JUAN ECHEVARRÍA
Desde Meñaca (Vizcaya) a la cumbre del sacerdocio (1886-1936)
Juan Echevarría nace el I0 de noviembre de 1886. En la partida de bautismo el sacerdote D. Juan José Ortúzar, que ha celebrado la ceremonia, resume la procedencia de todos los participantes, padres, abuelos y padrinos del neófito, cuyos lugares de nacimiento y residencias ha consignado, con la frase “todos son de esta provincia de Vizcaya”. Juan Martín de Echevarría y de Maurulagoitia ha nacido, en efecto, en Vizcaya, en la villa de Meñaca y ha sido bautizado en su iglesia parroquial de Santa María de Meñaca. A los seis años, el día 26 de Agosto de 1892, es confirmado en la iglesia de San Pedro de Munguía, con ocasión de la “Santa Pastoral Visita”, que realiza el obispo de Vitoria D. Ramón Fernández de Piérola y López de Luzuriaga.
La pequeña localidad de Meñaca, de mil habitantes, está situada al pie sur del Sollube en una extensa vega, rica en fuentes, como señala el Madoz, y está integrada por la anteiglesia que le da nombre y por los barrios de Meñacabarrena, Mesterica y Emerando. Además de los cultivos comunes de la zona, posee minas de pirita. La residencia familiar es el caserío o agrupación Amézagaerdicoa, no 4.
Juan Echevarría procede de una familia muy cristiana, en la que ya ha florecido la vocación religiosa en Tomás, ocho años mayor que nuestro protagonista, que ha ingresado en la congregación claretiana y ha sido en ella figura muy destacada como predicador y misionero popular de notable trayectoria y como escritor e investigador muy destacado 2”. A los trece años, en 1899, Juan sigue el camino de su hermano e ingresa en el postulantado de Valmaseda. La escolarización que aporta prestigia la enseñanza de su pueblo. Superados los exámenes de Gramática, de Aritmética y de Historia Sagrada, ingresa directamente en el curso segundo de Humanidades, bajo la dirección del P. Jerónimo Benito. Sus calificaciones de talento y aplicación son máximas y cercanas las de aprovechamiento. En los años de Sintaxis y de Retórica, en los que cuenta con notables profesores, los PP. Benito Núñez y Ángel Viyuela, mantiene el mismo nivel.
“Niño en el Postuiantado de Valmaseda, debió de ser como en el año en que cursaba lógica lo veía uno de sus compañeros, de buen carácter, comunicativo, vivaracho y alegre, y como después fue toda la vida, porque lo llevaba en el temperamento, aunque eso de vivaracho se pudo transformar con el peso de los años y de la masa en cierto aplomo solemne, no exento de procurada elegancia, que le distinguió después.
En agosto de 1902 inicia en Segovia el año de noviciado que culmina con la profesión religiosa el día de la Asunción de 1903. De este año nos queda el informe de su P. maestro, Pedro Ladrón de Guevara, dictamen que avalora la personalidad eminente y el profundo don de conocimiento que atesoró este santo varón, elevado a los mayores cargos y responsabilidades. “Es —atestigua del candidato a profeso Juan Echevarría— en talento Meritissimus, piadoso, dócil, pero extremadamente sensible y nervioso, de imaginación muy viva, que le hace padecer escrúpulos algunas veces y obrar muchas veces con ímpetu y precipitación, aun en el andar, escribir, etc. A pesar de sus esfuerzos y buena voluntad no puede conseguir todo lo que desea; bastante, sí que ha logrado. Su garganta ha mejorado mucho después de tanto tiempo, pero no está completamente bien”. Por varios testigos y las fotografias guardadas sabemos que para estos momentos, sus dieciocho años es un muchacho alto, de casi uno ochenta, rubio, de complexión fina y de facciones agradables.
En el mismo día de la profesión ha recibido la tonsura clerical en la capilla del palacio del obispo. A continuación ha participado en la gran velada, ofrecida a la ciudad, a la que ha asistido lo más granado de ella y jefes y cadetes de la Academia de Artillería, como relata ufana la crónica. Inmediatamente de la profesión el neoprofeso se traslada con su curso a Cervera, donde va a cursar solamente el primer año de Filosofia. Se han reestructurado las Facultades de estudios, al asentarse el funcionamiento de las recién establecidas provincias en la Orden, y en septiembre, en Segovia de nuevo, comienza segundo de Filosofia el Sr. Juan Echevarría, como es usualmente nombrado desde su ingreso en Valmaseda nuestro joven Metafisico.
