FUNDACIÓN DE LA CONGREGACIÓN, 1849
Ofrecemos una serie de textos carismáticos, tomados del Fundador y de los Cofundadores, referentes a la fundación de la Congregación, que pueden enriquecer el Oficio Propio de esta Fiesta congregacional.
Intención fundacional
«Viendo la gran falta que hay de predicadores evangélicos y apostólicos en nuestro territorio español, los deseos tan grandes que tiene el pueblo de oír la divina palabra y las muchas instancias que de todas partes de España hacen para que vaya a sus ciudades y pueblos a predicar el Evangelio, determiné reunir y adiestrar a unos cuantos compañeros celosos y así poder hacer con otros lo que solo no puedo» (P. Fundador al Nuncio Apostólico, Vic 12 agosto 1849).
Textos autobiográficos
«A mediados de mayo llegué a Barcelona y me retiré a Vich, y hablé con mis amigos los Señores Canónigos D. Soler y D. Passarell del pensamiento que tenía de formar una Congregación de Sacerdotes que fuesen y se llamasen Hijos del Inmaculado Corazón de María. Ambos a dos acogieron muy bien mi pensamiento, y el primero, que era cabalmente Rector del Seminario de Vich, me dijo que tan pronto como salieran los Colegiales o Seminaristas para sus casas a pasar las vacaciones, nos podíamos reunir nosotros en el mismo Seminario y habitar sus cuartos, y mientras tanto Dios nuestro Señor dispondría otro local» (Aut 488).
«Este mismo pensamiento le propuse yo al Ilmo. Sr. Obispo de Vich, D. D. Luciano Casadevall, que me quería muchísimo, quien aplaudió sobremanera el Plan que yo le había manifestado, y convinimos que durante las vacaciones viviésemos en el Seminario, y él entre tanto haría habilitar el Convento de la Merced, que el Gobierno había dejado a su disposición, y así se hizo. El Sr. Obispo dispuso el local correspondiente en el convento de la Merced, y yo entre tanto hablé con algunos Sacerdotes a quienes Dios nuestro Señor había dado el mismo espíritu de que yo me sentía animado. Estos eran: Esteban Sala, José Xifré, Domingo Fábregas, Manuel Vilaró, Jaime Clotet, Antonio Claret, yo, el ínfimo de todos; y, a la verdad, todos son más instruidos y más virtuosos que yo, y yo me tenía por muy feliz y dichoso al considerarme criado de todos ellos» (Aut 489).
«El día 16 de julio de 1849, hallándonos ya reunidos, con aprobación del Ilmo. Sr. Obispo y del Sr. Rector, empezamos en el Seminario los santos ejercicios espirituales nosotros sólos con todo rigor y fervor, y como cabalmente en este día 16 es la fiesta de la santa Cruz y de la Virgen del Carmen, por tema de la primera plática puse aquellas palabras del Salmo 22: Virga tua et baculus tuus ipsa me consolata sunt, v. 4. Aludiendo a la devoción y confianza que hemos de tener en la santa Cruz y en María Santísima; aplicando además todo el salmo a nuestro objeto. De aquellos ejercicios todos salimos muy fervorosos, resueltos y determinados a perseverar, y, gracias sean dadas a Dios y a María Santísima, todos han perseverado muy bien. Dos han muerto y se hallan actualmente en la gloria del cielo gozando de Dios y del premio de sus trabajos apostólicos y rogando por sus hermanos» (Aut 490).
«Así empezamos y así seguíamos guardando estrictamente una vida perfectamente común. Todos íbamos trabajando en el sagrado ministerio. Concluidos los ejercicios que yo di a la pequeña y naciente Comunidad, me dijeron que diera otros ejercicios espirituales al clero de la ciudad de Vich en la Iglesia del Seminario. Cuando he aquí que el día 11 de agosto, al bajar del púlpito al concluir el último acto, el Ilmo. Sr. Obispo me manda que vaya a Palacio, y al llegar allí me entregó el Real Nombramiento, fechado del día 4 de agosto, para el Arzobispado de Cuba. Yo quedé como muerto con tal noticia. Dije que de ninguna manera aceptaba y así supliqué al Sr. Obispo que se dignase contestar por mí diciendo que de ninguna manera aceptaba» (Aut 491).
