GABRIEL CAMPO VILLEGAS

GABRIEL CAMPO VILLEGAS

Llegó a la Comunidad Asistencial de Zaragoza, desde su Comunidad barbastrense, buscando apoyo para recuperar su salud, en la competencia del Director de la Enfermería, el Hermano Pascual Hernando, y en la cercanía de médicos especialistas.

Gabriel y yo desde hace años disfrutábamos de empatía. Por tanto era connatural a nuestro trato conversaciones confidenciales. Una noche paseando por el patio interno de la casa, me contó el inicio de su vocación. Cursaba cuarto de Derecho en la Facultad de Zaragoza. No hacía mucho, su hermano mayor Elías, había formado un hogar cristiano ejemplar. Esta era su perspectiva. Sin embargo de vez en cuando le inquietaban unos ramalazos de vocación misionera. Entonces con un rasgo típico de su manera de ser: mirar de frente a los problemas, se dirige a Jesucristo y con decisión sale de su corazón alborotado esta súplica: “¡Señor, Tú sabes que yo quiero formar un hogar cristiano, como mi hermano Elías, pero si Tú quieres otra cosa de mí, házmelo conocer!

Sin razonamiento alguno y de una manera fulminante, decidió: Seré Misionero. Notó mi amigo mi impresión ante esta confidencia. Entonces añadió: A mí, nadie me puede hacer dudar de la eficacia de la oración, porque la he experimentado con fuerza en mi propia vida.

No rompo ningún secreto confidencial, porque él mismo siguió explicándome que había dado este testimonio públicamente en sus charlas a sus grupos juveniles. He escrito en el epígrafe: Confidencia clave, porque creo que esa experiencia profunda marcó su camino de discípulo. Como Pablo, podía decir que había sido alcanzado por Cristo Jesús y ahora le tocaba a él correr detrás del Maestro para intentar alcanzarle,

Y que no demoró el comienzo de su persecución, lo demuestra el hecho de que no esperó hasta acabar su carrera de abogado y así madurar su decisión. Estas prudencias humanas no entran cuando Jesús se hace presente de modo tan inmediato y exigente. ¿No dejaron los hijos del Zebedeo inmediatamente las redes? ¿Acaso esperaron a que su padre pudiera encontrar suplentes?

Interrumpió, pues, sus estudios y con la ayuda del P. Evencio Zubiri, tramitó su pronto ingreso en el Noviciado Claretiano de Vic.

El talante decidido del nuevo novicio, lo captó intuitivamente su connovicio Jorge Manuel Ayala. Lo manifiesta por escrito: “El P. Maestro, Felipe Calvo, me asignó en la sala de estudio un pupitre contiguo al de Gabriel. Su seriedad y rectitud no dejaban de impresionarme permanentemente… Del Noviciado me llevé grabada su imagen de joven decidido, recto, claro de ideas, amigo de todos“.

Estudios y ordenación sacerdotal

Enviado a Roma para cursar, en el Colegio Internacional Claretiano, la Teología, manifestó pronto sus ambiciones intelectuales y empezó a prepararse a fondo para sus afanes apostólicos. Además de la Teología, se licencia en Filosofía en el “Angelicum” y se titula en Ciencias Sociales en la Gregoriana y en Cinematografía en la “Pro Deo”. Todo sin añadir años de permanencia en la Urbe. Su capacidad intelectual le posibilita ese amplio abanico de estudios.

De Roma llega destinado a Xátiva con la mochila llena de ilusión, cuando está a punto de inaugurarse el gran Colegio de I a y 2a Enseñanza y el Filosofado de la recién nacida Provincia de Aragón.

Comienza su febril actividad. Profesor de Filosofía de los seminaristas claretianos, de literatura a los bachilleres. Y aún saca tiempo para licenciarse en Filosofía en la Universidad civil de Valencia. Más tarde, en 1974, se doctora en Filología Románica, con calificación de sobresaliente, en la Universidad de Zaragoza. Su tesis doctoral trata de “El drama de la libertad de Antonio Buero Vallejo”. En 1983, gana las oposiciones a cátedra de Instituto con el número 1 de España.

