TERESA GALLIFA PALMAROLA,
FUNDADORA DE LAS SIERVAS DE LA PASION
Y CLARET
Por José María VIÑAS, CMF
La sierva de Dios M. Teresa Gallifa Palmarola, Fundadora de las Siervas de
la Pasión, nace en San Hipólito de Voltregá el 21 de junio de 1850. Huérfana de
padre a los cinco años, vive en la pobreza. Casada a los 18 años, sólo uno de los
siete hijos sobrepasa los cinco años, y muere a los 17. Por atender a una familia
con tifus, contrae la enfermedad, que contagia a su marido.
Viuda a los 32 años, emigra a Vic. En los primeros meses vive de limosna.
Por consejo del Padre Domingo Ramonet, CMF, y dirigida espiritualmente por el
Padre Valentín Morlá, CMF, aprende el oficio de comadrona como forma de
apostolado. Preocupada por el bautismo de los niños que mueren al nacer, y para
evitar la tentación del aborto en las solteras gestantes, en 1886 alquila un piso para
acogerlas. Las dificultades y calumnias son tantas, que en 1891 se traslada de Vic
a Barcelona. Funda el “Asilo Materno de Santa Isabel”.
Más tarde la Obra se convirtió en la Congregación de las Siervas de la Pasión.
El 17 de marzo de 1907 fallecía en Barcelona, después de muchos meses de
dolorosa enfermedad y de verse imposibilitada en una silla de ruedas.
En 1971 se inició su proceso de beatificación y canonización.
Testigo en el proceso de beatificación del Padre Claret
La Sierva de Dios no conoció personalmente al Padre Claret, pero declaró en el
proceso para la canonización que le tenía devoción y que le había ayudado en
seguir su vocación.
“He oído hablar del siervo de Dios, Antonio María Claret, a muchísimas
personas, comenzando por mi madre, que en paz descanse, la cual, cuando era
muy niña, me había dicho que era un santo… No he conocido al siervo de Dios.
Profeso devoción y afecto al siervo de Dios por los favores que tengo
recibidos de él, y deseo su beatificación, porque creo que lo merece, ya que le
tengo por un santo.
En cuanto al favor extraordinario que debo al siervo de Dios, puedo consignar
el título de comadrona, el cual en sólo dos meses logré, siendo así que no tenía
instrucción para entrar en la carrera, ni recursos de ninguna clase, falta del todo de
relaciones y siendo necesarios dos arios para cursarla. Me encomendé al siervo
de Dios, prometí propagar su gloria y, de una manera providencial, me vinieron, a
medida que los iba necesitando, recursos, relaciones y cuanto necesité para lograr
lo aprobación por unanimidad” ^
La espiritualidad “claretiana” ¿influyó en la Sierva de Dios Madre Teresa Gallifa
Palmarola, fundadora de las Siervos de la Pasión?
Esta pregunta se la ha propuesto el promotor de la causa de canonización de la
sierva de Dios. La razón de la pregunta es que el Padre Valentín Morlá,
Misionero Hijo del Inmaculado Corazón de María, dirigió espiritualmente a la
Madre Teresa y parece que no se nota la influencia “claretiana” en la espiritualidad
de la Sierva de Dios.
La espiritualidad de San Antonio María Claret y de la Congregación de los
Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María
Es muy difícil reducir a síntesis la personalidad de San Antonio María Claret,
porque los elementos son muy ricos y contrastados. Lo mismo se puede decir de
su espiritualidad. Se le puede presentar como modelo de espiritualidad eucarística,
o de la pasión, o cordimariana. Pero hay un centro en el que se ensamblan todos
los contrastes y se integran todas las dimensiones: en lo sicológico es su celo
apasionado por la gloria de Dios y la salvación del mundo, y en lo constitutivo es
su carisma misionero. El Padre Qaret es ante todo un “Misionero Apostólico”.
Aunque el título tenía un significado canónico, él lo vivía desde la experiencia
y las exigencias de su “carisma”, de su don del Espíritu en la Iglesia, esto es,
evangelizar a la manera de los Apóstoles. Ser misionero era para él:
– Estar siempre con el Señor, como los Doce, compartir su estilo de vida y
estar siempre disponible para ser enviado a anunciar el Evangelio hasta los
confines del mundo.
– Ser consagrado por el Espíritu -segregado y configurado con Cristo el Hijo
Misionero- para anunciar la buena nueva a los pobres y curar a los de corazón
contrito.
