Francisco de Asís Aguilar y Serrat
- Recorrido biográfico
Francisco de Asís Aguilar y Serrat nació el 4 de octubre de 1826 en el seno de una familia pobre de labradores de Manlleu (Barcelona), a unos 12 km. al norte de Vic. Al igual que Claret, siendo adolescente aprendió el oficio de tejedor. En 1842 emprendió sus estudios en el seminario diocesano de Vic. Se hospedaba en masías cuyas familias le ayudaban a pagar los estudios a cambio de enseñar las primeras letras a los niños. Siendo todavía estudiante le encargaron dictar clases de Matemáticas debido a su brillante rendimiento académico. Entre 1848 y 1851, becado por el obispo de Vic, D. Luciano Casadevall, estudió en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona, donde obtuvo, en noviembre de 1852, la Licenciatura en Ciencias Naturales. Durante doce años se dedicó a la enseñanza y a desempeñar algunos cargos administrativos en el colegio de segunda enseñanza de Vic, anexo al seminario diocesano; colegio que luego tomaría el nombre de Col·legi Sant Miquel dels Sants. El 23 de diciembre de 1854 fue ordenado presbítero. Al año siguiente creó la Biblioteca Católica Popular, colección de diez opúsculos de propaganda y apología religiosa. Colaboró con el periódico El Ausonense y la revista El Seminarista Español.
El 14 de diciembre de 1863 entró a formar parte de la corporación de capellanes del Real Monasterio de El Escorial, que Claret había organizado en 1859 de la que era presidente. Aguilar había sido llamado sobre todo para asumir la dirección del colegio de segunda enseñanza justo cuando este pasaba por un momento de crisis. El 20 de agosto de 1864, después de mantener algunas discrepancias con D. Dionisio González de Mendoza, vicepresidente de El Escorial, Aguilar dejó su cargo y pasó a formar parte del claustro de profesores del seminario. El 24 de junio de 1865 abandonó de momento el monasterio.
Se trasladó a Madrid, donde fundó el colegio privado de Santo Tomás de Aquino. Durante dos años, llevó la dirección de dicho centro e impartió varias asignaturas. Al mismo tiempo, formó parte de la Academia de San Miguel, fundada por el P. Claret. En noviembre de 1868, después de haber renunciado a su cargo en el mencionado colegio, volvió al monasterio de El Escorial, esta vez llamado por D. Jerónimo Pagés[1], para dirigir nuevamente el colegio de segunda enseñanza. Aguilar combinó su trabajo en el colegio escurialense con otras actividades en Madrid. Escribió algunas obras y colaboró en la antigua revista La Ciudad de Dios y en los periódicos El Pensamiento Español, La Regeneración, El Católico, La Cruz y otros. En 1870 fundó, con la Asociación de Católicos de España, el centro educativo Estudios Católicos, desempeñando el cargo de director e impartiendo varias cátedras. A los cinco años, este intento de universidad católica fracasó. A finales de 1875 asumió la capellanía del Hospital San Bernardino (Madrid), que le permitió el sustento económico durante su última etapa en la capital.
Cansado de sus luchas pedagógicas, periodísticas y políticas durante el llamado Sexenio Democrático (1868-1874) abandonó Madrid. Invitado por el obispo de Córdoba, Fr. Ceferino González, asumió, en octubre de 1877, la rectoría del Seminario Conciliar de San Pelagio Mártir de la diócesis. No solo renovó las instalaciones del seminario, sino que también mejoró el programa de estudios académicos. Fundó además un colegio para pobres.
El 6 de marzo de 1881 fue consagrado obispo de Segorbe (Castellón) en la iglesia de San Pablo de la ciudad de Córdoba. Durante sus casi veinte años de pontificado en la sede segobricense, Aguilar destacó por renovar la catequesis, organizar la pastoral social y atender con esmero a los enfermos. Continuó escribiendo y publicando libros y opúsculos[2]. Fundó el Boletín Eclesiástico de la diócesis, reformó el seminario y la biblioteca episcopal, fundó el Colegio de San José para seminaristas pobres, promovió las bibliotecas parroquiales e impulsó las misiones populares, para las que llamó a los Hijos del Corazón de María. Demostró una marcada apertura social, en la línea del magisterio del papa León XIII; en este sentido, estableció el Círculo de Obreros Católicos de Segorbe. En abril de 1866 fue nombrado senador por la provincia eclesiástica de Valencia. No le faltaron dificultades, como las divisiones del clero catedralicio, la fuerte contraposición con los políticos liberales y los conflictos a causa de la aspereza de su carácter y del conservadurismo de sus ideas políticas. Murió el 16 de diciembre de 1899.
