«Sábado día 15 ha muerto P. Arnaus». Así rezaba el telegrama llegado a Bogotá el 17 de marzo por la mañana y firmado por el P. Sanz, Prefecto apostólico del Chocó.
Una carta aérea del 18, explicaba: Murió asesinado de un tiro por la espalda, que lo dejó exánime instantáneamente.
Y el 20 del mismo mes, El Siglo, de Bogotá, aplicaba la noticia como corresponsalía enviada desde Medellín. Se transcribe al pie de la letra.
«Medellín, marzo 19 (Telefonema de nuestro corresponsal especial).
Informámosles sobre los detalles del horrendo sacrilegio cometido en Catrú, sobre el río Baudó, por el jefe liberal José Ayala, quien dió muerte por la espalda de un disparo de revólver al Reverendo Padre Modesto Arnaus, Misionero del Corazón de María y protector de los indios del Chocó a quien la intendencia debe grandes obras de progreso y benéfica labor de catequización y colombianización de grandes comunidades indígenas en Condoto y Baudó».
Detalles del Asesinato
«El Padre Modesto Arnaus desempeñaba el cargo de protector de los indios, nombrado por el Intendente».
«El sábado pasado, en Catrú, sobre el río Baudó, el cabecilla liberal José Ayala bajó por el río en canoa con un grupo de unos veinte indios, a quienes conducía embriagados y dándoles inicuo trato con el fin de que votaran en las elecciones del domingo. El sacerdote, que se hallaba en el poblado, reconvino a distancia al cabecilla liberal por el mal trato de que eran víctimas los indios, y se retiró. Apenas hubo vuelto la espalda José Ayala le disparó su revólver causándole instantáneamente la muerte».
En un charco de Sangre
«Las hermanitas de la Madre Laura, quienes tienen una fundación en Catrú, bajaron a la orilla con ánimo de prestarle auxilio al Padre Arnaus y lo hallaron muerto, tendido boca abajo, entre un charco de sangre. Ayala y la canoa siguieron por el río».
«La Investigación: De Quibdó, apenas se tuvo conocimiento de este crimen, se despachó para Catrú un investigador especial. La distancia entre Quibdó y el lugar de los acontecimientos es de más de dos días.
«General Indignación: El asesinato del Padre Arnaus, quien era generalmente apreciado en toda la intendencia por su admirable labor en bien de los indios, por su espíritu progresista, por su virtud y su piedad ha causado general indignación. Se espera que la autoridades procedan con todo rigor en la investigación y castigo de este horrendo crimen que hiere los sentimientos católicos del pueblo colombiano y priva a las misiones del Chocó de un verdadero apóstol de la religión y de la patria».
«Calumniosa información de El Tiempo: «El Tiempo» en su edición de ayer publica a grandes titulares una calumniosa información, transmitida por su corresponsal en Quibdó, en la cual aparece que el Padre Arnaus dizque intentó atacar a puñal al asesino José Ayala, cuando se instalaban los jurados en Baudó. Esta información es una repugnante calumnia contra la víctima y en ella se quiere hacer la defensa del asesino, interpretando su crimen como un acto de legítima defensa».
«Diez años en la selva del Chocó: El Padre Arnaus llegó a Colombia en 1.937. Fue destinado a las misiones en las selvas inhóspitas del Chocó en donde permaneció hasta su trágica muerte, ocurrida el sábado. Fueron diez años de incansable apostolado por la religión y por la patria y en directo beneficio de las abandonadas tribus indígenas de esas mortíferas regiones. Su obra de Misionero se tradujo en una constante acción y sacrificio para vincular a la civilización cristiana a cientos de infelices indígenas para quienes fue un verdadero padre».
«Arquitecto, Mecánico y Médico: Era un Factotum: Arquitecto, mecánico y médico.
«En la población de Condoto construyó el templo en cemento armado, cosa única en el Chocó, a donde es tan difícil llevar este precioso material. El mismo fue el arquitecto de la obra y a ella vinculó todo su entusiasmo y constantes desvelos… La iglesia de Condoto será un testimonio perdurable de la obra del Padre Arnaus en el Chocó».
