquiales (1854-1868). Para este fin supo rodearse de personas de calidad: Antonio Palau (futuro obispo de Vic y Barcelona) y José Caixal (futuro obispo de Urgel), que compartían con él sus mismas inquietudes. Y también laicos empresarios, catedráticos y literatos.
A todo ello hay que añadir los ingentes gastos en comprar y distribuir libros, opúsculos, folletos a toda clase de instituciones: misiones, asilos, hospitales y cárceles. Sólo la librería de Barcelona imprimió en menos de 20 años más de 10 millones de ejemplares.
Claret, a través de su interés tan particular por la palabra escrita, nos invita a todos a ser “doctores del pueblo” a través de nuestros escritos, profundos o sencillos, voluminosos o en hojas perecederas, teológicos o sociales, en papel o a través de las ondas, manuales o digitales. Todo vale, basta tener valor, y no tener miedo a “valerse de todos los medios”.