- Relación de amistad con el P. Claret y sus misioneros
Cuando Aguilar era seminarista, en 1843, un compañero de clases le contó que en la parroquia de Roda de Ter (Barcelona) había escuchado a un misionero capaz de predicar una hora sin parar ni toser. El domingo siguiente, Aguilar, acompañado de otros estudiantes, fueron a comprobarlo. Él mismo escribirá más adelante: “Los caminos que llevan a Roda estaban cuajados de gentes que iban como nosotros, y con más devoción que nosotros, a oír al predicador…” (p. 62)[3]. Concluirá el relato de aquella experiencia diciendo: “Que los jóvenes no hubiésemos oído jamás a un hombre que hablase de tal modo, era poco de maravillar; pero lo mismo les sucedía a los ancianos. Todos se deshacían en elogios del misionero” (p. 63).
Aquella admiración continuó cuando el seminarista que estudiaba en la Universidad de Barcelona, frecuentaba la casa de Mn. Franscisco Bofill, el domero del convento de las Magdalenas, donde el P. Claret solía hospedarse durante sus estancias en la Ciudad Condal. Un día llegó a aquella casa un hombre desesperado buscando al misionero para que asistiera a un moribundo; y Aguilar salió a buscarlo presumiendo con seguridad que sabía dónde le encontraría: en la Visita de las Cuarenta Horas.
Unos años más tarde, el joven estudiante volvió a encontrarse con el misionero convertido en arzobispo electo de Santiago de Cuba. Él mismo narrará los hechos: “Al amanecer de una mañana de Abril de aquel año, 1850, salían de Barcelona por el camino que va a la estación del ferrocarril de Mataró un sacerdote y un estudiante. El sacerdote vestido con una sotana y un balandrán ya muy usados, casi raídos, y adornados con algún pequeño remiendo, pero limpios y aseados cuanto su pobre condición permitía, no llevaba más que el sencillo bastón de viaje… Cerca ya de la estación el joven preguntó a su respetable compañero en qué clase de coches viajaría con objeto de adelantarse a tomar billete. “No sé: me han dado seis reales”, respondió el sacerdote, y recibiendo el estudiante los seis reales que al mismo tiempo le dio el cura viajero, fue a tomar billete de tercera clase. Sin duda el sacerdote era muy pobre y el estudiante no estaba muy rico” (p. 138). Concluirá el autor testificando: “Pues bien: el sacerdote era D. Antonio Claret, electo arzobispo de Cuba… el estudiante era el mismo que ahora escribe estas líneas…” (ib.).
Al regreso de la misión de Gerona, el día 20 de abril de 1850, Aguilar tomó parte de una tertulia en el despacho de Mn. Bofill, en la que Claret delante de Mn. Pedro Naudó y el jesuita P. Soler, explicó su fracasada aventura de ingresar en la Cartuja de Montealegre y cómo aquella vocación monacal fue solo temporal.
Según Aguilar, él mismo se encontraba en Vilafranca del Penedés, cuando el arzobispo viajaba en diligencia hacia Tarragona, en enero de 1850. Como él sabía la hora del paso del arzobispo electo por la parada de aquella población, solicitó al párroco poder presentarse para tratar de convencer al arzobispo de que interrumpiera su viaje. Su objetivo era que el famoso misionero consiguiera la conversión de cuatro condenados a muerte que se resistían a recibir los últimos sacramentos. Aunque Aguilar se equivocó en la fecha, dejó un testimonio lleno de detalles sobre aquellos sucesos, de los que fue testigo directo.
El universitario Aguilar formó parte de la comitiva que acompañó al arzobispo Claret y su grupo de misioneros cuando se embarcaron hacia Cuba. La procesión salió de la iglesia de las Magdalenas hacia el puerto pasando por la catedral y el palacio episcopal y la comitiva era la encargada de abrir paso a los viajeros en medio de la multitud de gente que había ido a despedirse.
Ya hemos referido cómo Aguilar formó parte del equipo de sacerdotes que colaboraron con el P. Claret en el real monasterio de El Escorial. Durante ocho meses asumió la dirección del colegio de segunda enseñanza, que pasaba por un momento de crisis. Continuó dando clases en el seminario de El Escorial hasta que el 24 de junio de 1865 abandonó el monasterio. Durante aquellos meses, sin duda, pudo profundizar su relación de amistad y admiración con el P. Claret.
