TOMÁS SESÉ
El Rdo. P. Tomás Sesé nació el 7 de Marzo de 1865 en la antigua ciudad de Barbastro, de gratos recuerdos para cuantos cursamos en ella los primeros años de la carrera; de padres de tan recio raigambre religioso, que no vacilaron en ofrecer al Señor en la Congregación a tres de sus hijos, si bien no todos fueron fieles al divino llamamiento. La educación que recibiera en aquel hogar cristiano, debió ser tan sólida y esmerada, que en los albores de su existencia sintió la inspiración del cielo que le llamaba a formar parte del Postulantado, que la Congregación había abierto en su misma ciudad natal. Fue compañero suyo, por esta época, el que más tarde había de ser promovido a la silla episcopal de Pasto, Colombia, Mons. Antonio María Pueyo, quien, en el ocaso de su vida, escribió una carta al P. Sesé recordándole los tiempos felices de entonces y las graciosas anécdotas ocurridas entre ambos en el colegio de Barbastro. El 2 de abril de 1881 fue admitido a la profesión religiosa, a la que supo corresponder con el adorno de las virtudes, que cultivó diligentemente en su corazón y con el confortante aroma de los buenos ejemplos que dio donde quiera fue destinado. Al año siguiente pasó a Vich para comenzar el estudio de Metafísica y bajo la sabia dirección del ejemplarísimo P. Cayetano Girbau, Prefecto de estudiantes, el joven Sesé hizo notables progresos en la ciencia y en la virtud, -que son como los dos pies del misionero, ambos necesarios, como dice nuestro Beato Padre Fundador.
Sus condiscípulos aseguran que el Sr. Sesé era observante, recogido, aplicado y servicial, siendo por eso apreciado de ellos y sobre todo de los Superiores que le distinguieron con cargos de confianza. En Junio de 1885 fue trasladado de Gracia a Santo Domingo de la Calzada juntamente con todo el escolasticado, en un tren expreso, agregándosele en Manresa el tercer curso de Filosofía de Vich.
Con estas. buenas disposiciones el estudiante Tomás Sesé hízose digno de recibir las Órdenes sagradas y subir las gradas del santuario. ¡Con qué fervor celebraría la primera misa, dada su preparación! Al poco tiempo los superiores le juzgaron apto para desempeñar el cargo de auxiliar del Prefecto, que lo era por esta sazón el virtuoso P. Valier, y al lado de este egregio varón y del R. P. Martín Alsina que le sucedió, el P. Sesé acabó de perfeccionar su espíritu. Permaneció unos cuatro años en Santo Domingo con el referido cargo de Auxiliar, y varios Padres que allí le conocieron recordaban con fruición la exactitud del P. Sesé en asistir todos los días a las clases de Teología Moral, dadas por el P. Foncillas.
El 26 de Diciembre de 1891 partía para Chile la expedición, presidida por el R. P. Antonio Dalmau; y aunque el nombre del P. Sesé no figuraba en un principio en la lista, después se le incluyó para llenar el vacío que había dejado el P. Estela. La providencia le conducía a otro hemisferio más amplio, donde desarrollar sus energías nada comunes.
En Santiago de Chile y en La Serena dedicose al ejercicio de las Misiones, trabajando con verdadero celo y evangelizando las poblaciones del norte, llegando hasta las salitreras de Talca, en las cuales tuvo que sufrir no pequeñas privaciones por el bien espiritual de las almas. En varias diócesis donde permaneció como Superior, se dedicó a dar ejercicios y retiros al Clero y en ellos y en los que daba a las Comunidades utilizaba espléndidamente los ejemplos, los textos y explicaciones del inolvidable P. Valier. Acompañó en algunas Misiones al célebre P. Mas, S. J., y en varias estuvo con Mons. Fontecilla, Obispo de La Serena, el cual le cobró desde entonces tanto cariño y estima, que se lo manifestó siempre, mientras vivió S. E. Rrdma.
Ocupado en este sagrado ministerio, feliz hubiera pasado su vida, si este y no otros hubieran sido los designios de Dios, que lo había escogido para caudillo, y a quien había dotado con dotes de gobierno. Para esto reunía cualidades excepcionales: prudencia consumada, carácter suave e insinuante, trato fino, maneras cultas y delicadas. Con este don de gentes consiguió atraerse las Autoridades y ganar la voluntad de los Nuncios y Prelados en asuntos importantes, en los cuales tuvo que intervenir para bien de la Congregación.
Merced a su espíritu dinámico y ecuánime llevó a feliz término muchas empresas y proyectos, que de otra manera hubieran fracasado.