«¡Oh Dios mío, bendito seáis por haberos dignado escoger [a] vuestros humildes siervos para Hijos del Inmaculado Corazón de vuestra Santísima Madre!» (Aut 492).
«¡Oh Madre benditísima, mil alabanzas os sean dadas por la fineza de vuestro Inmaculado Corazón y habernos tomado por Hijos vuestros! Haced, Madre mía, que correspondamos a tanta bondad, que cada día seamos más humildes, más fervorosos y más celosos de la salvación de las almas» (Aut 493).
«Yo me digo a mí mismo: Un Hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas» (Aut 494).
Cartas del P. Fundador
«Los Misioneros siguen muy bien y no se puede ir más aprisa de lo que se va: estamos ocupadísimos desde las cuatro de la mañana a las diez de la noche, estamos de tal manera ocupados que, como una cadena continua, la una ocupación está eslabonada con la otra. Nuestras ocupaciones son oración mental, vocal, oficio divino, conferencias, catequizar, de predicar, de oír confesiones, de moral, de mística y ascética. Hay conferencias internas y externas: en las internas somos los escogidos, y somos siete, y nos ejercitamos en todas las virtudes, especialmente en la humildad y caridad, y vivimos en comunidad en este colegio vida verdaderamente pobre y apostólica. En las conferencias externas asisten 56 eclesiásticos, y algunos de ellos saldrán muy aventajados predicadores. Algunos han pedido vivir con nosotros, pero nosotros vamos con mucho tino y vamos examinando sus físicos y morales, pues en estas materias es preciso andar con tiento, porque una oveja sarnosa inficionaría a las demás» (A D. José Caixal. Vic, 5 de septiembre de 1849).
«Es verdad que nuestra Congregación es pequeñita; pero no importa. Vale más que seamos pocos, bien unidos y fervorosos, que muchos y divididos. Con el tiempo ya se aumentará» (A D. José Xifré. Madrid, 7 mayo 1858).
«Roguemos al Padre celestial a fin de que envíe operarios, porque, a la verdad, los operarios son pocos y la mies es muy grande en España y fuera de ella… Bien recordará lo que dice nuestro Divino Maestro a los apóstoles y a nosotros en ellos… busquemos primeramente el reino de Dios y su justicia, y las demás cosas se nos darán por añadidura… No repare en admitir sujetos que considere idóneos por su saber y virtud y den esperanzas de utilidad, aunque sean jóvenes y no estén del todo ordenados. Además quisiera que en ninguna casa pasaran los sujetos de doce sacerdotes, entre jóvenes y viejos, en honor de los dos apóstoles. Han de hacer como los colmeneros: formar nuevas colmenas, hasta que haya una en cada diócesis, y aun haya para enviar al extranjero» (A D. José Xifré. Madrid, 30 noviembre 1858).
«Mucho teme el enemigo de estas santas Constituciones, y por eso las ha perseguido tanto. Seamos fieles en guardarlas y Dios nos sacará siempre con bien de todo» (A D. José Xifré. San Ildefonso, 13 julio 1859).
«Dígales [a los misioneros] que lean con frecuencia las Reglas o Constituciones de la Congregación y que las observen con fidelidad. Veo en la historia que todas las religiones luego se extendían no solo por el reino en que se fundaban, sino también por diferentes partes del mundo; ¿pues por qué los nuestros no se extenderán, a lo menos, por este reino?» (A D. Jaime Clotet. Madrid 1 julio 1861).
