Ordenación sacerdotal del P. Claret

ORDENACIÓN SACERDOTAL DEL P. CLARET

 

Datos históricos

El P. Claret fue ordenado presbítero tres años antes de lo prescrito porque el obispo Corcuera vio en él algo especial. Esto le obligó a proseguir después los estudios de Teología moral mientras trabajaba pastoralmente en Sallent, su pueblo.

La ordenación tuvo lugar el día de san Antonio de Padua. Él mismo la recuerda así: «En el día 13 de junio de 1835 fui ordenado de presbítero, no por el señor obispo de Vich, sino por el de Solsona, por estar enfermo el de Vich, de cuya enfermedad murió el 5 de julio» (Aut 102).

Humanamente hablando, la ordenación presbiteral de Claret no fue una experiencia muy gozosa. Venía de unos largos ejercicios en los que se sintió fuertemente tentado. No pudo ordenarse en su diócesis de Vic por estar enfermo el Obispo. Tuvo que trasladarse a la de Solsona. El obispo ordenante no fue su amigo Corcuera sino fray Juan José de Tejada.

Todas estas contrariedades se iluminaron el día de la primera misa: «Antes de la ordenación de sacerdote hice los cuarenta días de ejercicios espirituales. Nunca he hecho unos ejercicios con más pena ni tentación; pero quizá de ninguno he sacado más y mayores gracias, como lo conocí el día que canté la primera Misa, que fue el día 21 de junio, día de san Luis Gonzaga, Patrón de la Congregación, así como la ordenación fue el día de san Antonio, día de mi santo Patrón» (Aut 102).

El 25 de julio, después de someterse a un examen, recibió las licencias para confesar y predicar. Sus primeras confesiones tuvieron lugar el 2 de agosto, y el primer sermón el 13 de septiembre, fiesta de san Esteban, patrón de Sallent.

Con esta ordenación culminaba un camino iniciado en octubre de 1829 cuando ingresó en el seminario de Vic en calidad de alumno externo. En el otoño de 1832 comenzó el estudio de la teología. El 20 de diciembre de 1834, cuando cursaba el curso tercero de teología, recibió el diaconado, precedido por un mes de ejercicios. Durante la ordenación diaconal, mientras el obispo Corcuera leía las palabras del rito tomadas de san Pablo («No es nuestra lucha solamente contra la carne y la sangre, sino también contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas»), el Señor le dio un claro conocimiento de lo que significaban los demonios que había visto durante su tentación contra la castidad. Desde entonces comprendió que su ministerio presbiteral era una lucha contra todo lo que se opone al Reino de Dios, armado con la fuerza de la Palabra y sostenido por el amor materno de María.

Mensaje espiritual

            Para Antonio María Claret la ordenación presbiteral significó un momento importante de su itinerario vocacional, pero no el punto de llegada. Necesitó tiempo para perfilar el modo concreto de ejercer el ministerio. Como señaló el Capítulo General de 1967, Claret «vivió el sacerdocio como su manera propia de entregarse a Dios, de vivir unido a Cristo y a la Iglesia. En su vocación presbiteral y apostólica descubrió la necesidad de vivir evangélicamente imitando, en todo, la vida del Señor y de los Apóstoles, enteramente desprendido de sí y entregado al anuncio del Evangelio» (PE 35).

            De las tres dimensiones clásicas del ministerio (predicar, santificar, gobernar), Claret se sintió más identificado con la primera, aunque sin descuidar las otras dos. La tarea de predicar no se reduce al ejercicio de anunciar la Palabra. Él mismo lo explica así en la Autobiografía: «El Venerable Avila fue un día preguntado por un joven Sacerdote qué es lo que debía hacer para salir buen predicador, y le contestó muy oportunamente: amar mucho. Y la experiencia enseña y la historia eclesiástica refiere que los mejores y mayores predicadores han sido siempre los más fervorosos amantes» (Aut 440). Por eso, para él la virtud que más necesita un sacerdote que quiera ser un verdadero misionero apostólico es el amor (cf. Aut 438).

            El P. Claret vivió un itinerario que lo fue llevando del ministerio ordenado entendido casi exclusivamente en clave cultual al ministerio profético evangelizador (sobre todo, en la etapa de misionero apostólico en Cataluña y Canarias) y posteriormente como experiencia de servicio pastoral (a partir de su nombramiento como arzobispo de Cuba). El ministerio fue para Claret participación en el sacrificio de Cristo y configuración interior con Él, con una marcada impronta mariana.

            Al conmemorar en esta fecha su ordenación, no solo evocamos un hecho de su vida, sino que miramos a nuestro presente. Es un estímulo que nos impulsa «a la acción de gracias, el entusiasmo y la fidelidad vocacional, la comunión intraeclesial, la coherencia de vida ministerial, el dinamismo evangelizador y la revisión de nuestro estilo de vida comunitaria, de nuestras estructuras y de nuestros servicios pastorales. Siempre se es sacerdote para los demás y, por tanto, servidores sensibles y comprometidos con las angustias y esperanzas de los hombres, sobre todo de aquellos que por cualquier motivo están marginados» (4, p. 19).

BIBLIOGRAFÍA

  1. ALONSO, G. La figura del sacerdote claretiano en nuestras Constituciones y en los documentos de renovación posconciliar en VARIOS, Sacerdotes misioneros al estilo de Claret, Madrid 1985.
  2. ALONSO, G. Meditación en Solsona en VARIOS, Sacerdotes misioneros al estilo de Claret, Madrid 1985.
  3. ARAÚJO OLIVEIRA, A. Reinterpretación de la experiencia sacerdotal de Claret a la luz del magisterio posconciliar en VARIOS, Sacerdotes misioneros al estilo de Claret, Madrid 1985.
  4. BOCOS MERINO, A. Sacerdotes Claretianos. Nuestra renovación ministerial, Madrid
  5. VIÑAS COLOMER, J. Mª. La experiencia sacerdotal del P. Claret en VARIOS, Sacerdotes misioneros al estilo de Claret, Madrid 1985.