«También tenía conocimientos de mecánica y los supo aprovechar para promover general adelanto y progreso en todos los lugares en donde le correspondía actuar en cumplimiento de su benéfica misión. Tenía conocimientos médicos, y dotado de un botiquín, siempre estuvo listo a prestar sus servicios a las tribus indígenas y a quienes acudían en busca de remedio a sus males».
La Fundación de Catrú
«Últimamente el Padre Arnaus había sido designado por el Intendente del Chocó con el cargo de protector de los indios y había establecido la fundación de Catrú sobre el río Baudó. Allí había establecido una escuela de catequización e instrucción indígena que contaba con cerca de un centenar de indios a los cuales, merced a sus esfuerzos y consagración había inculcado el conocimiento de Dios y la noción de patria. Dedicado a esta generosa y santa labor lo sorprendió arteramente la muerte a manos de un matón sin conciencia, que quiso saciar sus instintos homicidas en este verdadero apóstol, santo misionero de la Iglesia de Cristo». «Hasta aquí la corresponsalía, desde Medellín, y publicada por «El Siglo», de Bogotá, el 19 de Marzo de 1.947.
Una rectificación de la Prefectura Apostólica
«Quibdó, Marzo, 26 de 1947
Señor director de «El Tiempo»
«A la inmensa amargura que sentimos por la muerte del insigne misionero, Reverendo Padre Modesto Arnaus, director del internado de Catrú -Baudó-, ha venido a juntar al martirio la burda y calumniosa noticia, acogida por su periódico del 19 de este mes de marzo, de que el Padre agredió puñal en mano al asesino. ¡Cuánta indignidad y vileza!»
«El corresponsal chocoano de El Tiempo no pudo absolutamente haber recibido información ninguna, cuando les envió la falsa nota sobre el atentado contra la persona del llorado Padre Arnaus, q.e.p.d. Enviado por las Hermanas Misioneras de Catrú, para que nos diera la triste noticia, llegó un boga testigo de los hechos, el cual nos aseguró que no habían mediado palabras gruesas entre el sacerdote misionero y el sacrílego criminal. Al siguiente día de la llegada del expreso, marcharon hacia el lugar de los acontecimientos el juez 24, un detective, dos policías y uno de nuestros padres, los cuales todos pudieron autenticar que el Padre Modesto Arnaus bajó a la playa del río para detener a los cholos que inconscientemente eran arrastrados a la población de Dubaza. Los indios le obedecieron saltando todos a tierra. Fue entonces cuando el victimario gritó lleno de ira: ¿Y usted, por qué se mete en política?- No es con usted, señor, con quien trato; sino con los indios, mis protegidos. «Y mientras el protector de los indios se dirigía con ellos al internado, José Ayala, que así se llama el matador, le disparó un tiro de escopeta por la espalda, dejándole instantáneamente muerto. El Padre Modesto, no sabía ni supo nunca de armas. Sus armas eran y fueron siempre la sotana blanca y el crucifijo, símbolos de la paz y el amor que profesaba a sus indios chocoes. Cayó defendiendo una santa causa: la causa misionera; fue mártir por Dios y por la patria.
Agradeceré al señor director se sirva publicar estas líneas, que nadie puede negar sin incurrir en error o en una vil calumnia».
«Del Señor director, atento servidor.
P. Antonio Anglés, C.M.F.
Secretario de la Prefectura apostólica del Chocó»
De «El Tiempo» del día 29 de Marzo.
Itinerario Biográfico
Modesto Arnaus, nacido en Orsitá, Cataluña, el 15 de Noviembre de 1.896 ingresó en el verano de 1.908 en el postulantado de Vic y profesó en Cervera el 15 de agosto de 1.913. Allí mismo cursó filosofía y los tres primeros años de teología, para pasar en el verano de 1.919 a Alagón a cursar los dos años de moral.
Ordenado sacerdote en Zaragoza el 21 de mayo de 1.921, hizo el año de Aranda y fue profesor del Colegio de esta misma ciudad hasta 1.922, de donde se trasladó a Alagón, primero como profesor y luego como Prefecto de los seminaristas por un año, hasta que a fines de 1.924 fue destinado al colegio de Gracia como profesor.