Desde 1896 ocupó cargos mayores hasta el año antes de su muerte, sin otra interrupción que los cuatro que pasó en Tarija, donde el Prelado nombró Vicario General. He aquí la lista de los cargos que desempeñó. En 1896 fue nombrado Superior de La Serena; en 1900 Superior de Valparaíso; en 1905 fue elegido Vice-provincial de Chile, cargo que desempeñó hasta 1909 en que fue nombrado Consultor 1º ViceProvincial. En 1909 renunciando al cargo de Consultor, fue puesto al frente del Seminario de Lima; después fue Superior de Cocharcas (Lima) y más tardé de Huacho con el cargo además de párroco; en 1919 Secretario Provincial; y Superior Provincial en el mismo año, por muerte del M. R. P. Ignacio Moreno; en 1924 Ministro Provincial; al ser nombrado obispo el Excmo. P. Ramón Font, le acompañó como Secretario, siendo nombrado Consultor local de Tarija; en 1930. Superior de Cochabamba; y en 1933 Consultor local de la Casa. En todas partes dejó recuerdos imborrables de su prudencia y laboriosidad. En su calidad de Vice-Provincial de Chile, asistió al Capítulo General de 1906, celebrado en Aranda de Duero; y como Provincial al de Vich de 1922.
Elevó a gran altura el Seminario de Santo Toribio de Lima, y con el tino que lo caracterizaba logró orillar no pequeñas dificultades, consolidando de esta suerte la fundación, en la cual el Episcopado Peruano cifraba sus mejores esperanzas. La Casa parroquial de Huacho se debe al esfuerzo del P. Sesé. En un pequeño espacio de terreno levantó un edificio elegante y cómodo.
Elegido Provincial volvió a penetrar en Bolivia, abriendo la Casa de Oruro, que tanta gloria había de dar a Dios y a la Congregación. Con motivo del fausto acontecimiento de la consagración de cinco Obispos en La Paz, entre los cuales figuraron dos hermanos nuestros, el Gobierno Provincial le designó para representarlo en esa augusta ceremonia, habiéndole tocado dirigir a los consagrandos algunos días de retiro espiritual; como preparación a recibir la plenitud del sacerdocio. Verificada la consagración, acompañó, a petición del Sr. Nuncio, a Mons. Ramón Font a Tarija, del cual no se apartó hasta el año 1930, en que le nombraron Superior de esta Casa de Cochabamba.
Cuando el Gobierno General le daba un nombramiento, lo aceptaba, y junto con la aceptación remitía la renuncia para el día que se juzgase oportuno quitarle el cargo, y enviarlo a otra parte. Así lo declaró él cuando tuvo que ir a Lima como Rector de aquel Seminario Central. Uno de los traslados más difíciles que le ordenó la obediencia fue ir a Tarija, como Consultor primero y Ministro local, pero lo aceptó con sumisión, complacencia y celo, mortificando su amor propio por servir a la Congregación. Este era su ideal desde joven, y lo realizó durante toda su vida, en diferentes Repúblicas, oficios, cargos y misiones; y si se imponía sacrificios continuos, sufría adversidades, reprensiones o malas interpretaciones por su modo de obrar o de trabajar, lo sobrellevaba por su amor a la Congregación, por el deseo de extenderla y colocarla al nivel de otras Congregaciones prestigiosas. Algunos explotaron su buena voluntad y el don de gentes en que se distinguió siempre, pero jamás lo hubieran obtenido, si el P. Sesé hubiera visto que perdía algo la Congregación.
Nombrado Superior de Valparaíso en 1900, dio extraordinario impulso a las obras de construcción de la Casa de Ejercicios y también a la propaganda de retiros mensuales para el clero, caballeros y señoras y de tandas de ejercicios, continuando de tal modo el mejoramiento de la iglesia y camarín del Corazón de María, que era un encanto celebrar en tan piadoso templo, retiros y demás funciones sagradas. La Casa de Ejercicios disponía de unas sesenta celdas, bien amuebladas, de capilla, comedor, corredores, patio amplio y demás dependencias necesarias, y completamente independientes de la Comunidad.
Siendo Vice Provincial y hallándose en viaje de regreso a Chile, después del Capítulo General de 1906, vino el terremoto a 18 de Agosto del mismo año, de modo que al llegar a Valparaíso, encontró destrozadas la Casa de la Comunidad, la de Ejercicios, las dos Iglesias y otra Casa de arriendo; sin embargo, se resignó, y nadie podrá contar los viajes que tuvo que realizar, las consultas, los trámites, los permisos para volver a reconstruir allí mismo cuanto había perecido, sin manifestar desagrado, cansancio, ni queja alguna. Era necesario a la Congregación y a la Provincia, por las cuales se desvivía constantemente. Llegado el plazo de enviar la ayuda a los Colegios de España, iba a enterarse de los cambios en varios Bancos Comerciales, a fin de girar el dinero en las mejores condiciones o aconsejar mejor al P. Ministro Provincial; pero jamás una palabra a nadie, fuera de los Consultores, ni sobre la cantidad, cambio, pagos dados o giros remitidos. En cerca de cuarenta años que intervino en los gobiernos guardó en todas partes y con todos un secreto invulnerable, sin comunicar a ninguno lo que hacía o sufría, ni después de dejar el cargo se desahogaba hablando de quienes le habían mortificado, desobedecido o contrariado, o de lo que él había cumplido, fundado o dirigido.
Recordar después de cerca de cuarenta años las diligencias llevadas a cabo para fundar la revista Estrella de Andacollo, hoy el Inmaculado Corazón de María, organizarla y sostenerla, así como exponer lo que costó adquirir la Imprenta « Lourdes » , hoy « Claret » , dirigirla y pagar los miles de pesos que costó, es imposible. Dios le habrá premiado generosamente tanto sacrificio.
José Aymemí