JOAN SIDERA

JOAN SIDERA

Mi hermano Joan nació el día 8 de marzo de 1918 en Can Bosch del Carrer Nou de La Cellera de Ter, pueblo pequeño pero rico en vocaciones claretianas. Entre ellas cuatro Beatos Mártires: Pere Sitjes, Josep Ausellé, Ramon Novich, Lluis Plana. Mucho antes, en los tiempos de Prada y Tuir hubo el P. Llorenç Arbussà, cuya memoria mi hermano quería reivindicar.

Nuestros padres se llamaban Jaume Sidera y Rabasseda y Margarida Plana y Rebugent. El niño Joan era el tercero de 13 hermanos; Joaquim, Josep, él, Consol, Carme, Joan -vivió tres días- Rosa, Lluis -vivió tres meses- otro Lluis, Jaume, Ramon, Maria de Sales, Vicenç. Joan, Jaume y Vicenç son Claretianos. Carme y Rosa, Religiosas Vedrunes. Mi madre tuvo 5 hermanas Religiosas Vedrunas y dos Beatos: Josep, de las Escuelas Cristianas y Lluis, Misionero Claretiano. Es de suponer el ambiente cristiano de estos dos hogares. Bautizo y escuela Joan fue bautizado el día once de marzo de 1918. Le fue madrina su tía Maria, Vedruna, que al morir, le regaló su crucifijo que mi hermano guardó siempre con cariño. Confirmado el 2 de mayo de 1923.

Hizo la comunión menor -o primera- a los seis años, en cama y por viático. La difteria lo puso al borde de la muerte. La familia había hecho el voto de visitar la Virgen María del Coll si el niño salía con vida. Algunos lo acompañaron a pie descalzo un buen rato por aquellos caminos de bosque.

Pronto fue monaguillo. Era tan menudo que apenas llegaba al altar para dejar el misal.

Fue a “estudio” que decíamos en la escuela dirigida por el maestro Adrià Vila, exigente y bondadoso a pesar de aplicar la ley según la cual la letra con sangre entra. El maestro acompañaba a los niños a la Parroquia de Santa Maria de Sales. Joan no pasó de la primera sección, pero había ocasiones en que el maestro lo ponía entre los alumnos de la tercera. Era aplicado. Los chicos cellerencs que ingresaban en Cervera entraban muy preparados.

Formación cristiana

Joan asimiló la formación cristiana de Joan con la leche de la madre con el buen ejemplo del padre y con la Parroquia, regentada por sacerdotes excelentes. De vez en cuando se presentaba en el pueblo algún misionero del Corazón de Maria a predicar misiones o novenarios. Recibían también la visita del cellerenc P. Pere Tura y del Beato P. Emili Bover, buenos pescadores de buenas vocaciones. Joan se sentía atraído. Pero la poca edad le impedía ser admitido. Pero el chico no se echaba atrás. Mencionó a los carmelitas de Olot o a los Hermanos de La Salle como su tío Josep dónde sería admitido. No hizo falta nada más.

En Cervera

Él recordaba y celebraba esta fecha: 4 de julio de 1927. Ingresé en el Prepostulantado y me sentí Misionero Hijo del Corazón de María; discípulo de San Antoni M. Claret. Por lo tanto hace OCHENTA SEIS AÑOS que soy Claretiano. Aún cumplió unos cuanto años más, hasta 90.

En Barbastro estudió del 1927-1929 teniendo de Prefecto al P. Pere Sitjes y luego en Cervera donde continuó los cursos humanidades del 1929-1931. Fue su Prefecto el P. Josep Ribé.

Fueron años de inseguridad económica, política y religiosa. Se respiraba persecución y la posibilidad más que real del martirio. Iglesias y conventos quemados y asaltados y fuertes disturbios. Todo mes o menos, escribe Joan, aceptábamos la persecución y hasta el martirio. Esta espiritualidad se fue imponiendo.

A Za Cellera

Los Superiores velaron por la seguridad de los Postulantes enviándolos por un tiempo a sus familias. Joan se estuvo hasta septiembre de 1931 en que se reincorporó al Seminario. Así conoció a los hermanitos que sólo conocía de nombre.