El 28 de agosto de 1.925, en el vapor francés Macorí, se embarcaba en Barcelona rumbo a Venezuela en compañía de los Padres Cervelló y Adern, que iban a Colombia y posteriormente trabajaron y murieron en ese fraterno país. A su encuentro salió el P. Felip, que de su celo, habilidad, piedad y caridad tejió los más bellos recuerdos y encomios. En Venezuela permaneció más de diez años como consultor y ministro de la parroquia de San Casimiro; sobre sus hombros de abnegado apóstol cargó casi todo el peso de las confesiones a aquellos campos aragüeños sumamente quebrados y a largas horas de distancia a caballo; y además cuidó con especial cariño y esmero los caseríos de Valle Morín y Guiripa en donde levantó un poético Santuario a María Auxiliadora, enclavado en su bellísimo paraje montañés y en cuyas iglesias dejó buenos recuerdos de su habilidad arquitectónica, y que visitaba semanalmente al menos, montado en su motocicleta, que él mismo arreglaba. Después de haberse conquistado el universal aprecio en San Casimiro, Guiripa y Valle Morín por su carácter apacible y emprendedor y la admiración de todos por sus cualidades excelentes como misionero, mecánico, arquitecto y fotógrafo, la obediencia lo trasladó a nuestra casa parroquia de San Fernando de Apure, de clima ardiente y sobre cuya comunidad soplaban ya amenazadores vientos de tempestad y ruina.
Llegó en avión el día 3 de octubre de 1935 y de los dieciocho meses que allí trabajó, por espacio de unos diez meses, recayó todo el peso de casa y parroquia en el bondadoso P. Modesto que supo con su amabilidad y paciencia limar asperezas y sortear la borrasca que por aquel entonces se cernió sobre nuestras casas. Allí revivió sus aficiones pedagógicas, dando cuatro clases diarias en el Colegio «San Fernando», que aquel mismo año se fundó bajo nuestros auspicios; se impuso asimismo la tarea de ir personalmente cuatro veces por semana a enseñar el catecismo a los niños de los apartados barrios de la Virgen del Valle y del Corazón de Jesús, en las capillas levantadas por los nuestros; fundó los Infantes del Corazón de María; y todavía le quedó tiempo para visitar algunas veces las feligresías puestas a nuestro cuidado de Camaguán y Guayabal, en el estado Guárico, y de La Unión y San Jaime en el estado Zamora.
También aquí supo conquistarse las simpatías de las gentes y ya los pocos inconformes iban amainando sus iras ante la bondadosa actuación del P. Modesto, pero éste no pudo lograr que se revocara la orden de levantar aquella casa, dada por nuestros superiores; y así con dolor del Padre y de la mayoría de la población apureña hubo de entregar la parroquia al designado por el señor Obispo de Calabozo, en la mañana del día 2 de abril de 1937, a los trece años y tres meses de estar bajo las toldas de los misioneros claretianos.
Por su gran talento práctico y su celo de auténtico claretiano se le consideró como muy apropiado para la misión chocoana y a ella se incorporó en 1937.
Cinco años en Condoto y cinco en Catrú fueron el coronamiento de su intensa y breve carrera apostólica.
Vacante la parroquia de Tadó por muerte del veterano sacerdote Demetrio Salazar, el P. Arnaus se encargó de ella y empezó organizando una gran misión de magníficos resultados. En Istmina arremetió con las obras materiales de casa cural e iglesia. Y en Condoto surgió, bajo su dirección, el nuevo templo de la viceparroquia de San José. Un nuevo templo con materiales traídos desde Buenaventura o Cali. Solo un carácter emprendedor, tenaz, progresista y con las energías y entusiasmos del P. Arnaus podía enfrentarse a semejante obra a la que ayudaron, estimulados por su palabra, los comerciantes de Condoto que le aportaron mil sacos de cemento Noruega. Luego fueron surgiendo las filiales de la viceparroquia: Viroviro, Santa Bárbara, Santa Rita.