«Veo lo que me dice del modo de extender nuestra Congregación, y me parece bien y cuanto más al interior de España mejor, por ser mayor la necesidad… Entre tanto, diga a mis queridísimos hermanos los Misioneros que se animen y que trabajen cuanto puedan que Dios y la Sma. Virgen se lo pagarán. Yo tengo tanto cariño a los Sacerdotes que se dedican a las Misiones que les daría mi sangre y mi vida, yo les lavaría y besaría mil veces los pies, yo les haría la cama, les guisaría la comida, y me quería el bocado, para que ellos comiesen, les quiero tanto que cuando considero que ellos trabajan para que Dios sea más conocido y amado; y para que las almas se salven y no se condenen, yo no sé lo que siento… ahora mismo que esto escribo he tenido que dejar la pluma para acudir a mis ojos… ¡Oh Hijos del Inmaculado Corazón de mi queridísima Madre!… quiero escribiros y no puedo por tener los ojos rasados en lágrimas. Predicad y rogad por mí. Adiós, querido hermano: aquí va este papelito que quisiera que cada uno de los Misioneros copiara y llevare consigo» (A D. José Xifré. Roma, 20 agosto1861).
«Hoy hace veinte años que Jesús y María dieron principio a la Congregación, y ha seguido hasta aquí, en que el Señor ha permitido esta persecución que estamos sufriendo, no para extinguirla, sino para aumentarla y dilatarla. Como le decía el año pasado, al principio de la revolución, ésta sería para la Congregación como la nieve que cae sobre un campo sembrado: que no mata el trigo, sino que le obliga a retoñar. Así será también la revolución: no matará la Congregación, sino que la hará retoñar y arraigar más y más. Los individuos serán más perfectos y darán más fruto. ¿Cómo? Veámoslo… Todos los individuos guardarán las Reglas y Constituciones del modo más perfecto. Haec est voluntas Dei sactificatio vestra.
Se tendrá a la vista el número 63 (c. 16) de las mismas y se reflexionará sobre las palabras: Catechizare párvulos, pauperes et ignaros…
Como Superior General, cuando lo permitan las circunstancias y usted lo considere oportuno, puede nombrar uno o dos que tengan buena letra, etc., para tener escuela de niños, para hacer lo que practican los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que tantos hay en Francia, Italia, etc., y que tanto bien hacen. Yo creo que en la actualidad son los que hacen más bien a la Iglesia y de los que más se debe esperar.
Esta misión especial Dios y la Virgen Santísima la tienen reservada igualmente en España a la Congregación… No quiero decir con esto que todos se deben ocupar de estas escuelas. Solo quiero decir que empiecen pocos y muy pocos; que usted tendrá cuidado de nombrar según vea su celo o que lo pidan.
Estas escuelas irán creciendo según la fidelidad con que correspondan a la gracia. Dios y la Santísima Virgen traerán sujetos a propósito, por manera que, sin perder de vista su objeto primario, se dediquen a este otro ramo: Haec oportet facere, et illa nom ommittere» (A D. José Xifré. Roma, 16 julio 1869).
«Lo que sí le digo es que en América hay un campo muy grande y muy feraz y que con el tiempo saldrán más almas para el cielo de América que de Europa. Esta parte del mundo es como una viña vieja, que no da mucho fruto, y América es viña joven» (A D. José Xifré. Roma, 16 noviembre 1869).
Relatos
«Seis buenos sacerdotes en la reducida habitación de un seminarista, sin otros muebles que una pobre mesa, una imagen y dos bancos de madera, menaje prestado, digno de los demás recursos con que cuentan, están seriamente conferenciando sobre el modo de llevar a cabo las empresas más grandes que concebirse puede para gloria de Dios y salvación de las almas. Para los prudentes del mundo esto no podía significar otra cosa que la manifestación de algunos buenos deseos… En verdad aquellos principios eran tan humildes que no todos los que estaban presentes comprendieron los prodigiosos resultados que aquella reunión había de tener.