– Llegar a ser con Cristo signo de contradicción, y llegada la hora, incluso en
el atentado sangriento, ofrecerse en sacrificio.
Desde esta realidad profunda la Eucaristía, la Pasión, la presencia mariana,
adquieren un colorido misionero y lo misionero adquiere un aire eucarístico,
pasionario y mariano.
El camino espiritual es el proceso de configuración progresiva con Cristo, el
Hijo-Misionero, desde la opción por los intereses del Padre en el templo, pasando
por la itinerancia evangelizadora, hasta la crucifixión.
La espiritualidad por las devociones
San Antonio María Claret nació del pueblo y su sensibilidad apostólica le hizo
ver que el pueblo no era evangelizado, debido principalmente a la supresión de
los religiosos, y se entregó en cuerpo y alma al pueblo por medio de la
predicación continua y de los escritos breves y sencillos.
Se propuso renovar la fe por la catequesis; la vida por las predicaciones
morales en la misiones parroquiales; y la piedad, la espiritualidad, por las
devociones. El pueblo no podía elucubrar los misterios cristianos, pero podía y
debía vivirlos. El Santo mismo en su infancia y juventud había entrado por las
devociones en la profundidad del misterio de Cristo y veía que éste era el mejor
camino para iniciar al pueblo en la espiritualidad. En las primeras Constituciones
para sus Misioneros, aprobadas en 1857, hay como una pastoral de las
devociones en esta gradación: la Santísima Trinidad; el Santísimo Sacramento;
María Santísima; la Pasión; los santos Angeles y los santos Patronos.
La dimensión cordimariana
La espiritualidad “cordimariana” en San Antonio María Claret no es toda su
espiritualidad; podríamos decir que es una dimensión esencial que se integra y
“dimensiona” los demás elementos. Como ya hemos visto, lo mañano se integra
en la misión y en el ser misionero.
María entra en esta realidad como medianera para obtener la gracia de la
vocación apostólica; como formadora del misionero en la fragua de su Corazón.
Dice el Santo: “formado por Vos misma en la fragua de vuestra misericordia y
amor”. María, la primera discípula, la que ha escuchado y guardado la Palabra,
enseña al futuro apóstol a guardarla en el corazón y a conferirla con los
acontecimientos, para ver, con los ojos del corazón, las necesidades más
urgentes, la respuesta más oportuna y los medios más eficaces.
Además, el Hijo del Corazón de María “es un hombre que arde en caridad y
que abrasa por donde pasa” por lo mismo la virtud más necesaria para él es el
amor: “Sí, lo digo y lo diré mil veces: la virtud que más necesita un misionero
apostólico es el amor. Debe amar a Dios, a Jesucristo, a María Santísima y a los
prójimos”. Y este amor se consigue por medio de la oración: “Orar a Jesús y a
María Santísima y pedir, sobre todo a nuestro Padre, que está en los cielos, por
los méritos de Jesús y de María Santísima, y estar segurísimos que aquel buen
Padre dará el divino Espíritu al que así lo pide”. El Padre Claret importunaba de
esta manera a la Medianera de todas la gracias: “¡Oh Madre mía María! ¡Madre del
divino amor, no puedo pedir cosa que os sea más grata ni más fácil de conseguir
que el divino amor, concedédmelo, Madre mía! ¡Madre mía, amor! ¡Oh Corazón
de María, fragua e instrumento del amor, enciéndame en el amor de Dios y del
prójimo!” .
María es la inspiradora del Misionero: “No seréis vosotros los que hablaréis,
sino el Espíritu de vuestro Padre y de vuestra Madre que hablará en vosotros”
El Misionero tiene que estar informado por la delicadeza del amor del Corazón
materno de Mana para tratar a los pecadores obstinados y, además, porque es
como un instrumento idóneo, por el anuncio del Evangelio, de su maternidad
espiritual.
El Corazón de María en el apostolado del Padre Claret es el refugio de
pecadores, el claustro para la vida consagrada, la torre de David contra el ateísmo,
conforme se iban presentado las necesidades. Primero tuvo que hacer frente al
“terrorismo” barroco jansenista; después al secularismo liberal; en la última etapa
de su vida, al ateísmo que se presentaba en diferentes formas.
