Nació el 22 de febrero de 1863 en Cervera del Río Alhama, provincia de Logroño. Llamado por el Señor al estado religioso entró en el postulantado de Alagón en 1876. Al año siguiente pasó a Thuir, donde terminó los estudios de humanidades y el noviciado. Hizo los votos perpetuos en 1879.
En 1880 fue desterrado de Francia con los demás miembros de aquella comunidad de Thuir pasando a Gracia, donde continuó sus estudios eclesiásticos. En 1885 recibió en Segovia las sagradas órdenes con dispensa canónica de 17 meses.
Se dedicó a la enseñanza y a las misiones, en las cuales manifestó su celo. En 1901 era nombrado Maestro de novicios de la Provincia de Castilla. En 1907 fue elegido Superior Provincial de Castilla. En 1913 cesó de Provincial y pasó a Consultor Provincial y poco después a Maestro de los Padres Jóvenes en Aranda de Duero. En 1922 fue nombrado de nuevo Maestro de novicios y Consultor Provincial. Exonerado de sus cargos pasó a Ciudad Real como confesor de los jóvenes en el año de Perfección. Y allí falleció el 10 de febrero de 1941.
Dotado de buen talento, de un carácter sencillo, de prudencia y don de gobierno. Su exterior no era muy atrayente, pero su bondad, su amabilidad y más que todo sus virtudes singulares, a pesar de su humildad, suplían con creces sus deficiencias físicas, y supo llenar muy bien los puestos para los que fue elegido.
En calidad de Provincial asistió al Capítulo General de 1912 y como de legado de su Provincia al de 1922. Tenía gran amor a los libros, dedicándose al estudio y lectura de obras de ascética, ciencia en la que llegó a ser maestro consumado. Era un gran confesor y un experimentado director de almas. Sus consejos eran buscados por personas de dentro y fuera del Instituto. Desempeñó mucha competencia en la cátedra de Ascética y Mística de los Padres jóvenes que cursaban el año de preparación ministerial.
Todas estas cualidades estaban avaladas por una vida a toda prueba. Destacó por su piedad y unión con Dios. Muy amante de la humildad y mortificación, sufriendo con resignación las cruces anejas a los cargos importantes que desempeñó.
Durante la Guerra Civil española edificó grandemente a la familia que le brindó hospedaje y que lo consideró como un santo. Y en idéntica opinión era tenido en la Congregación y por parte de los seglares que habían penetrado la bondad de su alma y sabían algo de la oración extraordinaria que el P. Guevara practicaba.
José Berengueras