En torno al estallido de la así llamada Revolución Septembrina de 1868, Aguilar, que estaba de paso por Vic, pudo acompañar a los atribulados misioneros de La Mercé, que fueron expulsados de su convento. Él mismo narró los hechos: “Yo dormí en la casa en la noche anterior, y habiendo comido con la comunidad en el mismo día 2 [de octubre], oí la relación de los sucesos de La Selva, y dejé allí a los Padres una hora antes de que la junta los expulsara…” (p. 125, nota 1). Ante la calumnia esparcida por un diario de Vic de que los misioneros habían abandonado el convento de la Merced por propia voluntad, Aguilar afirmó: “Aun no comprendo cómo el periodista tuvo valor para faltar a la verdad en una cosa de que toda la población era testigo” (ib.).
Su amistad y admiración por el P. Claret le llevaron a escribir su primera biografía en 1871 y a declarar en el proceso de beatificación en 1889. La obra titulada Vida del Excmo. e Ilmo. Sr. D. Antonio María Claret, misionero apostólico, arzobispo de Cuba y después de Trajanópolis fue publicada en Madrid, en la Imprenta de Pascual Conesa. Sus 428 páginas, escritas a los pocos meses de la muerte del santo arzobispo, constituyen un auténtico monumento de homenaje y gratitud. Se apartó del estilo panegírico de la época para fundamentar su obra en los pilares de la verdad histórica y en la apología frente a las innumerables calumnias que se le habían levantado. En su declaración en el Proceso Informativo de Vic, en la sesión 61, del 21 de marzo de 1889, manifestó que sus respuestas se remitían a lo que había escrito en su biografía, de tal manera que el Tribunal creyó conveniente que todo el libro fuera copiado en las actas del proceso.
El último testimonio de amor del obispo de Segorbe hacia su admirado santo arzobispo fue con ocasión del traslado de sus restos desde Fontfroide a Vic, el 13 de junio de 1897. Se sumó a la procesión desde Granollers (Barcelona). Al día siguiente, junto con el obispo local y el abad mitrado de Fontfroide, presidió las solemnes honras fúnebres en la catedral vicense.
[1] El P. Claret ya había encontrado en El Escorial a este monje jerónimo exclaustrado. Lo nombró vicepresidente y en 1860 tuvo que expulsarlo. Tras la Revolución Septembrina de 1868, la junta revolucionaria lo repuso en el monasterio nombrándole presidente interino. Permaneció en el cargo hasta 1872; a continuación fue reemplazado por los Escolapios.
[2] Aguilar, a lo largo de su vida, escribió 30 libros y 35 opúsculos. Además de la biografía del P. Claret, se podrían destacar las siguientes obras: ¿De qué sirven las monjas? (1869), Apuntes biográficos del Ilmo. y Rmo. Dr. D. Mariano Puigllat y Amigó, Obispo de Lérida… (1870), Noticia Histórica de la Universidad Católica y de la libertad de cultos en España… (1877), Errores históricos: (Comprende desde la fundación de la Iglesia, hasta la invasión de los árabes en España) (1880), Noticias de Segorbe y de su Obispado… (1890), Compendio de historia eclesiástica general (2 vol. 1898), etc. (cf. F. J. Guerrero Carot, Un cruzado contra el liberalismo. Aguilar y Serrat (Manlleu 1826-Segorbe 1899) Obispo de Segorbe, Segorbe 2013, 403-442). Cuenca Toribio, al analizar la obra escrita de Aguilar, afirma: “… De obra muy variada y copiosa… cuya preferente finalidad apologética delata el influjo que sobre ella ejercerá la de Claret, tan admirado por el que fuese su minucioso biógrafo” (J. M. Cuenca Toribio, Demografía, origen regional, centros de formación y planteles del episcopado español contemporáneo (1878-1939): Saitabi, Revista de la Facultad de Geografía e Historia, 25 (1975) 65, citado en F. J. Guerrero Carot, o.c., 403.
[3] F. Aguilar, Vida del Excmo. e Ilmo. Sr. D. Antonio María Claret, misionero apostólico, arzobispo de Cuba y después de Trajanópolis, Madrid 1871. Cuando indiquemos entre paréntesis el número de página, nos referimos a la de esta obra.