La devoción a la Pasión y a los Dolores de Nuestra Señora
Probablemente la primera imagen del Corazón de María que contempló el
Padre Claret fue la de los Dolores, en la iglesia de la Tercera Orden Servita, de
Vic, cuando era seminarista. El Santo iba a confesarse a esta iglesia. Se inscribió
y profesó en la Tercera Orden . Como Misionero difundió entre el pueblo esta
devoción. Asilo dice en la Autobiografía: “Asimismo les enseñaba el modo de ser
devotos de los dolores de Mana, y procuraba que cada día de la semana meditasen
en un dolor, por manera que los siete dolores los meditasen en los siete días de la
semana uno cada día” . En el Camino recto, devocionario popular publicado por
el Santo, que no faltaba en ninguna casa cristiana de Cataluña, figura la Corona de
los siete dolores de María Santísima, con una breve consideración y una lámina
para cada dolor. El libro termina con la letanía doloroso de Nuestra Señora y tres
Avemarias al Corazón doloroso de María entre las condiciones para ganar las
indulgencias
También en Vic el Seminarista Claret descubrió la devoción a la Pasión del
Señor. Además del milagroso crucifijo en la iglesia del Hospital, eran centros de
devoción a la Pasión la iglesia de los Capuchinos, la de los Franciscanos y la de la
Tercera Regla, situada en la Rambla del Hospital. De esta última las tardes de los
domingos de Cuaresma salía un Via Crucis, que visitaba la iglesia de la Merced
(la de los Qaretianos), donde se tenía un sermón de penitencia. Más tarde, el ya
Padre Claret publicó un Via Crucis con una explicación sobre el modo de llevar la
cruz de cada día por el ejercicio de la mortificación cristiana y de la paciencia.
Este Via Crucis se incorporó al Camino recto y se hizo así más popular .
El Padre Claret, además, cada hora hacía memoria de la Pasión del Señor y
quería que sus Misioneros hicieran otro tanto y que lo recomendasen a los fieles:
“Tercero: les aconsejarán igualmente que sean devotos de la sagrada Pasión de
Jesucristo, meditando el reloj de sus penas y haciendo el Via Crucis” . Este
reloj de la pasión, que se basaba en San Alfonso de Ligorio, consistía en recordar
cada hora del reloj la equivalente a la pasión de Jesús. El Padre Claret lo remodeló
y lo hizó más mañano’. Se rezaba primero el Avemaria, y a las 2 de la tarde pone
la contemplación: “Jesucristo nos dio por Madre nuestra a María Santísima. Y nos
encargó que la tuviéramos por madre, y ella nos mirase como hijos”; más
eucarístico por la comunión espiritual que seguía a continuación; más
interiorizado: la comunión espiritual lleva a contemplar “en su interior a
Jesucristo, como Marta y María, que le recibieron en su casa, y le contemplará
como está marcado en la hora”; más misionero, porque considera a Jesús no sólo
como Redentor sino también como Maestro: “Y como Maestro le escuchará,
aprenderá su enseñanza y la pondrá por obra”.
La dimensión eucarística
En la evolución de la espiritualidad de San Antonio María Claret la Eucaristía
es, en primer lugar, la presencia real, que suscita una amistad confiada y fiel y se
traduce en ofrecimiento al servicio sacerdotal.
La presencia real se interioriza en la comunión hasta la gracia mística de la
conservación de las especies sacramentales con la consiguiente configuración con
Cristo y una expansión de celo apostólico sin precedentes. Con la ordenación
sacerdotal y las contrariedades del ministerio apostólico llega a vivir la Eucaristía
como sacrifico pascual: “Así como el agua se junta al vino en el sacrificio de la
Misa, así deseo yo juntarme con Vos y ofrecerme en sacrificio a la Santísima
Trinidad”.
El Santo difundió y quiso que los Misioneros difundieran entre el pueblo la
devoción a la Eucaristía como presencia, comunión y sacrificio. En las misiones
populares explicaban todos los días el modo de participar a la Eucaristía, y todas
la predicaciones se ordenaban a la renovación de la vida y la piedad cristiana,
terminando con la comunión general y la procesión del Santísimo Sacramento. Por
medio del Catecismo explicado y del Camino recto el pueblo pudo conocer y
acercarse con más confianza y frecuencia a la Eucaristía, superando la indiferencia
y sobre todo el rigorismo jansenista.
