Maroto Martín, Felipe. Garcillán, Segovia, 26.V.1875 – Roma, 11-VI.1937. Canonista eminente, Superior General.
Nació en una aldea en la que sus padres, Pablo y Cecilia, eran unos honestos labradores. La familia, la parroquia y la escuela le proporcionaron una buena educación humana y cristiana. En la escuela fue siempre el mejor; en la iglesia, un piadoso monaguillo. Tenía un tío claretiano; pero el padre quería que Felipe, el mayor de sus hijos, se quedase con él y le ayudase en la labores del campo. Con todo, el 25 de septiembre de 1889, le permitió ingresar en el Postulantado de los Claretianos de Segovia.
En esa ciudad comenzó los estudios del gimnasio. En julio de 1890 pasó al Postulantado de Barbastro (Huesca), donde los terminó. Hizo tres cursos en dos años, consiguiendo muy buenas calificaciones en todas las asignaturas. Deseando darla una sólida formación claretiana, los Superiores le trasladaron a Cervera (Lérida) en julio de 1981. Lo primero que tuvo que hacer fue el Noviciado. Bajo la dirección del Padre Antonio Sánchez, durante un año dedicó todas sus energías a la tarea de dar una respuesta de amor total a Dios que por amor le había llamado a una especial vocación. Su ínterés se centró en dejarse plasmar por Cristo y la Virgen María, que fueron siempre sus principales formadores y los supremos modelos de su vida consagrada. El 25 de julio de 1892, a los 17 años, hizo su profesión primera y perpetua, es decir, se ofreció en holocausto a la Trinidad y se comprometió a buscar siempre, con dinamismo claretiano, la mayor gloria de Dios. De esa valiente decisión nunca se arrepintió. A continuación realizó en el colegio de Cervera el trienio de estudios filosóficos (1892-1895) y el primer bienio de los estudios teológicos (1895-1897). En noviembre de 1895 recibió la tonsura y las órdenes menores. Durante ese quinquenio su Prefecto y Director espiritual fue el Padre Juan Carpi. En el verano de 1897 fue trasladado al Colegio de Santo Domingo de la Calzada (Logroño), donde pasó otros dos años (1897-1899) ocupado en el estudio de la teología, la moral y el derecho. Consiguió óptimas calificaciones en todas las materias del septenio. El Obispo de Osma, Dr. D. José María Escudero, le confirió en ese colegio la orden del subdiaconado el 15 de octubre de 1899, y la del diaconado el 22 sucesivo. En el mismo centro, el 13 de mayo de 1900 fue ordenado sacerdote por Fray Gregorio María Aguirre, Arzobispo de Burgos y Adminustrador Apostólico de Calahorra y la Calzada. A lo largo de toda su vida, el Padre Maroto quiso ser – y de hecho fue – ante todo un verdadero claretiano y un sacerdote ejemplar.
Teniendo en cuenta tanto la solidez de su vida sacerdotal y claretiana como su extraordinario “curriculum” de estudios, los Superiores decidieron enviarle a Roma para que se especializase en derecho y así pudiese servir con mayor eficacia a la Congregación y a la Iglesia. Llegó a Roma el 27 de octubre de 1900. Durante tres años académicos (1900-1903) se dedicó a estudiar con toda seriedad en las facultades de derecho canónico y civil del prestigioso Seminario Romano de San Apolinar. Eugenio Pacelli, el futuro Papa Pío XII, fue el más famoso de sus condiscípulos. Durante esos tres años, gracias a los sabios consejos del Padre Antonio Naval, su Prefecto y Director, el Padre Maroto hizo también grandes progresos en su vida espiritual.