En Solsona antes de tiempo

Como no tenía la edad canónica para iniciar el Noviciado, pasó a Solsona donde cursó un par de cursos de Filosofía. Después fue a Vic a para el Noviciado, teniendo como maestro primero al P. Josep Ma Codinachs, sustituido pronto por el P. José Arner. Profesó el 15 de agosto de 1934. Y a continuación fue de nuevo a Solsona para terminar la Filosofia.

En Solsona le sorprendió la persecución religiosa de 1936. Joan, infatigable andariego y con un notable sentido de orientación prestó un gran servicio a los Superiores y a los compañeros a la hora de distribuir y acompañar a los Estudiantes al masías del Solsonês que  les ofrecieron cobijo con gran generosidad y peligro de su integridad física. Después de breves estancias en otras masías, Joan fue adscrito a la familia Gaspà de Clarà, a unos cinco kilómetros de Solsona. En todo momento llevó una vida de piedad y de servicio en las tareas de una respetable casa de labranza. La familia guarda de él un recuerdo excelente y lo consideró siempre como un miembro más.

Un día se presentó el comité de Solsona a cal Gaspà. Joan fue sorprendido y registrado. No le hicieron ningún mal. Pero un miliciano le cogió el crucifijo con reliquia del P. Claret y con la pistola lo aplastó y lo echó balcón abajo con otras medallas. Joan lo recogió y lo escondió en un agujero de la pared y, acabada la guerra, lo recogió y lo guardó amorosamente como una preciada reliquia.

Nuestro padre, acompañado del hijo mayor y del presidente del comité del pueblo, se arriesgó a ir a Solsona para llevarse a Joan. Don Felip Gaspà, el amo de la casa, acompañó al joven Joan hasta Solsona, jugándose la vida. “Ahora yo soy su padre y he de responder de él”. Y no lo dejó hasta entregarlo sano y salvo a su padre. De hecho un miliciano dijo a mi hermano: No digas nunca que tienes 18 años, porque hay orden de fusilar a cualquier seminarista de 17 años arriba.

Agradecido

Antes de continuar, me interesa recalcar que Joan era un testigo ocular y compañero de muchos claretianos mártires ya beatificados y de otros muchos más. Quiero acentuar hablar de los prefectos, profesores y compañeros que tuvo en Cervera y en Solsona. Como convivió con muchos futuros mártires, es un valioso testigo por los recuerdos que de ellos guardaba. Admiraba al Estudiante Teófilo Casajús, navarro. De él escribe: Lo juzgo muy digno de que le hayan puesto al frente de la Causa de los s Mártires como representante de los Estudiantes. Era un grande talento, de aquellos que sin estudiar en exceso salía siempre bien en la clase. Un carácter en exceso bondadoso, que se avenía a todos; buen religioso y músico.

Recuerda a sus compañeros Agorreta, Amargant, Constantino Miguel, Emiliano Pascual, Elizalde, etc. Según él, el Sr. Rafael Briega era un hombre encantador; extraordinario conocedor de lenguas vivas y a la vez sencillo y asequible como nadie. Yo me había encontrado con él, sólo en la biblioteca, en horas de recreo, escribe. Aquel año, 1932-33, ya         escribía a los seminaristas del P. Fogued en un chino perfecto.    

 Ramon Illa se paseaba con un infolio de las homilías de san Crisóstomo en griego, o rezando los salmos del Breviario en hebreo. Ramon Novic era de los primeros en los estudios. El Sr. Viela era el gran organista. El Sr. Falgarona con su buen humor y su sonrisa en las recreaciones. No guardaba un buen recuerdo del gran Faustino Pérez. Guardaba un recuerdo mejor del Sr. Bandrés que lo edificó por su devoción mariana.

Recuerda los ratos que pasaba con el Sr. Vicente Vázquez haciendo centenares de rosarios para contribuir económicamente a la construcción del templo al Corazón de Maria de Roma. Dominaba el griego como nadie.

Tuvo amistad especial con Josep Vidal. Joan sabía bastante latino como para darle clases. Había entrado con estudios pero andaba flojo en latín, tan necesario entonces.

De los Hermanos (entonces había a Cervera unos 40) recordaba al H. Bonaventura Reixach que había sido el maestro de su hermano mossén Antón. De una sencillez y laboriosidad admirables.