El celo por la salvación de las almas
San Antonio María Claret quería ser un hombre que arde en caridad y abrasa
por donde pasa. Al ser nombrado arzobispo, adoptó como lema: la caridad de
Cristo nos urge n 17, y explicaba a sus diocesanos: “Este mote es nuestro timbre,
nuesta divisa y nuestro todo; pues la caridad de Cristo nos ha hecho emprender
tanto trabajo en visitaros, exhortaros, en catequizar y disponer vuestros corazones
para administraros los santos sacramentos” Un periodista escribía: “La
caridad es el alma, el móvil poderoso de las acciones del Arzobispo. El fuego
sagrado que de continuo arde en su corazón le traslada a la vez a todas partes y le
proporciona el secreto misterioso de multiplicar los momentos, multiplicándose a
sí mismo, multiplicando los trabajos de su ardiente celo” . El Santo tuvo la
gracia de suscitar envangelizadores entre los sacerdotes y los religiosos, pero
especialmente entre los seglares. Promovió audazmente el apostolado activo de la
mujer, aunque encontró mucha incomprensión en esto por adelantarse a su
tiempo. En la Hermandad del Corazón de María una sección importante eran las
“diaconisas”, mujeres que, además de cumplir con las obligaciones de su estado,
se dedicaban a la enseñanza del catecismo y a diversas obras de caridad: “visitará
a los enfermos de los hospitales, y también de casas particulares, según la
oportunidad”, y también: “En cuanto pueda, procurará recoger o enmendar a las
mujeres perdidas y escandalosas. Unirá a los divorciados” .
El entonces arzobispo de Tarragona, don Antonio Femando de Echánove y
Zaldívar, no aprobó este apostolado femenino.
La Madre Teresa Gallifa – Se hace camino al andar
Lo típico en la vida y en la espiritualidad de los fundadores es que para ellos
no hay camino. Aunque todos pueden decir lo del Siervo, en Isaías: desde elseno
materno me llamó con mi nombre ; pero ellos no saben cuál es este nombre; lo
van descubriendo poco a poco, teniendo siempre en cuenta que los pensamientos
de Dios no son los de los hombres y sus caminos no son nuestros caminos 22.
Por otra parte Dios no se revela fuera de la vida sino en las circunstancias de la
vida misma. La experiencia del Espíritu se encama en la experiencia humana.
La experiencia humana de Teresa es la experiencia del dolor excesivo, tanto en
su misma persona como en su familia, y le queda todavía corazón para
compadecerse y comprometerse con el dolor ajeno. Huérfana de padre a los cinco
años, casada a los 18, con siete hijos que se le mueren: sólo uno sobrepasa los
cinco años y se le muere a los 17; viuda a los 32 años, luchando siempre entre la
frontera de la pobreza y la miseria; enferma crónica como consecuencia de un
tifus mal curado. Ella se define a sí misma: Adeudada, desamparada,
despreciada… enferma.
Esta experiencia deprimente, que se prestaría a frustraciones, complejos,
rebelión, es asumida por su experiencia espiritual y lleva a Teresa a una madurez
que servirá de base y fundamento para la nueva maternidad espiritual que el
Espíritu Santo le va a dar en la Iglesia.
Al abandonar su casa para trasladarse a Vic, Teresa tiene ya su espiritualidad
en la que aparecen una caridad-servicio más allá de los límites de su hogar; celo
por la conversión de los pecadores; una devoción a María, principalmente como
Madre de los Dolores, hecha de confianza filial; la devoción al misterio de la
Pasión. En el ambiente popular de Cataluña, especialmente en tomo a Vic, la
devoción a María, a la Eucaristía, a la Pasión, y el celo por la conversión de los
pecadores deben mucho a la predicación y a los escritos del Padre Qaret.
La Casa Misión de Vic. La iglesia de la Merced
San Antonio María Claret fundó en Vic la Congregación de los Misioneros
Hijos del Corazón de María, los “misionistas”, como los llamaba el pueblo 23.
La primera comunidad después de un tiempo precario en los locales del
Seminario, logró establecerse en el antiguo convento de los Mercedarios y hacerse
cargo de la iglesia conventual.
Los Misioneros dieron un nuevo estilo al culto. La novedad pastoral era hacer
de la iglesia un centro de misión permanente: abundancia de la palabra de Dios y
asiduidad en el confesonario; el culto muy bien atendido; y el fomento de la
piedad popular con devociones y cantos.
Como los sacerdotes son misioneros y salen mucho a predicar, quien asegura
habitualmente las confesiones es el Padre Ministro, o sea, el responsable de la
economía de la casa y que al mismo tiempo suele ser el “Padre espiritual”,
encargado de organizar la piedad comunitaria y de celar por la observancia.
El cirineo para el nuevo Via Crucis
Cuando Teresa llegó a Vich, el Ministro era el Padre Valentín Morlá,
precisamente porque no tenía voz (en un tiempo en que no había altavoces) ni
cualidades para la predicación; en cambio, tenía dotes de discreción de espíritus y
de dirección en los caminos del Señor. Teresa dio “casualmente” con él e intuyó
que era la persona que Dios ponía en la nueva encrucijada de su vida para que la
pudiera guiar .