Vuelvo a su primer destino en Xátiva, donde comienza a manifestar su garra en el trato con la juventud. Testifica el P. Ayala: “Quienes conocieron de cerca a Gabriel saben que en el trato con los jóvenes era un maestro. Conectaba enseguida con sus preocupaciones. Les llegaba al alma porque lo veían sincero, piadoso, deseoso de hacer el bien. Las charlas, el cineclub, los retiros y ejercicios espirituales, las excursiones, formaban parte de su incansable apostolado juvenil”.

Escaramuzas literarias

Su vocación misionera no ahoga su innata vena literaria. El Diario del alto Aragón, en el que publicó innumerables artículos, lo recuerda en una amplia y emocionada nota necrológica: “Al regreso a España, publicó su primera novela «El pecado del justo» (Plaza Janés 1964), después de salvar tres previas censuras”.

Pienso que no es exacta esta última afirmación. Soy testigo de que lo único que ocurrió fue que tuvo que pulir algunos tacos que salían de la boca de algunos de sus personajes, porque al pudibundo censor de la Curia Diocesana de Valencia, no le cuadraba que en una novela escrita por un sacerdote, aparecieran “tacos”.

Y se suceden las publicaciones y premios literarios: “Relatos de última hora”; “Los hombres nacen dos veces”; “Seis testigos”, “Motín en la Universidad”… Ocuparía dos folios la relación de sus libros, folletos y no digamos si quisiéramos investigar sus cientos de artículos.

Es incansable escritor por sus motivaciones. Ve en libros y artículos una plataforma evangelizadora y posibilidad de romper lanzas por los derechos humanos.

Para la historiar y no fue el único conflicto con la policía del régimen franquista, quiero relatar los ocurrido durante su estancia en la Comunidad Setabense, por el artículo titulado “La tortura de Juan Domingo Bisquert”, aparecido en nuestro “Iris de Paz”, dirigido entonces por Pedro M a Casaldáliga.

Saltó lo inesperado. El partido comunista clandestino de Madrid, sin permiso alguno fotocopia y difunde cien mil ejemplares del artículo firmado por G. Campo Villegas. El hecho provoca una citación al autor del artículo en el Cuartel de la Guardia Civil de Xátiva.

La citación provoca un cierto temor en nuestro P. Gabriel y un suspiro de alivio al decirle el P. Superior: “Queda tranquilo, yo iré a hablar con el capitán de la Guardia Civil”.

No estará de más advertir que en esos años el Superior de los misioneros era una autoridad moral entre los setabenses. Usufructuaba la herencia recibida de Superiores anteriores de gran prestigio, como el mártir P, Gordon de la Serna, el P. Alberto Goñi, el P. Julián Labastida y otros.

La conversación apaciguó la tormenta, porque el P. Superior topó con un “Comandante en Plaza” joven. Pero discreto y comprensivo. Tuvo que aceptar que el artículo no era una falsedad, sino se había escrito con pruebas seguras de lo acontecido. Y la autoridad del joven capitán quedaba salvada antes sus altos mandos, porque el P. Superior le aseguró que no se volvería a dar pie a las actividades clandestinas del partido comunista.

Su apostolado con los jóvenes

En todas las ciudades de su periplo como profesor y catedrático de Instituto, dejó huellas de su celo claretiano. Sin embargo, para no hacerme prolijo, copio un fragmento del testimonio emocionado, que en la Misa Funeral, leyó uno de los componentes del Grupo RASAL, de Monzón:

El Señor te cruzó en nuestro camino cuando más te necesitábamos. Viniste silenciosa y calladamente, con la humildad que te caracterizaba Poco a poco empezaste a preocuparte por nuestras cosas, a darnos sabios consejos y comenzó una larga y fecunda amistad. Gracias porque nunca escuchamos ningún reproche, nos aceptaste tal y como éramos. No querías cambiarnos, querías conocernos, querernos y seguir guiándonos en el camino de la fe.

“Recordamos los primeros retiros y charlas en los que abrías tu corazón de creyente para decirnos que la oración, la Eucaristía, los Sacramentos, e/ Sagrario eran los pilares fuertes de/ Cristiano y que a través de ellos conoceríamos e/ amor que Dios nos tiene. “Nos enseñaste a afrontar la vida desde una perspectiva positiva, a ver lo que tenemos y no estar permanentemente viendo lo que nos falta, que es más lo que nos une que lo que nos separa y que al margen de tal o cual pertenencia a un grupo lo importante es el bien común, e/ bien de la Iglesia y de la Evangelización…

“Muchos jóvenes tienen e/ buen recuerdo de tu buen hacer, han sido muchos años de Colonias, de Encuentros y reuniones. Nosotros crecimos, formamos familias y tú seguías aceptándonos y formando parte de nuestras vidas… todos te debemos mucho. Siempre has estado ahí. Siempre te hemos encontrado en tu sitio los que buscábamos desde el Evangelio y desde la amistad una palabra de consuelo y de esperanza… “Gracias por hacerte compañía y testigo silencioso, muchas veces sin saberlo, de tu paso por nuestras vidas.