El H. Francisco Milagro era el director de los Hermanos Postulantes. En los días de colada cuando había que sacar las sábanas al sol hacía rezar sus Postulantes para que no lloviera.

El H. Antoni Cassany, todo bondad y canonizado por los postulantes que decían que los cerdos eran santos -santos cutos- porque los cuidaba un santo.

Entre los sacerdotes menciona el P. Josep Ribé, Prefecto, de poca salud y exigua voz pero de una bondad sin límites con los postulantes. Los hacía pesar cada mes. Eusebio de las Heras (mártir en el Mas Claret), más bien debilucho, detestaba las distinciones en la comida. Para ahorrárselas, se escondió bajo el uniforme unas piedras para aumentar su peso.

Entre los profesores recordaba el P. Manuel Jové, excelente profesor de latín y no tanto de francés. Buen profesor y buena persona. Del tiempo de Solsona menciona con afecto especial los PP. Julio Leache, gran hombre, navarro que aprendió el catalán para poder predicar al pueblo en su lengua. Y el P. Miquel Baixeras, sensato, atento y comprensivo.

A parte de estos, al final de sus días el P. Joan admiraba al P. Frederic Vila: un hombre entendido en las ciencias religiosas y profanas, extraordinario precisamente por su gran sencillez y laboriosidad. Completó la biografia que del P. Frederic Vila ha escrito otro admirador suyo, el Dr. Xavier Cateura.

En Za Cellera de Ter

En otoño de 1936 conocí mi hermano. Yo tenía seis años cumplidos. Allí encontró sus hermanos que aún no conocía.

El primer recuerdo que tengo de Joan es cuando ajustaba los tornillos de las gafas metálicas que llevaba.

En La Cellera llevó una vida edificante en todos los sentidos. Nunca ocultó lo que era. Tampoco se hacía el valiente. Inmediatamente se puso a trabajar a quien le ofrecía trabajo en el campo o donde fuera. Cuando podía, iba a Anglês o a Girona donde era posible oír misa, confesarse y comulgar. El P. Joan Alsina Bergadà vivía en Girona, refugiado en la familia Canals y Casas, que dio a la Congregación tres hijos claretianos beneméritos: Lluis, que murió muy joven, y los PP. Eduard y Joan.

A la mili y desertor

Fue llamado a la mili con la quinta del 39. Con una pandilla de compañeros del pueblo pasó un tiempo de entrenamiento en el Santuario del Collell. Cuando podían, se escapaban a La Cellera subiendo y bajando de noche montañas por hasta llegar. Y volvían al Collell. Pero un día en vez de ir al cuartel atravesó a pie y en pleno invierno los Pirineos hasta Francia. Era el segundo desertor de la familia. Y menos mal que otro hermano -Josep- se mantuvo en el ejército republicano. Cuando Josep se despedía del pueblo para reincorporarse al frente una vez recuperado de sus heridas graves, mi madre dijo a la gente que había en la plazoleta: Me pedís los hijos y yo os los doy. ¿Encima queréis que os los guarde? Guardadlos vosotros. Me quedó muy grabada esta escena.

Requeté y coadjutor de postulantes

El 21 de enero de 1938 llegó a Francia. Pronto se alistó en el tercio de Montserrat donde ya estaba guimet, nuestro hermano mayor y un

notable número de catalanes que soñaban con liberar Catalunya de las zarpas de la persecución religiosa. Eran chicos con ideal. Comulgaban a menudo y rezaban cada día el rosario por grupos. Joan pasó una semana entre Donosti y Zaragoza y después marchó al frente de Guadalajara. Pertenecía a la Cuarta Compañía. Hasta que el teniente Lacoma le dijo: Tú eres fraile ¿no? Pues vete a tu convento y reza por nosotros.

Así acabó la aventura militar. Los Superiores lo destinaron a Alagón donde ejerció de coadjutor o ayudante del Prefecto y de profesor del curso de preparación.

A Zafra

El mes de octubre de 1938 pidió al P. Antoni Blanch, Provincial interino, permiso para continuar los estudios eclesiásticos al Teologado de Zafra, donde cursó Teología con un profesorado excelente. Y también con un hambre impresionante, hambre cono hache aspirada que decían con humor mientras en las salidas a paseo se llenaban los bolsillos de bellotas que en tiempos normales engordan a los “pata negra”.