Un “carismático”para un nuevo carisma
El Señor se sirvió como de Gabriel del Padre Ramonet, de la misma
comunidad, encontrado también “casualmente”. Dicho Padre era un gran
misionero popular y muy “carismático”: el Espíritu lo llevaba por donde quería.
Era famoso por sus originalidades a lo divino.
Creo que sólo a él el Espíritu podía confiar sin rechazo una iniciativa tan
original y tan poco clerical.
Teresa y el Padre Ramonet coinciden en los grandes deseos que ambos tienen
de hacer bien a las almas. El P. Ramonet, en su contacto con las gentes, ha
descubierto una necesidad misionera a la que él no puede responder y ve en
Teresa la enviada providencial: “Por lo que veo en ti y sobre todo por los grandes
deseos que tienes de hacer bien a las almas, creo que lo mejor sería que
aprendieras el oficio de comadrona, ya que tanta necesidad hay de matronas bien
instruidas y de buena conciencia. ¡Ojalá hubiera muchas! ¡Cuántas almas se salva-
rían que ahora se pierden! ¡Y qué consejos tan buenos podrían dar en las familias
a [las] que asistieran y a las personas con quienes habrían de tratar!” 26.
La pasión
El proyecto de Teresa era tan escandaloso para la gente de bien como el
quebrantar el sábado.
Vic -capital de la diócesis- tenía más bien una sensibilidad jerárquica, de orden
establecido o por establecer. Los carismas, por su carga de novedad, causan
siempre sorpresa, por no decir desconfianza. Cien años antes, cuando otra viuda
-Joaquina de Vedruna- se vistió de pobre para servir a los pobres, ya era
molestada por las calles y criticada en las sacristías. Por otra parte, había un
ambiente bastante maniqueo por lo que se refiere al sexo. En el catecismo
diocesano, todavía en los años veinte, se decía que los casados podían pecar
contra el sexto mandamiento. Este modo de pensar, con todo, no era exclusivo
de la ciudad y de la nación.
Teresa sabía de maternidades dolorosas. Cuando tuvo el primer hijo no era
Navidad sino Viernes Santo, no sólo en el calendario litúrgico sino también en su
situación familiar. Pero había experimentado también que la vida brota de aquellos
dolores. Teresa encontró en las palabras del Padre Ramonet el modo de convertir
su dolor en alumbramiento -los dolores del cristiano son siempre dar a luz dentro
de la maternidad espiritual de la Iglesia-. Sólo una espiritualidad de la Pasión
podía servir de fundamento seguro para un apostolado que iba a encontrar tantas
contradicciones. El P. Morlá, como misionero claretiano, sabía muy bien que
apostolado y contradicción van siempre unidos.
El Padre Claret había escrito unas frases, que el Padre Director conocía, y que
se aplicaban muy bien a Teresa, porque ella en su trabajo y en su vida era
misionera: “¿Quién hará caso de persecuciones, calumnias y otros obstáculos que
se presentarán a un misionero, viendo que Jesucristo, San Pablo, los demás
apóstoles y todos los misioneros verdaderos han tenido que pasar por este
camino? Por esto te debes acordar de lo que dice el profeta Isaías: La quietud y la
confianza serán vuestra fortaleza (Is 30,15). Tú procura callar, trabajar y esperar,
que el Señor hará desaparecer aquella tempestad. Y, si tan recia es la
persecución, te irás a otra ciudad (Cf. Mt 10,23), pero nunca desampararás ni
abandonarás tu ministerio o misión, pues que lo que pretende el enemigo es
espantarte como niño tímido. ¡Dichoso tú si sufres hasta la muerte!
El Padre Morlá sustuvo a Teresa perseverante en la oración, como quiso hacer
Jesús con los Apóstoles cuando llegó la prueba.
El Via Crucis
El Padre Claret hizo del Via Crucis el camino espiritual, el camino recto del
pueblo para llegar a la perfección. San Juan de la Cruz enseña el camino que sube
al monte de la perfección. Para el Padre Claret este camino es el Via Crucis que
sube al Calvario.
La Madre Teresa no tuvo más camino espiritual que éste.