Pensaba que, conseguido el doctorado, su trabajo se iba a desarrollar en España; pero la obediencia le hizo quedarse en Roma. Al principio tuvo que ocuparse en las tareas de ayudante del procurador y en llevar la modesta economía de la casa. Pero no tardó en abrirse ante sus ojos el horizonte de la que iba a ser su mision característica en esa ciudad. En efecto, el 20 de enero de 1904 fue nombrado profesor suplente de derecho canónico en el Pontificio Seminario Romano de San Apolinar. En julio de 1907 aceptó la cátedra de “instituciones canónicas” en la facultad de teología de dicho Seminario. En febrero de 1918 pasó a la cátedra de texto en la facultad de derecho canónico del mismo centro. Durante treinta años la enseñanza universitaria fue su principal trabajo misionero. Como han reconocido con agradecimiento sus discípulos, el Padre Maroto había nacido para ser una verdadera lumbrera en el campo del derecho. Gozaba de un sentido innato de lo justo y de lo injusto. Poseía unas dotes singulares, que le permitían entender y explicar con maravillosa claridad los temas de jurispridencia canónica y civil. Exponía el sentido de los textos jurídicos con una maestría deslumbrante. En el dominio y en la exposición de algunos tratados era insuperable. La actividad docente era para él como el ejercicio de un ministerio sagrado. Los copiosos frutos de su labor docente fueron el resultado no sólo de sus extraordinarias cualidades intelectuales, sino también del esmero con que preparaba las clases y de la bondad con que siempre trataba a los alumnos. Por eso la docencia en las aulas romanas le convirtió en un jurista de fama mundial.
En 1912 se imprimió “el primer esquema” del nuevo Código de Derecho Canónico. El cardenl Gasparri mandó que al Padre Maroto le fuese entregada una copia. Por otra parte, el cardenal Bisleti, miembro eminente de la comisión encargada de la redaccion, le tomó como su asesor personal. Por ese camino, las acertadas observaciones del Padre Maroto influyeron mucho en toda la labor de revisión del esquema. Además, en algunas cuestiones, como la del orden de los libros IV y V del Código, el cardenal Gasparri quiso dialogar directamente con él. En 1916 se imprimió, en poquísimos ejemplares, “el último proyecto” del nuevo Código. El cardenal Gasparri mandó que etrergasen una de aquellas preciosas copias al Padre Maroto, y le pidió que propusiese los últimos retoques. El 28 de junio de 1917 tuvo lugar en el Vaticano la solemne ceremonia de la presentación del nuevo Código. En esa ocasión, Benedicto XV le saludó con cariño en español y le entregó un ejemplar, mientras al lado del Papa el cardenal Gasparri hacía este comentario: “¡Cuánto le hemos hecho trabajar, Padre Maroto!” El cardenal Bilsleti, por su parte, en señal de reconocimiento por los estupendos servicios prestados, le regaló toda la documentación y todas las notas manuscritas que tenía sobre las diveersas fases de la preparación del nuevo Código.
Aunque trabajaba con pasión en la enseñanza, tuvo que compaginar esa labor con las obligaciones de otros importantes cargos que la obediencia le impuso: procurador general (1912); consultor de la Sagrada Congregación de Religiosos (1912); consultor del Santo Oficio (1913); postulador encargado de la causa de beatificación del Venerable Padre Claret (1915); juez prosinodal de Roma (1918); examinador prosinodal de Porto-Santa Rufina (1921); consultor de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide (1922). Como consultor, redactó una gran cantidad de “votos”, que a veces eran verdaderas monografías jurídicas sobre el tema. Algunos se hicieron famosos: por ejemplo, el de la causa “Toletana”, sobre la residencia coral, que fue publicado. Hay que hacer constar que sólo para la Sagrada Congregación de Religiosos escribió más de ochenta “votos”. Por mandato de la Santa Sede tuvo también que revisar las constituciones de muchos institutos, realizar visitas apostólicas, dotar de una estructura canónica apropiada a varias Congregaciones: Religiosas de la Compañía de María, Religiosas de la Enseñanza, Hijas del Corazón de María del doctor Masmitjá, etc.