El Sr. Sidera era el encargado de alcanzar los higos de las higueras y otros árboles. Era un nadador infatigable a la balsa -alberca- de la huerta. Cursó los estudios con la aplicación y buenas calificaciones.

Me decía el P. Josep M. Viñas Colomer que en Joan era un chico de profunda espiritualidad fruto de una vivencia de la inhabitación trinitaria. A mí me escribía una frase de la carta a los Hebreos que el colpia mucho: Jesús proposito sibi gaudio sustinuit crucem… Ya durante la filosofía leía y releía el Manuale Christianum.

Recibió las Órdenes Clericales. Antes emitió la Profesión Perpetua en Zafra. Poco antes de recibir el Diaconado hizo un hoyo a la huerta de Zafra y cubrió la boina roja de requeté. Era una manera de dejar atrás un pasado y encarar un nuevo futuro. Me lo explicó cuando era en la Asistencial de Barcelona.

El 20 de junio de 1942 en Joan recibió la Orden Presbiteral en Badajoz con otros Claretianos. De la familia no asistió nadie. Zafra en aquellos años era un país remoto vista desde La Cellera.

Regreso a Catalunya

Recuerdo que él y sus compañeros de ordenación catalanes vinieron a Cervera hacia el 20 de julio. Fue sorpresa dichosa, aunque luego matizada por la triste noticia del Postulante ahogado en el Ebro, en Alagón.

Pero no fue a La Cellera a cantar la primera misa. Ya era profesor de matemáticas y física en Solsona cuando el Superior de Girona, P. Josep M. Codinachs, se simuló para el P. Joan una predicación en el pueblo. Era un pretexto para que el P. Joan visitara a la familia para asistir a nuestro padre que se nos moría después de una larga enfermedad. Y de paso dijera la primera misa. Fue el 13 de febrero de 1944, domingo en que terminaba la misión popular. La gente se admiró de la serenidad del joven misacantano paseando la custodia por el pueblo en situación tan dramática. Hoy no se entendería. Tampoco se entendía entonces. Tres meses antes se nos había muerto la hermanita menor con 10 años. Tampoco entonces había ido a La Cellera el P. Joan.

En Solsona una vez más

Estamos en Solsona. Era un buen profesor exigente y dado al trabajo. Serio como era de vez en cuando soltaba una ruidosa carcajada cuando alguno alumno decía alguna tontería que la mereciera.

Había en la Provincia cierta prevención con los venidos de Zafra con sus ideas nuevas y buenas. El P. Joan se ahogaba y sintió la necesidad de ampliar los estudios y los horizontes yendo a la universidad. Se examinó en pocos días de los siete cursos de bachillerato y así se pudo trasladarse a Valencia cursar ciencias químicas. Estudió como él solía y combinó los estudios con acciones misioneras tanto en la iglesia de San Vicent cómo en varias comunidades religiosas.

El 1947 la madre se puso enferma de cáncer. Esta vez él, el postulante Vicenç y yo, estudiante en Solsona, la pudimos acompañar en sus últimos días. Nos dejó el día de Pascua florida, 6 de abril. Durante los días que pasamos en casa, pasábamos largas horas por los bosques cercanos recogiendo muestras de minerales que ayudaban a Joan en sus estudios.

A los ocho días exactos de la muerte de la madre, en el Noviciado de las Hermanas Carmelitas de la Caridad una hermana empezaba su Noviciado y otra profesaba al día siguiente, Domingo de segundo de Pascua. Joan tuvo el gozo de presidir aquellos actos.

En Barcelona como profesor

Acabados los estudios universitarios, fue destinado al Colegio de Barcelona como profesor. Ejerció de tal durante 13 años con gran prestigio entre los alumnos que todavía ahora lo recuerdan agradecidos. Aparte de las clases ayudaba la sección de hockey sobre patines cosiendo o arreglando con aguja e hilo los elementos protectores de los jugadores. Imposible pensar en comprar equipajes nuevos.

Sirvió con fidelidad la capellanía de la Clínica Diez y ocho de Julio. confiada a las Religiosas de Santa Ana, de la M. Ráfols.