El P. Modesto no era el misionero sedentario o estacionario para el casco de la población. Debió salir a los caseríos, acudir a los lejanos enfermos, viajar por trochas de selva y por los ríos. De ahí su lancha misionera que en pocas horas lo acercaba a los rincones más apartados de la parroquia.
Después: su gran empresa, el internado para indios en la región del Baudó. Sobre ello escribe el P. Miguel Rodríguez:
«Es afrentosa la suerte de los indios en tierras chocoanas; la defensa, como a menores de edad, no llega al interior de la selva donde hacen su vida primitiva y salvaje; su carácter apacible y dúctil a cualquiera que se allega a ellos, es presa segura y barata para aquellos racionales (los indios llaman racionales a blancos y negros; a éstos así mismo los llaman también libres), que huyendo de la ley y del trabajo buscan seguridad y descanso en el interior de la selva, vegetando a expensas de los pobres indios; buscan su amistad; con facilidad se la venden generalmente a costa del «compadrazgo» poniendo agua de socorro, bautizando a los pequeñines; cuantos más bautizos más «compadres», más clientes para las próximas explotaciones; el «racional» le gana, le compra al pobre indio, llamándole a boca llena «compadre», y el indio se enorgullece llamando «patrono», al intruso racional. Hay indios que deben al «patrono» hasta 30 años de trabajo, 30 años de esclavitud en estos tiempos de la libertad y restauración moral. La escuela de la Misión que funcionó años antes de establecerse el Internado, y que llegó a contar con 40 alumnos indígenas, abrió brecha en la selva y luz en las inteligencias; con las primeras lecciones llegaron a aprender que «cholo» (indio) era primero que racional en tierra americana, «que libre venido de fuera robaba a cholo» que «la gobierna poniendo ley para defender a cholo»; estas y semejantes ideas calaron en sus mentes, las echaron a volar, las oyeron los «compadres y patronos»… Había que sofocar tales engendros mal metidos en las cabezas de aquellos brutos incapaces de civilización», por la escuela de la Misión. De ahí la guerra contra ella. Y lograron sus intentos, propalando tales sandeces y bajezas, que no se pueden estampar en el papel; la «restauración moral de la República» del entonces ministro de educación, lanzó el grito de «a la carga» y aplastó la escuela para indios de la región de Catrú, precursora del Internado de indios en ese mismo punto y con los mismos alumnos, que en la escuela aprendieron a hacerse respetar».
«Con la escuela de Catrú cayeron y fueron suprimidas todas las escuelas que la Misión tenía enclavadas entre los indios del Chocó. Los «racionales» quedaron dueños de la selva».
«La realidad de nuestra Misión, mostrada por la propaganda en la prensa; el largo metraje- «El Despertar de la Selva»-, que suscitó los intereses del poder central, lograron un auxilio extraorinario para los Internados de Purembará y Catrú».
«Muchas y grandes dificultades salieron al paso a esta última obra; mientras se preparaban materiales, se allanaban obstáculos y se daba comienzo al nuevo colegio, hubo de buscarse albergue en ranchos grandes (cobertizos) y provisionales, donde se movía la comunidad de Padres Misioneros, de las Hermanas Lauras, cinco en total, y de los indiecitos, educados en la fracasada escuela de la Misión . A la vivienda se unía la privación de las cosas más necesarias a la vida y los largos viajes: ocho días de viaje redondo a Quibdó, dentro del Chocó, en peligrosas y perezosas canoas, enmarcan el cuadro real del primer colegio improvisado, en la región de Catrú».
«Con auxilios oficiales se dio comienzo a la obra que constará de cuatro cuerpos de edificios, para la Comunidad de Misioneros, para internado de indios, para internado de indias y para la Comunidad de Madres Misioneras; entre el internado de indios e indias se levanta airoso el cuerpo central que ocupa todo el fondo del edificio en amplia, aireada y recogida Capilla pública».