‘Escucha, Señor, nuestra oración y escucha también todo aquello que nuestro corazón no sabe decir. “¡Gracias P. Gabriel! Tú has sido nuestra mejor Universidad.

Tu Grupo de RASAL”.

Este ferviente testimonio es emblemático y no hace falta reiterar más, Los montisonenses acompañaron a su querido P. Gabriel la tarde del día de su muerte y el tres por la mañana. Se separaron de sus restos solamente cuando la pesada losa del sepulcro se cerró sobre su ataúd. Se juntaron a nuestra pena con un dolor filial que emocionaba.

Su fidelidad a la Iglesia

Hay que leer despacio su libro “Esta es nuestra sangre”, para adivinar a través de la odisea de los jóvenes claretianos mártires la coincidencia de amores a Cristo Jesús, la Virgen Madre, la Iglesia y la Congregación. Pero quizá por los ataques furibundos de nuestra sociedad actual para desprestigiar a la Iglesia y así difuminar y encerrar en las sacristías los valores que anuncia, hacía que el P. Gabriel fuera especialmente activo en su defensa. De nuevo acudo al testimonio del P. Ayala, connovicio y siempre amigo:

Gabriel tenía claro que el sacerdote necesitaba estar preparado intelectualmente, porque se avecinaba la guerra de las ideas, sobre todo dentro de la Iglesia. En este punto, su criterio fue siempre e/ mismo: seguir el magisterio del Santo Padre y de la Jerarquía de la Iglesia. Su fe en Jesucristo y en su depositaria, la Iglesia Católica, no tenía por qué estar a/ albur ni de ideologías ni de novedades teológicas que no vinieran avaladas por la autoridad eclesiástica”.

Añadiría a este testimonio que a esta actitud se sumaba la pena que sentía por los que caminaban haciendo equilibrios o desequilibrios por los aleros de un relativismo moral o dogmático.

Y yo debo decir que para mí suponía una fiesta conversar con él sobre temas teológicos o literarios. Era un intelectual nato que le gustaba estar al día y sus comentarios tenían la chispa de un buen humor dosificado.

Y por fin, los Mártires

Nuestra Congregación Claretiana tiene un gran honor y una gran responsabilidad: Sus mártires de 1 936. Como dice el arzobispo Claretiano, Fernando Sebastián en el prólogo de “Esta es nuestra sangre”: «Nuestro cristianismo no será históricamente normal ni evangélicamente verdadero, mientras no nos sintamos serena y cálidamente herederos de estos testigos de/ Evangelio de Jesucristo».

Pero es necesario conocer esta herencia y aceptarla gozosa y responsablemente. Por esta razón tenemos una deuda impagable con nuestro hermano Gabriel Campo.

Nadie como él ha dado a conocer a la Congregación implantada ya en los cinco Continentes, la gesta gloriosa de nuestros Mártires de Barbastro. Ya ha pasado la inmediatez que fue el humus en el que nos formábamos los candidatos de la década de los años cuarenta al cincuenta. La radicalidad y el entusiasmo misionero se contagiaba espontáneamente por la familiaridad cercana del Seminario Mártir. La fidelidad a la vocación de los que prefirieron morir antes que abandonar su vocación nos estimulaba. Nos sentíamos fruto de la ofrenda de su sangre para que la Congregación llegase con su carisma evangelizador a todo el mundo.

Pero el tiempo pasa y apaga el dolor, la emoción y hasta la memoria. Y la distancia dificulta comprender lo ocurrido a miles de kilómetros. El P. Gabriel ha luchado para vencer el olvido que puede fluir por el paso de los años, y para acercar las distancias.

En 1990 aparecía su libro “Esta es nuestra sangre” que actualizaba y completaba la benemérita obra de J. Quibus “Misioneros Mártires” que tiene la frescura de la inmediatez.