En los veranos también predicaba ejercicios a Religiosas. Y practicaba el excursionismo con alumnos visitando el Pirineo o cualquier otro lugar digno de visitarse. Con sotana siempre y sin perder nunca la misa. Más de cuatro veces bajó del punto donde descansaban al valle para celebrar la Eucaristía. Y en ayunas, como era preceptivo.

Hablando de la eucaristía, se emocionaba al rezar en el canon II la oración: Te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.

Pierde un riñón

Cuando al parecer gozaba de perfecta salud, un día, predicando ejercicios a religiosas le sorprendió un ataque que se diagnosticó como una apendicitis aguda. Lo operaron y a los pocos días sintió los mismos síntomas de antes de la intervención. Tenía un riñón afectado de tuberculosis en fase muy avanzada. Unos días antes de Navidad de 1958 le extirparon el riñón enfermo. Estuvo muy bien atendido en la clínica donde él celebraba todos los días con gran aceptación de la comunidad de Religiosas de santa Ana. Hasta ahora, me escribía, vivía sin que le funcionara el riñón. Ahora constará oficialmente que no lo tengo. Aun así le afectó mucho porque en aquellos años la tuberculosis era un mal casi incurable y altamente contagioso. Afortunadamente no tuvo más consecuencias.

Pasó algún verano en Alemania estudiando la lengua que ya había empezado a aprender con los Estudiantes alemanes que cursaban en Cervera. Más adelante obsequió a la Provincia alemana con un estudio completo sobre los alemanes que habían estudiado a entre nosotros al ex-universidad de Cervera.

Superior en Barcelona

A los últimos años de profesor fue elegido superior de la comunidad. Eran días de gran agitación política, social y eclesial con el Concilio Vaticano II. A la comunidad habían llegado ya las primeras promociones de Salamanca, con sus ideas de renovación propias de la juventud. Los primeros días de su superiorato murió de un desgraciado accidente un niño en unas colonias de verano. Toda la problemática que provocó se puede decir cargó sobre los hombros del P. Sidera. Eran tiempos difíciles para un Superior abnegado que iba delante de la comunidad en la observancia regular y en el trabajo. Su actitud chocó con la resistencia pasiva o activa de algunos que aconsejó un cambio de casa.

La familia

El p. Joan quería mucho a la familia y se preocupaba porque se mantuviesen fieles a sus raíces cristianas. Hurgó en los archivos indagando su pequeña historia. Es de gran de su valor la carta que escribió a sus hermanos y sobrinos a principios de su estancia en la asistencial, cuando se veía próximo al término de su vida. Nos la tomamos todos como su testamento espiritual.

También se interesaba por la historia de La Cellera. Especialmente se interesó por los mártires y por los muchos Claretianos oriundos del pueblo.

El P. Joan me quería predicador. Me dio un amable tirón de orejas epistolar cuando se enteró que yo, postulante en Alagón y víctima del ambiente que reinaba en el colegio, me resistía a estudiar griego convencido que no servía para nada. Sólo es inútil aquello que no se sabe, me dijo. Tuve la suerte de un profesor excelente a Barbastro en el P. Andrés Herrera. Mi hermano se alegró de mi progreso, sentía pena por el predicador que perdía.

Se interesó especialmente por Vicenç, el más pequeño de la familia, misionero en el Darién. Le ayudó todo el que pudo. Hizo lo posible para que la Provincia de Cataluña se hiciera cargo de aquella misión. El plan fracasó porque a algunos influyentes de la Provincia les pareció culturalmente poco interesante, comparada con el que representaba el Japón.

En Cervera

Fue destinado a Cervera y dio un nuevo impulso a la casa fundando el Colegio Menor P. Jaume Girón para facilitar a los chicos de los pueblos del entorno de Cervera, un Internado desde donde cursar el bachillerato en el Instituto.

Fue también profesor del Instituto con gran competencia y aceptación. Y colaboró en la formación de las novicias y junioras de las Misioneras Cordimarianas de la M. Güell. Ejercía de profesor, de consejero, de confesor según convenía.