En el curso siguiente, de Ética, 1905-1906, el Sr. Echevarría completa el ciclo de Filosofia y pasa al teologado de Santo Domingo de la Calzada, donde cursa toda la Teología, los tres años de Teología Dogmática y los dos de Derecho y Moral. “En los años de Teología —afirma el citado P. C. Fernández— han llegado algunos destellos de su temperamento artístico, paralelo a sus condiciones intelectuales científicas, bien dotado, fundamentalmente jugoso y rico”. De esta importante etapa de la carrera sacerdotal tenemos el juicio del P. C. Fernández. “Sólo por indicios y conjeturas podría hablarse de su temperamento artístico de entonces y de su aplicación y aprovechamiento en los estudios y de su conducta moral. En los años de Filosofia y de Teología ya se le puede dibujar mejor. De talento sobresaliente, daba buena cuenta de sí en materias científicas, donde el talento natural, sin los esfuerzos de la memoria y del estudio afanoso llevaban las primeras partes; así figura con excelentes notas en Metafisica, Ética, 20 y 3 0 de Teología y 1 0 de Derecho Canónico”. En mayo de 1907 ha recibido las Órdenes Menores, en ceremonia presidida por el preconizado arzobispo de Sevilla, Almaraz.
En la Cuaresma de 1910, el viernes 3 de abril, el Sr. Echevarría inicia su ascenso al altar con la recepción del subdiaconado en Calahorra, de manos del administrador apostólico de la diócesis, D. Manuel San Román y Elena. El ll de marzo de 1911, témporas de Cuaresma, es investido diácono, también en Calahorra. Acabada ya la carrera, el día 16 de julio, domingo y festividad de la Virgen del Carmen, recibe la ordenación sacerdotal de manos del arzobispo de Burgos, D. Benito Murúa y López.
El próximo paso en la carrera sacerdotal del P. Juan Echevarría es el año de Pastoral en Aranda de Duero, donde se inicia en los ministerios, culmina su formación en Moral y Oratoria y amplía sus conocimientos de Derecho Internacional y otros saberes complementarios.
Primeros destinos
El primer destino del P. Juan Echevarría es Segovia, en cuyo colegio postulantado comienza su vida misionera, enseguida muy activa, aun cuando limitada los dos primeros años por sus clases en el curso de Analogía y en el de Retórica. En el curso 1913-1914 sucede en sus clases de Retórica al futuro compañero de comunidad y de martirio en Madrid, P. Emilio López Ganuza. Su labor como profesor, escribe el severo crítico que es el P. C. Fernández, se caracteriza, naturalmente, por esta manera de ser del profesor; “de poco esfuerzo, pero de influjo orientador, por su gran talento y buen gusto. La literatura y la oratoria, como él las entendía y practicaba, fueron las principales aficiones que no sin éxito se esforzó en despertar; ejercicios escritos y ensayos oratorios los prodigaba en las clases, aunque fuesen de matemáticas o de Historia de España. Él mismo, a veces, ante el espejo educaba su voz y sus formas declamatorias, recitando a Núñez de Arce. En general, su actuación como profesor es recordada con elogio y cariño de los que fueron sus discípulos”.
El P. Echevarría se revela muy pronto como especialmente dotado para la predicación, como presagiaba todo su currículo desde las Humanidades, y como personalidad exuberante y activa. Su nombre aparece inmediatamente en los libros de ministerios y empieza a ser solicitado en la iglesia de la casa, en la que predica asiduamente. Ya en 1912 ha predicado en algunos pueblos, como Zarzuela del Monte, Valtiendas, Yanguas, Valverde y Otero de los Herreros, donde vuelve para predicar la Semana Santa de 1913. Ha viajado también al vecino San Rafael y a Madrid, donde se ha solicitado su predicación. Para la Inmaculada de este año viaja a Larrauri con su hermano el P. Tomás y predica allí un triduo.
En el verano de 1914, liberado ya de clases, comienza su carrera de orador sagrado, que es su vocación más genuina y que va a desempañar de por vida como misión fundamental. “Después de estar dos años de ministerio docente, el P. Echevarría quedó en Segovia como predicador; exactamente el predicador que tantos conocieron después, con algunos altibajos, según el interés con que se preparaba, con triunfos que deslumbraban, con maneras que se discutían, aunque las discusiones y las mismas recriminaciones no alterasen el ánimo del predicador”. Por poco tiempo, por cierto, lo empeña en Segovia, donde no encuentra campo suficiente para llenar sus ansias y fuego juvenil, a pesar del eco dejado en el Triduo de Carnaval, que ha predicado en nuestra iglesia, y de la Cuaresma, en la que toda Segovia lo ha escuchado en la catedral, como comenta el boletín de la diócesis de ese año.