La presencia de María
Teresa vivía su relación con María como de hija a Madre. El Padre Claret la
vivía también filialmente y la popularizó con la oración entrega que comienza Oh
Virgen y Madre de Dios, yo me entrego por hijo vuestro, y termina repitiendo tres
veces: Madre, aquí tienes a tu hijo, recordando a la Virgen las palabras de Jesús
en el Calvario 30.
Teresa era devota de la Virgen del Rosario y de la Patrona de la comarca: la
Virgen de la Gleva, o la de Puiglagulla; pero la Virgen de su casa era la de los
Dolores, María del Corazón traspasado. En este aspecto el Padre Morlá la pudo
ayudar mucho. También el Padre Claret había hecho esta experiencia y había
difundido esta devoción. Para Claret el Misionero tiene que estar animado de
amor materno, en el sentido de la ternura y de la paciencia, como el de la madre
ante el hijo enfermo que desvaría. Pero el verdadero amor materno es el del Cora-
zón de María.
Conclusión
Por la influencia del Padre Claret en la espiritualidad del pueblo en Cataluña,
especialmente en tomo a Vic, se puede decir que, aun antes de encontrarse con el
Padre Morlá, la Madre Teresa tenía muchos elementos de la espiritualidad
claretiana.
Dios se sirvió del P. Ramonet y del Padre Morlá para hacerla misionera en un
campo muy difícil y desamparado: revelar por su vida y su acción la misericordia
del Padre a aquellas personas que la sociedad en su “honradez” rechazaba;
acercar al Señor a aquellos niños a los que la gente de bien alejaba.
Ni el uno ni el otro se consideraron fundadores, ni lo pretendieron. Fueron
sólo humildes servidores del carisma de Teresa, cada uno según sus dones
personales de naturaleza y de gracia. El P. Ramonet le indicó audazmente el
camino, y el P. Morlá la ayudó prudente y fielmente a recorrerlo.
Cuando Teresa llegó a Vic, llevaba en el corazón la devoción a la Pasión por
haberla vivido intensamente en su vida como hija, esposa y madre.
Ahora la pasión le vendría a causa de la fidelidad a la difícil y original misión
que el cielo le confiaba. En este campo de la unión entre la misión y la
crucifixión, el Padre Morlá, como claretiano, y desde su experiencia personal, la
ayudó mucho.
La devoción al Via Crucis había animado a Teresa a vivir su vida cristiana en
tan difíciles circunstancias. Ahora tendrá que vivir la vida cristiana como
consagrada, como religiosa, y como religiosa apostólica y no de clausura.
También en la búsqueda de esta nueva dimensión de su vida, el Padre Morlá,
desde su vida claretiana religioso-apostólica, fue un guía experimentado.
Teresa vive una relación filial con María y acude a Ella para encontrar sentido y
consuelo en su Via Crucis y en su crucifixión. El Padre Morlá la guía para dar a
esta actitud una dimensión apostólica.
Teresa, madre de una nueva familia, nacida de la Palabra y del Espíritu, va
descubriendo en María la Madre universal con el Corazón traspasado por el
pecado y el dolor de la humanidad.
El misterio de la Visitación, con el cual se sentirá cada vez más identificada, es
también muy “claretiano”. El Padre Claret afirma que Jesús, por el ministerio
de María, santificó a San Juan 31. Teresa debía ser “visitación”, santificación de
los niños y no sólo una perfecta profesional.
La Eucaristía
Me parece que la Madre Teresa ha vivido, particularmente el Misterio de la
Pasión en el Viacrucis y el de la Infancia en la Eucaristía. Creo que el Padre Morlá
puede haber tenido su parte. El Padre, tan austero en lo exterior, tenía en su
corazón el deseo de ser como el Niño Jesús. Y copia unos apuntes de San
Antonio María Claret que deseaba lo mismo ^2. De hecho la M. Teresa asocia el
Padre Morlá y la Eucaristía en el Niño Jesús.
Finalmente
Creo que la aportación más específica de los Claretianos a la Sierva de Dios,
Madre Teresa Gallifa, fue:
– Dar a su vida cauce misionero en un apostolado muy femenino.
– Apoyarla en dedicarse a este apostolado desde la consagración religiosa.
– Formarla en una espiritualidad muy recia , hecha de oración y pasión, porque
su gesto profético era demasiado audaz.
– En considerar, aunque no de forma exclusiva, la Eucaristía como misterio de
la Infancia.
– En convertir la devoción a la Visitación o a los Dolores en una dimensión
mariana integrada en su apostolado específico, no sólo desde la ejemplaridad de
la Virgen o en la fuerza de su intercesión, sino como vivencia d