Las buenas Religiosas le hicieron de ángel de la guarda cuando el P. Joan, yendo en moto, fue embestido por un coche que le causó fractura del fémur con herida abierta. Fue atendido en Tàrrega en la clínica del Dr. Domingo durante el tiempo largo que estuvo internado. Alguna de las buenas Religiosas se desplazaba cada día en Tàrrega para atenderlo.

Llegó el día de celebrar la recuperación del accidente. Una buena comida con la comunidad, autoridades y compañeros de profesorado. Todo el mundo contento. Pero al salir del comedor el P. Joan resbaló en el suelo húmedo y se le reprodujo la fractura. Y vuelta a empezar. Sufrió el doble accidente con la paciencia de un santo.

En el Mas Claret

Cuidaba también de los Hermanos y de la casa de Mas Claret con la dedicación de siempre. Son testigos de ello los muchos pinos que plantó y dan sombra todavía al espacio martirial.

Para ir y venir a Mas, sacó el carné de conducir con todas las de la ley. Pero en una de las primeras salidas, volcó sin mayores consecuencias. Mejor dicho, ya nunca más tocó el volante.

Hablando del Mas Claret, cuando ya se acercaba a los 90 años, celebramos como cada año la memoria de nuestros hermanos mártires. Era un día tempestuoso, con viento frío y amenaza de lluvia. Por eso se tomó la decisión de celebrar la fiesta en la iglesia de Sant Antoni de Cervera. Todo bien. El P. Joan volvió a Vic con un fuerte resfriado que fue el principio del deterioro de su salud.

Achuchones

De hecho, a pesar de su robustez, tuvo que enfrentarse con intervenciones quirúrgicas más o menos graves. Algunas ya los he apuntado. Añadamos otras:

Él que había sido siempre un gran andariego, sufrió mucho en su aparato óseo. Sufrió sendos implantes en dos caderas. Y especialmente en los últimos años sufrió gran dolor en las piernas de origen desconocido. Pasó por ello muchas noches sin dormir. Lo sufría todo con gran y sin compadecerse demasiado.

Más adelante sufrió una intervención urgente de piedras en el hígado.

Arrastró muchos años un problema anal hasta que lo superó con una nueva intervención delicada.

Otro día, me alarmó diciendo que lo acababan de operar de un cáncer en la punta de la lengua. Más adelante le operaron de cataratas…

En Valls y en Vic

Después del Mas ejerció un par de años de profesor en Valls y otro en Montgat, dando clases en seminario diocesano de La Conreria a donde iban también nuestros Postulantes.

Finalmente fue destinado en Vic. El P. Pere Franquesa, Provincial, tuvo la buena idea de concentrar en Vic las bibliotecas de las casas que se cerraban o que reducían sus espacios. Puso al frente de ello al P. Joan Sidera que con paciencia benedictina y constancia de santo, fue seleccionando y colocando los libros que le iban llegando. Cuando ya los tenía ordenados, la comunidad necesitó el espacio para una juvenil que prometía mucho. Y se trasladó la biblioteca. Y -a la tercera va la vencida- hubo un tercer traslado. Otro se habría bien cansado. Él continuó cómo si tal cosa y continuó su obra clasificando y leyendo e investigando especialmente los libros de los siglos XVII-XIX. Le interesaba muchísimo documentar el medio cultural y religioso en vivió el P. Fundador y en el que nació la Congregación.

Disponía de un instrumental austero, con pocas comodidades, en un despacho sin apariencia de tal. Hilaba muy delgado a la hora de hacer gastos. Disponía de una pequeña cámara que le servía de taller de encuadernación. Él encuadernaba los libros que corrían el peligro de perderse definitivamente. Se llevó un disgusto serio cuando, en la remodelación de los espacios, se vio privado el pequeño taller.

Archivero e investigador

Era archivero e investigador consciente y exigente, tendiendo a la crítica más severa. Estudió el inmenso tesoro del P. Patllari Currius. Para saber más cosas de Don Paladio, visitamos Ridaura, su pueblo natal y copiar su partida bautismal. Le acompañamos el P. Bermejo, el P. Ricard Costajussà, como chófer y yo. Visitamos también la fuente del Picassó. Tenía mes de setenta y cinco años y la subida a la fuente le costó un buen sacrificio.