«Me llevaría muy lejos el relatar, al pormenor, cada una de las empresas particulares que darán vida y continuidad al internado de indios del Catrú; grandes extensiones de agricultura (sobre todo de plátano y banano), extensos potreros, cría de toda clase de animales caseros, como la oveja, marranos, chivos, gallinas, pavos, palomares, etc., los planos de una planta eléctrica hidráulica, eran proyectos que pronto se convertirían en realidad; con la fuerza motriz establecería maquinaria de carpintería, aserrío, trilladora etc. con el fin generoso y noble de que sus encomendados, los indios de la selva, entraran por el progreso material y con él hacer obreros útiles al bien común de engrandecer a la Patria».
«El campo Misionero que el Padre Modesto Arnaus veía en lontananza era grande, espléndido, lleno de realidades. Más de mil indios saldrían favorecidos con los adelantos espirituales y materiales del internado. El colegio, hoy día se levanta erguido a orillas del Dubaza y enfrente de la boca del río Catrú (que esto significa la palabra del idioma de ellos, Catrú, enfrente)».
«Y así queda la obra llevada a cabo por el Padre Modesto C.M.F., sin concluir y difícil que otro llegue a los ideales que el optimista y emprendedor Padre Arnaus daba ya por próximas realidades». Etopeya del P. Arnaus La traza el P. Medrano en la recordación necrológica que le dedicó en «La Aurora». «Mas, ¿quién era el Padre Arnaus y qué representa su desaparición?» «Para la Prefectura Apostólica del Chocó, y para la Provincia Religiosa de Misioneros en Colombia, representa un vacío muy difícil, por no decir imposible de llenar. Alma grande, simpatía cautivadora; compañero apetecible; sencillez inimitable; abnegación ejemplar; virtud acrisolada; modestia que hacía honor a su nombre; cualidades inapreciables; facilidad de palabra, más de una vez manifestada en púlpitos de Medellín; aptitudes de arquitecto; arranques de mecánico; ribetes de médico cirujano; demostraciones de agricultor; tenacidad incansable; conquistas en el presente; proyector gigante para el futuro: todo esto y mucho más, que pudiera lucir en centros avanzados, -lo tenía y derrochaba silencioso, en pro y en caridad de seres abandonados; y en regiones malsanas y solitarias, para cumplir y dar cima a la Misión que tenía encomendada». «Amaba entrañablemente a los indios, vivía con ellos y por ellos y su única ambición era la de instruirlos, educarlos, civilizarlos y sobre todo, hacerlos buenos cristianos y salvar sus almas». «Gozaba intensamente al ver a sus cholitos -los niños y niñas de la escuela- alegres, bulliciosos, llenos de salud, bien vestidos, con la luz de la fe que brillaba en sus ojos. Un día se murió una infantita, y el padre, triste y lloroso, no tuvo aliento ni para acompañar el entierro». «- Un ángel más en el cielo, le decían a las hermanas misioneras». «- Un angelito menos en la tierra, respondía el Padre. Me va a hacer tanta falta el buen ejemplo de Rosita». «Era el P. Modesto de alta estatura, su frente ancha y despejada, sus ojos de mirada dulce a la vez que penetrante, de sus labios fluía la sonrisa y la bondad, su rostro venerable, todo su porte y figura, majestuoso y atrayente». «Humilde, sencillo, afable, caritativo, poseía todas las virtudes del verdadero apóstol de Cristo y el don de gentes de un noble e hidalgo caballero». «Y sin embargo, lo mataron, cayó víctima del deber cumplido, fue un mártir que dió su sangre, gota a gota y al fin de su vida por Dios y por la Patria». Murió a las tres de la tarde. Le hicieron funerales el P. Rosendo Fernández, las hermanas misioneras y los indios que rezaban y sollozaban. Bibliografía Boletín de la Provincia Colombiana. Defunción del P. Modesto Arnaus Saurina, Abril de 1947 p. 272-291. Contiene artículos de los Padres Nicolás Medrano y Miguel Rodríguez. El Voto Nacional: Horrendo sacrilegio pp. 120-121 abril 1947. pp. 83-85 mayo, 1947, Agradecimiento a los mensajes de Obispos, sacerdotes, periodistas, amigos, por el asesinato del P. Arnaus; Julio 1947: Luctuosos recuerdos p. 168-169. Es la Carta de la Misionera que presenció el asesinato.