A esas actividades insoslayables se debe, en gran parte, el que no haya dejado a la posteridad una amplia producción de libros de derecho canónico. En el ambiete eufórico de los trabajos de preparación del nuevo Código, surgió la espléndida idea de hacer un comentario a la totalidad del nuevo texto de 1917. Con la ayuda entusiasta de sus jóvenes discípulos claretianos (Aracadio Larraona, Siervo Goyeneche…), el Padre Maroto publicó ya en 1918 la primera edición del libro Institutiones Iuris Canonici, manual fundamental, que tuvo un éxito enorme, y que en 1919 fue publicado tambén en castellano. Según los deseos, la obra habría de constar de siete volúmenes; pero, aunque la muerte le sorprendió en su mesa de trabajo y con la pluma en la mano, el proyecto completo nunca se llevó a cabo. En ese mismo clima, algunos claretianos, apoyados muy eficazmente por el Superior General, Padre Martín Alsina, iniciaron en 1920 la publicación de la revista Commentarium pro Religiosis, que tuvo también un óptima acogida. El Padre Maroto fue su primer Director y su constante colaborador. También formó parte del cosejo directivo de la revista Apollinaris. En ambas revistas publicó artículos de notable valor jurídico.
Las aportaciones del Padre Maroto influyeron mucho en las conclusiones del Capítulo General de 1912 de los claretianos. Su modo de enfocar las cuestiones internas del Instituto fue siempre muy apreciado. Sus propuestas sobre la adaptación de las Constituciones al nuevo Código fueron determinantes en los trabajos de Capítulo General de 1922. El 23 de abril de 1934 fue elegido Superior General, cargo que aceptó con humildad y por obediencia. En efecto, esa decisión le exigió, entre otros, el gran sscrificio de renunciar a su labor docente. Como Superior General, en sus múltiples visitas canónicas y en toda su actividad, buscó con gran empeño el bien del Instituto. Le afectaron muy profundamente los comienzos de los dramáticos acontecimientos de la gerra civil española (1936-1939), en la que murieron 271 claretianos, algunos de los cuales ya han sido beatificados como mártires de Cristo. El Padre Maroto falleció piadosamente en Roma el 11 de julio de 1937.
Obras de ~: Institutionis Iuris Canonici.Tomus I, Imp. E. Maestre, Ed. Corazón de María, Madrid, 1918, 736 pp; 2.ª ed., Imprenta Ibérica, Ed del Corazón de María, Madrid 1919, 893 pp; 3.ª ed., Apud “Commentarium pro Religiosis”, Romae 1921, 893 pp.; 4.ª ed., Apud “Commentarium pro Religiosis”, Romae 1923, 893 pp. Instituciones de Derecho Canónico. Obra traducida al castellano por ell R. P. J. López Alijarde, C.M.F., Tomos I-II. E Maestre. Ed. del Corazón de María, Madrid 1919, 540-536 pp. La residencia coral. 1.ª ed en la revista “Ilustración del Clero; 2.ª Imprenta Ibérica, Ed. del Corazón de María, Madrid 1919, 144 pp. De Extraordinario Iubilaeo Anni 1929. 1.ª ed., en la revista “Commentarium pro Religiosis”, 2.ª ed. Tip. Poliglotta del Cuore di Maria, Roma 1929, 88 pp. Circular sobre algunos puntos de observancia religiosa. Tip. del Cuore di Maria, Roma 1935, 44 pp. Epistula Circularis in Litteris Ssmi. D. N. Pii Papae XI de Sacerdotio Catholico. Tip. del Cuore di Maria, Roma 1935, 116 pp.
Bibl.: S. Goyeneche, Rev.mus P. Philippus Maroto, Commentarium pro Religiosis 18 (1937) 209-213; Id., Oración fúnebre por el Rmo. Padre Felipe Maroto, Roma, 1937; A. Larraona, Necrologías: El Rmo. P. Felipe Maroto: Annales Congregationis Filiorum Immaculati Cordis Beatae Mariae Virginis 34 (1938) 512-516, 558-561; 35 (1939) 46-48, 151-155, 190-191, 289-295, 340-347, 386-393, 407-409; 36 (1940-1941) 45-48, 140-144, 178-181, 233-235.
- Pardilla