En mayo de 1982 pasó un mes a Roma. Salió de España el 14 de mayo. Dedicó el tiempo que las fotocopiadoras funcionaban a copiar los procesos de Beatificación del P. Claret y los documentos que pudo. También visitó diversos monumentos romanos. Entró en contacto con el P. Federico Gutiérrez y con el P. Aldo Luis Cooper, que le procuró interesantes documentos de los archivos vaticanos. Salió de Roma el 14 de junio.

Todavía en Vic

Al volver de este viaje a Roma, se encontró en Vic con media comunidad cambiada. Eran días de nombramientos. El 18 de junio se tuvieron las elecciones de cargos locales en que salió elegido el P. Avel•li Puig. “Vi el cielo abierto: no había osado decir con toda claridad que no quería continuar de Superior. Como Superior era exigente a la hora de cumplir con las obligaciones comunitarias. El P. Juan se levantaba temprano y a continuación pasaba la hora de meditación en la capilla orando, casi siempre con la Biblia en la mano. Predicaba con el ejemplo.

El P. Puig era tan bueno como alto. Y religiosamente muy comprensivo y maternal especialmente con los “Escolásticos” que decía él.

El julio de 1981 el P. Joan había asistido en Granada a la reunión de superiores de España y Portugal. “Muchas enseñanzas y muchos recuerdos imposibles de concentrar aquí, escribe.

Treinta años al frente del Archivo

La treintena de años encargado del Archivo Pairal o Claret de Vic parece muy monótona y hasta deshumanizadora. Para él era una fuente de satisfacción por las estrechas relaciones que contrajo con investigadores Claretianos o de fuera de la Congregación. Disfrutaba especialmente cuando podía mostrar sus tesoros a los misioneros formadores y formandos que concurrían a Vic.

No sólo se movía entre papeles. Hacía una buena labor sacerdotal en las capellanías de Vic y era confesor de muchos sacerdotes que encontraban en él una persona que les atendía humilde y cariñosamente.

Como archivero investigador no dejaba piedra sin mover visitando los diversos archivos a los que tenía acceso: el archivo episcopal de Vic, el archivo municipal, archivos notariales. Además tuvo la buena idea de publicar periódicamente el resultado de sus investigaciones o las de los oros en su Arxiu Claret, modesto, muy modesto, artesanal, pero esperado y apreciado por los entendidos.

Su campo era todo lo hacía relación al P. Fundador y a la Congregación. Sintió como una ofensa personal la publicación de una obra sobre Claret a contraluz, que muchos saludaron con entusiasmo como una novedad que enterraba mitos. Joan y los entendidos -Bermejo, Cooper, Severiano Blanco, Federico Gutiérrez y otros- hicieron lo posible para contrarrestar el efecto devastador de la obra, muy poco respetuosa con los documentos. Le costó más de un disgusto demostrar con documentos fehacientes las deficiencias de un trabajo de apariencia crítica y solvente.

Le bailaba en la cabeza la idea de nuestras investigaciones eran muy endógenas. Él sentía la necesidad de investigar las fuentes ajenas a la Congregación y en el mundo clerical. Le hubiera poderse acercar a los archivos policiales de los tiempos de Claret. Por eso saludó la obra paciente del P. Federico Gutiérrez que recogió el eco del p. Claret en la prensa de su tiempo.

Revisó cuidadosamente el Epistolario Claretiano. Estimaba esta obra inmensa que le ofrecía reunida una documentación preciosa que él contrastó críticamente y mejoró con sus aportaciones. También estudió a fondo la gran biografía del Beato Claret, del P. Cristóbal Fernández.

Fijaciones

Últimamente tenía muy metidas en el corazón las relaciones del P. Claret con su madre. Y rebosaba de satisfacción cuando logró demostrar cómo Mn. Claret asistió a su madre en el lecho de muerte.

Disfrutaba repitiendo su convicción de que el muchacho Claret tuvo sus vacilaciones de su camino vocacional que nunca interrumpió, ni siquiera en los años de estudios en Barcelona. Defendía la importancia de la presencia de Mossên Claret a Sant Joan de Oló que vivió como un noviciado de su vocación misionera y precongregacional en Catalunya.

Con paciencia más que benedictina fotocopió los Diarios reservados del P. Clotet y lo que es más meritorio todavía, hizo de ellos una transcripción muy fiel y clara que hacen más accesibles esta de información imprescindible.

