EUSEBIO BOFILL
Nació en Viladrau, en el seno de una piadosa familia que había experimentado la bondad del Beato P. Claret en varias ocasiones, singularmente cuando se pegó fuego en la casa, el día 29 de Septiembre de 1881.
En 1899 entró en nuestra Congregación como postulante: el día 14 de Agosto de 1902 vestía la sotana en nuestro noviciado de Vic.
El Día 15 de agosto del año siguiente, 1903, emitía la profesión religiosa de votos perpetuos.
A continuación pasaba a Cervera a comenzar el estudio de filosofía, y aquí fue donde Dios lo llamó a si, falleciendo santamente el día 15 de enero de 1904, a las nueve de la noche.
Fue su amor al P. Claret que inspiró al Sr. Bofill la idea de entrar en la Congregación: leyendo la vida, después de haberse enterado de los favores que su familia había recibido de aquel gran misionero. Preguntó si alguien de su familia había entrado en la Congregación del P. Claret: al contestársele que nadie se propuso llenar este vacío para que hubiera un motivo más que estrechara los lazos de su familia con los hijos de Claret.
En la Congregación el Sr. Bofill manifestó poseer muchas cualidades que le hubieran habilitado como excelente misionero; era de buena presencia, de porte grave, juicioso, de muy buen carácter.
Todo ello junto con su aplicación extraordinaria, y sus talentos bastante buenos hacían presagiar que con el tiempo el Sr. Bofill hubiera sido un elemento valioso en nuestro Instituto.
El Sr. Bofill era considerado como un modelo de nuestros estudiantes, y por ello a raíz de su muerte dispusieron los superiores que se publicase una extensa biografía con una descripción detallada de las virtudes en la cuales había descollado.
Amaba apasionadamente a la Congregación y de su vocación decía que preferiría antes perder la piel que la vocación.
Era observante de nuestras santas Constituciones, procurando reducirlas todas a la práctica.
Era modelo acabado de caridad fraterna, como lo era de piedad, sobresaliendo por su devoción extraordinaria al Santísimo Sacramento, frente al cual pasaba muchos ratos, mientras sus ojos derramaban lágrimas.
Su oración era muy elevada, y Dios le concedió grandes consuelos espirituales que él supo aprovechar maravillosamente para unirse más estrechamente con Dios por medio del amor.
Era muy humilde, practicando frecuentes actos de esta virtud, y pidiendo de palabra y por escrito a sus directores espirituales que publicaran sus faltas y pecados ya que no sentía rubor de que los demás lo tuvieran por un gran pecador.
Profesó devoción muy acendrada al Corazón de María y el glorioso San José: sin duda por esta devoción mereció una muerte dulce y contribuyó a realzar la fama de santo que tenía entre sus condiscípulos y superiores.
Tenía gran celo misionero, rogaba incesantemente por las misiones y por los misioneros; y viendo en sus compañeros de colegio a futuros misioneros, se desvivía por servir a los demás con un cuidado tan solícito que su director espiritual llegó a calificarlo de casi demasiado.
Amaba la mortificación, de cuya virtud dejó ejemplos bien notables a la posteridad, aunque siempre bajo la dependencia de sus superiores.
Debido a este conjunto de virtudes, que durante la última enfermedad se manifestaron todavía con caracteres más definidos, su fama de santo y modelo de estudiante de la Congregación era muy fuerte, y con su muerte adquirió todavía más relieve.
(Véase la Biografía del Sr. Eusebio Bofill escrita por el P. Francisco López, de nuestra Congregación).
- José Berengueras