SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS
Compatronos
Los Ángeles en la historia de la salvación y en la vida de la Iglesia
La misión de los Ángeles, dicho en pocas palabras, consiste en adorar a Dios y en cumplir sus órdenes, llevando sus mensajes a los seres humanos. Su nombre indica justamente esa misión de ser portadores de los mensajes de Dios: en la Biblia, la palabra ángel significa mensajero. Es ya célebre la frase de san Agustín al respecto: «El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel».
Apoyada en la Sagrada Escritura y en la tradición, la creencia en la existencia de los Ángeles y su cercanía protectora junto a los humanos ha sido mantenida desde antiguo en la Iglesia y celebrada en la liturgia de la Iglesia universal en esta fecha a partir del año 1608.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos ofrece una síntesis de la tradición y doctrina acerca de los ángeles. Afirma que los Ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Ellos contemplan constantemente el rostro del Padre del cielo. Son «agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra». Tienen inteligencia y voluntad. Son criaturas personales e inmortales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles. Tienen por centro a Cristo, el Señor. Fueron creados por él y para él, con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación. Ellos, desde la creación y a lo largo de toda la historia, anuncian esa salvación y sirven al designio divino de su realización: cierran el paraíso terrenal, protegen a Lot, salvan a Agar y a su hijo, detienen la mano de Abraham, la ley es comunicada por su ministerio, conducen al pueblo de Dios, anuncian nacimientos y vocaciones y asisten a los profetas (cf. nn. 328-336).
Un ángel –Gabriel– anuncia el nacimiento del Precursor y el de Jesús (cf. Lc 1,11.26). Y son los Ángeles quienes, de la Encarnación a la Ascensión, giran en torno a la figura de Jesús, el Verbo hecho carne, como lo atestiguan muchos textos neotestamentarios.
De la ayuda misteriosa y poderosa de los Ángeles se beneficia toda la vida de la Iglesia. En efecto, la Iglesia valora su protección, está confiada de que en ellos descansa la custodia del ser humano desde su nacimiento hasta su partida de este mundo, y celebra en su liturgia la memoria de los arcángeles Miguel, Gabriel, Rafael y de los Ángeles custodios.
La devoción de nuestro santo P. Fundador hacia los Ángeles
Recordábamos hace tres días la especial devoción profesada por san Antonio María Claret hacia el arcángel san Miguel, al poner bajo su advocación y patronazgo la Academia que lleva su nombre, al considerarlo como protector de la Librería Religiosa (cf. Aut 329) y al incluirlo, junto con los ángeles, entre los patronos de la Congregación por él fundada. Pero la devoción de nuestro Fundador por todos los santos Ángeles queda puesta de manifiesto en la confesión que él mismo hace en su Autobiografía cuando dice: «Nunca jamás me olvidaba de invocar al glorioso san Miguel y a los Ángeles custodios, singularmente de mi guarda, al del Reino, al de la provincia, al de la población en que predicaba y de cada una persona en particular» (Aut 268). Y añade: «He conocido visiblemente la protección de los santos Ángeles custodios» (Aut 269).
El Santo testimonia la protección experimentada a través de los Ángeles (junto con la protección de la Virgen María y de otros santos) cuando arreciaban las persecuciones hacia su persona en medio de su actividad misionera. Dice él: «La Santísima Virgen y sus Ángeles me guiaron por caminos desconocidos, me libraron de ladrones y asesinos y me llevaban a puerto seguro sin saber cómo» (Aut 464). Implora de María, Reina de los Ángeles, su intercesión para que los envíe en su auxilio (cf. Aut 272). Y es el mismo Claret quien interpreta como ayuda del cielo la recibida en Marsella, en su viaje hacia Roma siendo joven sacerdote, por parte de un sujeto que le atendió de tal manera que, en palabras del santo, más parecía ángel que hombre (cf. Aut 128).
Lecciones de los Ángeles para nuestra espiritualidad y misión
Al celebrar la memoria de los santos Ángeles es obligado dar gracias a Dios por habernos confiado a su protección. Ellos hacen presente a nuestras vidas, de manera invisible pero eficaz, la providencia de Dios.
Pero, a la vez que le damos gracias y nos acogemos a la protección de sus santos ángeles, hemos de extraer algunas lecciones para nuestra vida. Siendo los Ángeles –unos– asistentes al trono de Dios, a quien adoran, y –otros– mensajeros suyos que cumplen sus órdenes, de ellos aprendamos a adorar a Dios (dimensión contemplativa de nuestra vida religiosa) y a entregarnos a la misión que él quiere que realicemos (dimensión activa o apostólica).
Realizando los Ángeles una función mediadora entre Dios y los hombres, sean para nosotros ejemplo del servicio de intercesión que a muchos de nosotros, en cuanto ministros ordenados, nos corresponde ejercer en la vida de la Iglesia a favor de nuestros hermanos.
Y, siendo ellos mensajeros del designio de salvación de Dios sobre los hombres, nos ayuden a realizar con presteza nuestra misión de evangelizadores, para que seamos portadores de buenas noticias allí donde los más necesitados esperan una palabra de esperanza.
BIBLIOGRAFÍA
- AGUILAR, M. Vida admirable del P. Claret, 2 tt., Madrid 1894.
- FERNÁNDEZ, C. El Beato P. Antonio María Claret, t. I, Madrid 1941
- LOZANO, J. Mª. Apéndice de 1862 a las Constituciones, en CCTT, Barcelona 1972.
- MISIONEROS CLARETIANOS. Nuestro Proyecto de Vida Misionera, II, Roma 1991.