El trabajo del P. Campo, tiene entre otros valores el haber recibido testimonios directos de milicianos supervivientes exiliados en Francia. Supo entrar en su círculo exhibiendo su título de hijo del alcalde republicano de Barbastro. Son dos las ediciones y a punto de ver la luz la tercera todavía más completada con nuevas investigaciones. Libro solicitado por los numerosos peregrinos que visitan el impactante Museo de los Mártires y la Capilla y Cripta que guarda en sus urnas de cristal los restos gloriosos.

Pero el que ha recorrido el mundo entero, ha sido su folleto de 58 páginas “Mártires Claretianos de Barbastro”. Pasan de cuarenta mil los ejemplares distribuidos. No tengo datos de las diversas traducciones. Me consta la emoción de nuestros seminaristas de Lupang (Timor). Su Rector el P. José Miguel Celma relataba la emoción de aquellos jóvenes indonesios que no quisieron ir a dormir hasta devorar el folleto traducido a su lengua materna del folleto del P. Gabriel. Y comentaban entusiasmados: Nosotros iremos a evangelizar donde nuestros hermanos mayores mártires no pudieron ir por su martirio. Y pegaban a su pupitre las estampas de los mártires beatificados aquél mismo día 25 de octubre de 1992.

Como Vicepostulador nombrado en 1999, tuvo ocasión de impulsar más y más la devoción a los jóvenes mártires. Actualizó y relanzó la hoja trimestral que daba a conocer las visitas y testimonios de los visitantes y no faltaban de vez en cuando editoriales acertados de su incisiva pluma. Además no hay que olvidar las colaboraciones sobre el tema en periódicos y revistas.

Alargó su entusiasmo y tomó a su cargo el dar a conocer al mártir gitano Ceferino Jiménez. Tradujo la excelente biografía escrita por Don Mario Ribaldi, capellán itinerante de los gitanos de Italia, Aceptó ser Vicepostulador de su causa y escribió el sugerente folleto de 55 páginas: “El Pelé. El Primer gitano mártir”, que ha alcanzado ya sus tres ediciones. i

 

Al atardecer de la vida

Nuestro P. Gabriel sufría un proceso depresivo bipolar crónico, que era superado en distintas etapas de su vida, precisamente por su entrega y actividad misionera como profesor, escritor, conferenciante (era un gran experto en el tema de la Santa Sábana de Turín, y temas de redacción literaria) y animador de grupos juveniles.

Pero al final del año 2006, vino a refugiarse en la Casa Asistencial de Zaragoza porque confiaba en la competencia del Director de la enfermería. Lamentablemente los cuidados y atenciones del Dr. Padilla, del Hermano Pascual Hernando y la acogida fraterna de la comunidad no pudieron parar el deterioro progresivo. Y es que a su enfermedad crónica se añadió un tumor de próstata asociado a infecciones urinarias.

Es en estos momentos cuando aparece su profunda espiritualidad. Rezaba, ofrecía al Señor su dolorosa situación.

La Provincia de Santiago comenzaba su singladura. Le sugerí ofreciese todo su sufrimiento por la nueva Provincia. Me dijo escuetamente: SÍ. Era la culminación de su rotundo sí, cuando, joven universitario, el Señor Jesús salió fulminantemente a su encuentro.

Y vuelvo a citar, ya por última vez, al P. Jorge Ayala para completar con el valioso testimonio de un amigo las manifestaciones últimas de su profunda vivencia de fe:

“Su cuerpo estaba débil, pero mantenía firmes las convicciones de siempre: ser un hijo fiel de la Iglesia y de la Congregación. “En la tarde anterior a su fallecimiento, Gabriel me dio, sin pretenderlo, su última lección: «Sólo quiero rezar. Ayúdame a rezar». “Rezamos repetidamente el rosario, la salve, las jaculatorias, a las que asentía con la mirada fija en la mía. No quería descanso ni otro alivio. Sólo el rezo le consolaba en aquellos momentos. “Así trascurrió nuestro último encuentro. A/ despedirme, yo era consciente del abismo que se abría entre ambos para siempre. Pero, de nuevo fue su entereza y su fe las que vinieron en mi auxilio, Confieso que nunca había experimentado la muerte con tanta proximidad y hondura como la de Gabriel”.

Alfredo Ma. Pérez Oliver, cmf.