Últimamente anhelaba poner a plena luz la grandeza espiritual del P. Domingo Fàbregas, el cofundador. No le entusiasmaba mucho la figura gigante y humanísima del P. Xifré. Colaboró conmigo en la biografía que tenía yo encargada. Él veía las rugosidades evidentes del Rmo. Padre, si bien reconocía su delicadeza espiritual. Pero nunca le agradeceré su ayuda generosa en todo el proceso de mi obra, que es tan suya como mía.

Elaboró las biografías del obispo Corcuera, de Llucià Casadevall, del P. Domingo Fàbregas, del P. Bernat Sala. Sus aportaciones en todos los campos relativos al P. Fundador y a la Congregación son numerosísimas. Y esperamos que los miembros del CESC, con quienes colaboró y a quienes miró siempre con admiración y afecto. Les agradeció especialmente el homenaje que organizaron en honor del P. Joan con motivo de su 75 aniversario de la ordenación sacerdotal. Le dedicaron un libro muy significativo con motivo de los 75 años de ordenación. Preparan también otras publicaciones del Padre y un elenco completo de su bibliografía.

Agradecimiento y despedida

Poco a poco Joan fue perdiendo la movilidad. La comunidad de Vic, muy a su pesar, no podía prestarle las atenciones que necesitaba. Por esto fue trasladado a Barcelona. Nadie pensaba que resistiría tanto tiempo. Los primeros días fueron de una preocupante desorientación que hacía temer el peor. Pero a los pocos días pidió papel y bolígrafo para escribir. Y muy pronto vio con gozo que podía disponer del ordenador que usaba en Vic con su impresionante documentación acumulada. Y así pudo continuar su tarea de investigación y de impresión de sus obras completas.

Hizo esfuerzos heroicos para recobrar la movilidad sin necesitar la silla de ruedas. Logró mantenerse de pie y andar ayudado del caminador.

Una cosa curiosa. Los dos meses últimos pidió todos los Diálegs de la Provincia y los fue resiguiendo cuidadosamente. Tenía un sentimiento: no había hecho nada o no muy cosa por la Congregación. Y quedó impresionado al comprobar sus muchas intervenciones en los diversos campos.

Fue una fiesta entrañable. Y todos soñábamos con celebrar su centenario de vida. Se cansó cuando justo le faltaba un mes. Un ictus, antes lo llamábamos embolia o apoplejía, hirió seriamente. Desde el primer momento fue cariñosamente atendido por las señoras de la casa asistencial y por los hermanos de la comunidad.

En todo momento mi hermano se mostró agradecido a la Congregación siempre y muy especialmente a la comunidad y al personal que lo asistía. ¡Gracias! Decía. ¡Sí, gracias!

Unos momentos antes de entrar en plácida agonía todavía cantó con buena voz la canción popular catalana La Mare de Déu, quan era xiqueta…. La Virgen María cuando era niña… También el Cor de Maria, de Gràciafont… Y recomendaba el rezo de las tres Ave Marías. No creo que se diera cuenta de lo que cantaba y decía, pero fue un bello testamento.

Testamento espiritual

Para terminar estas notas biográficas, copio el testamento que sin pretenderlo escribió a sus hermanos, sobrinos y demás familia en Barcelona el 6 de enero de 2013, a los pocos días de su incorporación a la comunidad asistencial:

“Querría poder dar un buen consejo a todos. Y es: amaos plenamente todos de corazón y alma. Sabed que amar -¡es tan hermoso ser amado!- significa tener y hasta ser amor = Crean amor y lo hacen correr entre los demás; fuera mal humor, o ganas de dominar. Gritar. Arrinconar a nadie. Y siempre dispuestos a entenderse, darse una explicación; adelantaros a saludar, a dar gusto y servir. Sois cristianos: que se vea como os amáis, que se vea.

Esta carta es un saludo y un adiós a todos y cada uno. Amad y amaos, que sois cristianos.

Llevamos todos un mismo camino = ¡¡¡NOS REENCONTRAREMOS!!! Pensemos más en aquel lugar que es la patria de todos. Adiós a pequeños y mayores. Os quiero. Joan Sidera cmf’.

Jaume Sidera i Plana, cmf