…A las tres de la tarde nos encontrábamos reunidos en dicha localidad del seminario. Antes de comenzar los ejercicios de inauguración, dijo el entonces Mn. Antón Claret: “Hoy comienza una grande obra”. Respondió el P. Manuel Vilaró, con aire festivo y sonriéndose: “¿Qué podemos hacer, siendo tan jóvenes y tan pocos?”. “Ya lo verán ustedes –repuso el Siervo de Dios– si somos jóvenes y pocos resplandecerá más el poder y la misericordia de Dios”.
En verdad, aquellos principios eran tan humildes, que no todos los que estaban presentes comprendieron los prodigiosos resultados que aquella reunión había de tener, pues como dijo el Fundador: “Hoy comienza una grande obra”, uno de ellos se sonrió, expresando así el temor que le inspiraba la consideración de las difíciles circunstancias en que se encontraba. Lo que observado por el Padre, vuelto a él, le dijo con espíritu de profecía: “No lo cree Vd.; usted lo verá”. Y efectivamente lo ha visto.
La Congregación empezó a funcionar invocando todos con fervor al Espíritu Santo, y poniéndose bajo la protección de Jesús y de María. Esta idea feliz les fue sugerida por el Fundador, al usar como texto de la hermosa plática que comenzó a dirigirles, las históricas palabras: “Virga tua et baculus tus ipsa me consolata sunt”, que acomodó a las festividades de la Virgen del Carmen y del triunfo de la santa Cruz, solemnizadas aquel día, y aplicó a la Congregación naciente, cuyo espíritu y orientaciones comenzó aquella tarde a bosquejar» (Relato del P. Jaime Clotet).
«Los fundadores principiaron con unos formales ejercicios de diez días, los cuales se verificaron en absoluto silencio, fervor y recogimiento. En ellos dirigió todos los actos el mismo P. Fundador, predicando dos veces por día, y haciendo todos actos de humildad y mortificación muy edificantes. En ellos se habló y propuso la conducta de vida apostólica, que privada y públicamente debían guardar los Misioneros. En los mismos ejercicios propuso los medios prácticos de vida espiritual y científica que en lo sucesivo deberían emplear los Misioneros, a cuando estuvieren en casa, ya cuando estuvieren ausentes de ella por motivo de predicaciones» (Relato del P. José Xifré).
«Todos aparecían pobres, desprendidos del mundo, y sencillos y obedientes; y en las tres conferencias que se hacían durante el tiempo que estaban en casa, escuchaban las instrucciones que se les daban con la docilidad de unos verdaderos niños, pendientes de los labios de su Maestro. Sus delicias eran servirse los unos a los otros en la mesa y aun en los oficios más bajos. No tenían sirvientes ni Hermanos coadjutores, supliendo esta falta ellos mismos con santa emulación, sobre todo en la enfermedad de uno de ellos que poco tiempo después sobrevino… Eran visibles y admirables los efectos del amor que les tenía Jesús y la protección que les dispensaba su Santísima Madre. Algún tiempo después, amaestrados en la práctica del ministerio y ejercitados convenientemente en la virtud salían nuestros padres a dar misiones y ejercicios, tan abrasados en celo, que es indecible el fruto que sus trabajos por todas partes producían. Hablando de esto, algunos años después, el M.R.P. Domingo Costa, de la Orden de Predicadores y misionero en California, dijo al que esto escribe: Parecía que aquellos padres salían del Cenáculo; yo lo vi: era una imagen de Pentecostés» (Relato del P. Jaime Clotet).
«A imitación de nuestro amado Padre Fundador, íbamos a las misiones a pie, aunque los pueblos adonde nos enviaban estuviesen a largas horas de distancia. No recibíamos dinero ni cosa equivalente por nuestros trabajos apostólicos; en algunos pueblos, no estando hospedados en casa del párroco sino en otra habitación que él nos señalaba para que estuviésemos más libres y pudiéramos seguir nuestro reglamento como en casa, vivíamos de limosna, o sea, de alimentos frugales que en especie las gentes espontáneamente nos traían. Concluida la misión, se distribuía lo sobrante entre los pobres» (Relato del P. Jaime Clotet).