MARTÍN ROURE
El 24 de Mayo de 1880 y en la industrial villa de Manlleu, provincia de Barcelona, vio por vez primera la luz del -día el P. Martín Roure, nacido de padres fervorosamente creyentes, quienes con interés y verdadero celo se esforzaron en modelar por sí mismos el corazón de su hijo conforme a las prácticas de todo buen cristiano, colocándolo después en.el colegio que en aquella villa tienen los beneméritos Hermanos de las Escuelas Cristianas, de cuyas manos fue trasplantado como olorosa y temprana flor al hermoso vergel que el Corazón de María cultiva en la ciudad de Barbastro; no. sin antes haber dado pruebas de su inocencia y candor ante los Padres que a la sazón formaban nuestra Comunidad dé Vich, adonde el niño Martín •se trasladaba con frecuencia desde su pueblo natal, atraído por los encantos del virginal Corazón de nuestra Madre y por el perfume de virtud y santidad que trascendía de aquellos buenísimos Padres, de quienes repetidas veces, con respetuoso cariño, oí hablar a nuestro malogrado hermano.
De su comportamiento durante el postulantado tengo da. tos que me proporciona el que entonces ejercía de coadjutor del P. Prefecto y que hacen fe del buen espíritu que animó siempre al Sr. Roure, descollando entre los demás niños por SLI aplicación y sobre todo por aquella prudente reserva, -un si es no es cortedad de carácter que le distinguió durante su vida religiosa y que le hacía aparecer siempre humilde’, sencillo y bondadoso.
Todo este bello conjunto de cualidades que adornaban al postulante fuéronse acrecentando- más y más, una vez que los superiores resolvieron admitirlo en el noviciado, donde nuestro buen • -hermano, según testimonio de uno de sus condiscípulos, hizo tal acopio de virtudes, que verificada ya su profesión religiosa en 15 de agosto del 97, nunca después, ni durante su carrera, ni como sacerdote, desmereció de un fervoroso y digno misionero.
Un año escaso pude convivir con el Sr. Roure en nuestra ex Universidad de Cervera, y si bien, por cursar ambos distintas facultades, la disciplina y el reglamento escolar nos imponían completa separación, ésta no filé tan rígida y exquisita que de oídas y a ojos vistas no pudiera observar el porte siempre modesto y edificante de nuestro hermano. Modestia y ejemplaridad que durante la carrera le ganaron las simpatías de sus compañeros y la confianza omnímoda de los superiores.
Ordenose de sacerdote en nuestro Colegio Mayor de Santo Domingo de la Calzada, recibiendo poco después, como primer destino, encargo de pasar a Jerez de los Caballeros, donde a satisfacción de todos fué desempeñando sucesivamente los cargos de profesor, prefecto del Colegio de niños externos y ministro de la casa. En todos estos oficios distinguiose el P. Roure por su prudencia, actividad e interés siempre creciente en el cumplimiento de sus deberes.
Es cierto que nunca se le observó inclinación alguna hacia la Predicación sagrada, acaso por una apreciación demasiado humilde de sus prendas personales; no obstante, sabía dar un encanto singular a su palabra cuando sé dirigía a los niños del Colegio en conferencias familiares. Dios le había dotado de una sencillez amable, singularmente en el trato con -los niños y los jóvenes; por eso veíasele siempre bien querido de todos, aprovechando nuestro hermano este ascendiente moral que sobre aquéllos ejercía, para inculcarles con fervoroso tesón el amor hacia el cumplimiento del deber.
Sin duda que nuestros amados Padres Superiores debieron atender a este don singular con que Dios había favorecido al P. Roure, de saber adueñarse del corazón de los jóvenes inclinándolos a la práctica de la virtud, cuando en -1917 le confiaron la formación moral de nuestros estudiantes filósofos, nombrándolo Prefecto del Colegio de Aguas Santas. Debido a la repugnancia que a este difícil ministerio sentía, por creer en su humildad que era cargo superior a sus fuerzas y talentos, apenas permaneció en él un curso escaso, aunque bastó -este breve lapso de -tiempo para poner de manifiesto que poseía en alto grado la discreción, prudencia y discernimiento que requiere el arte soberano de gobernar rectamente los espíritus.
En las elecciones que a mediados de Julio de 1918 se verificaron en la provincia’ Bética, fue nombrado el P. Martín ministro de esta casa de Sevilla, exonerándole del cargo de prefecto que tan doloroso se le- hacía y favoreciendo por -otra parte sus inclinaciones hacia el bello arte de la pintura, para la cual DIOS le había dotado de facultades.más que regulares. Fue, pues, Sevilla su segunda residencia, y a esta incomparable y bellísima capital se trasladó con la ilusión de empapar bien su alma dé artista en el ambiente de luz, -colores y perfumes, que hacen un paraíso de esta reina de Andalucía. Diez meses nada más ha permanecido de casa, cumpliendo como bueno en el desempeño de su cargo y dedicando los largos ratos de tiempo libre al manejo de ‘los pinceles. AqL1í le hemos podido observar amante siempre de la humildad, de la condescendencia y del recogimiento; virtud esta última algún tanto rara y escasa en los que como el P. Roure con verdadera pasión se dedican al] cultivo de alguna arte liberal.
Nadando tenía aún nuestro buen Padre la cabeza en hermosas y santas ilusiones, cuando el soplo helado de la muerte vino de repente a tronchárselas todas en flor. Murió -como un fervoroso misionero,’ después de haber recibido todos los auxilios espirituales de -nuestra santa madre la Iglesia.
Nada tengo que añadir sobre sus cualidades]y prendas moral.es, -pues diseminadas quedan como al azar en las breves páginas de esta sencilla necrología. Algo dijera sobre Sus aptitudes para el difícil arte del color; pero, u, profano en la materia, dejo que cada uno juzgue a su placer contemplando los lienzos que en buen número adornan ya las salas y recibidores de nuestras casas y colegios. La obra pictórica del P. Roure en un pueblo o capital de segundo orden hubiera producido entusiasmo y admiración. En Sevilla, museo riquísimo toda ella, donde los grandes maestros del pincel siempre su asiento y cátedra- pusieron, la obra del P. Roure no pudo ‘por menos de pasar casi por completo desapercibida. Su último cuadro representa al Corazón de María en el momento de ser coronado por los ángeles. Sin duda que la celestial Madre habrá ya coronado a nuestro hermano con la corona de -la inmortalidad feliz. -Otra tal dicha nos reserve a todos sus hijos en el cielo el Corazón Purísimo de nuestra dulce Madre y Señora. Amén.
Fermín A, Monreal, C. M. F.