SAN ESTEBAN
Protomártir
Vida
Esteban era de origen judío. El vocablo esteb significa corona. Por ello su nombre significa coronado. Dios honra su nombre coronando su vida con el martirio
Se le llama protomártir porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo. Se desconoce por completo su conversión al cristianismo. La Sagrada Escritura se refiere a él por primera vez en los Hechos de los Apóstoles. Narra que en Jerusalén hubo una protesta de las viudas helenistas. Las viudas decían que, en la distribución de la ayuda diaria, se les daba preferencia a los que eran de Israel, que a los pobres del extranjero. Cuando esa comunidad creció, los apóstoles, para no dejar su labor de predicar, confiaron el servicio de los pobres a siete ministros de la caridad, diáconos. Estos fueron elegidos por voto popular, por ser hombres de buena conducta, llenos del Espíritu Santo y de reconocida prudencia. Entre los elegidos fue nombrado Esteban. Además de ser administrador de los bienes comunes, no renunciaba a anunciar la buena noticia. La palabra del Señor se difundió y el número de discípulos se multiplicó extraordinariamente en Jerusalén.
Las circunstancias del martirio indican que la lapidación de san Esteban no fue un acto de violencia de la multitud sino más bien una ejecución judicial.
La fiesta de san Esteban siempre fue celebrada inmediatamente después de la Navidad para que, siendo el protomártir, estuviese lo más cercana a la del nacimiento del Hijo de Dios. Antiguamente se celebraba una segunda fiesta de san Esteban el 3 de agosto, para conmemorar el descubrimiento de sus reliquias, pero por un motu propio de Juan XXIII, el 25 de julio de 1960, esta segunda fiesta fue suprimida del Calendario Romano.
Consideración claretiana
San Esteban es patrono de Sallent. En la iglesia parroquial de Sallent tenía una capilla construida en 1419. Claret nos cuenta en su Autobiografía que el primer sermón que hizo, después de ser ordenado presbítero, fue el panegírico del santo Patrón de la población (cf. Aut 103). Al parecer, se celebraba allí la fiesta de san Esteban el 13 de septiembre de 1835.
Claret menciona a san Esteban cuando narra, en la Autobiografía, su experiencia de victoria sobre la tentación contra la castidad (cf. Aut 97). En otros documentos autobiográficos, relata esta visión en tercera persona e interpreta la cercanía de san Esteban con estas palabras: «Vio un grupo de santos, sus patronos, que todos estaban en ademán de hacer oración por él. El que tenía más cerca era san Esteban y andaba con la dalmática de diácono. Como este santo es Patrón del pueblo del estudiante, se creyó que por este motivo había asistido al combate; pero cuando, después de algunos años, el estudiante se ordenó de diácono, el Señor le dio a conocer en el mismo acto de la ordenación por qué san Esteban había asistido tan cerca de él. Cuando el Prelado dijo aquellas palabras del Apóstol: No es nuestra pelea solamente contra hombres de carne y sangre, sino contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos esparcidos en los aires» (3, p. 40).
En su ordenación de diácono, en 1834, Claret entendió aquella presencia de san Esteban, no solo como patrono, sino como modelo de identificación vocacional que le mostraba su futura misión de vencedor de los poderes del mal. Más aún, san Esteban le indicaba que su lucha no sería ya solo contra la carne, sino contra el mal, difuso y confuso. En esta interpretación, Claret apóstol, intuye no solo la presencia de los enemigos del reino de Dios, sino también la estrategia para vencerlos.
Esta conciencia de apóstol victorioso no nubla la vista de Claret. Y, recordando también a san Esteban, vislumbra la suerte que, como seguidor de los apóstoles, puede correr. En su Carta al misionero Teófilo el P. Claret afirma: «No pienses, amadísimo Teófilo, que en Jesús terminaron las persecuciones, como terminaron las persecuciones de la antigua ley; la oposición continúa su choque, y seguirá la contradicción y persecución. Así lo vemos en san Esteban, que lo echan fuera de la ciudad y le matan a pedradas (Hch 7,57-58). Aquel día comenzó una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén, dice la santa Escritura» (2, p. 352).
La lectura que hace el P. Claret de la persecución, que él experimenta en sí mismo, es una lectura evangélica y apostólica: «También me anima mucho el leer lo que hicieron y sufrieron los Apóstoles […] ¡Con qué celo predicaban, sin temores ni respetos humanos, considerando que antes se debe obedecer a Dios que a los hombres! […] Si les azotaban, no por esto se amedrentaban y abstenían de predicar; al contrario, se tenían por felices y dichosos al ver que habían podido padecer algo por Jesucristo» (Aut 223).
Como diáconos de la Palabra, quienes estamos llamados a ser apóstoles al estilo de Claret «no tenemos miedo en el camino porque Dios va con nosotros. Él nos ha elegido y nos acompaña. Su vara y su cayado enderezan nuestro caminar y le dan seguridad a la hora de avanzar. […] María y la Cruz nos sirven de indicadores. María es la estrella de la evangelización. El golpe rítmico del cayado (de la cruz) hace que no olvidemos los valores esenciales del misterio de la redención. Mirando a María y a la Cruz renovamos el seguimiento a Jesús, reconstruimos nuestra fraternidad y encontramos fuerza para afrontar los riesgos, las dificultades, las persecuciones, el martirio y la muerte en la misión confiada en la Iglesia» (1, p. 12).
BIBLIOGRAFÍA
- BOCOS, A. ¡Felicidades, Congregación!, Roma 1997.
- Carta al misionero Teófilo, en EE, Madrid 1985.
- EA, Madrid 1981.
- EE, Madrid 1985.
- MARTINI, C. Mª. Esteban, servidor y testigo, Madrid 1991.