Se piensa en Tolosa, como destino apropiado para él, y allí lo encontramos a principios de 1916 Seguramente, además, sus perspectivas son más amplias y piensa en otro destino más realista para sus propósitos. En enero de 1917 está ya en Calahorra en continua actividad ministerial. En Tolosa, a pesar de sus animosas disposiciones, estuvo muy poco; no había trabajo. Antes del año ya se encontraba en Calahorra, a propósito de lo cual escribía al P. Alsina el 27 de marzo de 1917 desde Valmaseda: “Hace ya dos meses que el M.R.P. Provincial me destinó a la casa de Calahorra, en vista del poco trabajo que había en Tolosa. Aquí en Valmaseda, estoy predicando la Cuaresma en la parroquia principal; la concurrencia es verdaderamente grande, y Dios haga que lo sea también el fruto”. Desde la etapa de Calahorra su lanzamiento como predicador de la mayor aceptación y demanda es ya un hecho reconocido entre sus hermanos de las comunidades claretianas.
Conforme la aceptación de sus predicaciones iba acrecentando su fama y se iban ampliando los círculos de su actividad, el P. Echevarría se veía animado por toda clase de oyentes a publicar algunos de sus sermones y conferencias. En 1919 ha comenzado a escribir comentarios a las Intenciones de la Archicofradía del Corazón de María para El Iris de Paz. Su éxito es extraordinario. Se ve obligado, a instancias del mismo Rvmo. P. Martín Alsina, a continuar durante el año siguiente, que “en efecto —dice el P. C. Fernández— escribió bien pensadas y trabajadas, sin duda alguna de las mejores que se hayan publicado”. Para este momento ya todos empiezan a vaticinar su porvenir como miembro de la comunidad de Buen Suceso de Madrid. Y no yerran en su pronóstico.
En la casa de Madrid
De sus años de Madrid, de 1921-1936, vale para el P. Echevarría, de modo destacado, junto con el P. Salvador Esteban, muy aceptado en la capilla del Palacio Real, lo que se afirma en la Memoria de la casa en 1934. “La Palabra de Dios se distribuye abundantemente en nuestra iglesia y en otras iglesias de la Capital y de la Diócesis; extendiéndose, a veces, la actividad ministerial de los nuestros a remotas zonas de la Península”.
Entre la movilidad de sus trabajos apostólicos, en viaje a Roma, donde ha dado varias tandas de ejercicios espirituales, ha vivido una curiosa situación, que él mismo no omite comunicar, no sin cierto humor, al Rvmo. P. Nicolás García. Alguien le ha insinuado, dada su trayectoria de orador de altos vuelos y de denso pensamiento y del éxito de sus colaboraciones en El Iris de Paz y en su celebrada biografía del hermano Giol —a las que nos hemos de referir— que no sería inoportuno presentarse a la obtención del doctorado en Teología en la Sapienza.
Por los días de su llegada a la casa de Madrid el P. Juan Echevarría ya ha acumulado alguna producción literaria, aunque no muy amplia, que le ha ido creando prestigio de buen escritor. La publicación en El. Iris de Paz, de 1919 y de 1920, de sus Intenciones de la Archicofradía, a las que nos hemos referido, ha sido la primera manifestación de su genio de escritor, que por su calidad literaria y por su densidad doctrinal le ha otorgado fama como literato.
El más celebrado de los libros del P. Juan Echevarría en su corta etapa de plenitud, trágicamente truncada, es el titulado Horas del corazón, que recoge sus artículos de El Iris de Paz, remodelados con gracia y amenidad El libro alcanzó rápidamente tres ediciones, a pesar de la violenta interrupción de la vida en España, cuando estaba en el cenit de su difusión. Su contenido está bien definido en el prólogo. Su forma y estilo también son descritos en el prólogo: “ideas en brote; imágenes en flor; brochazos de luz; líneas de orientación; visión de horizontes, que descubran nuevos horizontes; algo, en fin, que despierte, que inspire, que haga pensar y sentir, llevando al espíritu el misterio de una noble fecundación…, tal es el carácter de este libro, que ofrezco a los lectores, como un itinerario del alma… “. Es libro de gran belleza literaria, muy pensado y meditado, riguroso en su estructura y en su forma original y sugestiva. Con ocasión de la beatificación del P. Claret, aunque es obra que tenía pensada desde joven, el P. Echevarría publica Recuerdos del Beato R Claret. Es libro que puede definirse como anecdotario de interés, por lo bien seleccionados que están sucesos y situaciones, momentos edificantes o emotivos y de humor. Ha alcanzado también varias ediciones.
Como apostilla C. Fernández, “en verdad, en el fondo de su alma, tan rica como sencilla e infantil, era más bueno de lo que algunos pensaban; y acaso por ello, Dios, que ve las interioridades, le escogió como víctima en el gran sacrificio que pidió de España en la revolución y consiguiente contra-revolución de 1936”.