Nació en Capellades (Barcelona) el 18 de octubre de 1820. Estudió en el seminario de Barcelona y se ordenó sacerdote probablemente en 1844. Tras una breve temporada como vicario de la barcelonesa parroquia de Santa María del Pino (EpCurr carta nº 9), de 1845 a 1850 fue cura ecónomo de Vilanova y la Geltrú.
Se conoció con Claret en mayo de 1845, “cuando yo fui a predicar el Mes de María en Villanueva, en donde se hallaba de teniente cura” (Aut 549). Y el trato entre ambos debió de continuar, pues, en 1850, enterado Francisco Coca de que Claret, nombrado arzobispo de Santiago, formaba un grupo de misioneros que le acompañasen a aquella diócesis, al parecer se ofreció de inmediato para integrarse en el mismo. Pero algo le retuvo quizá hasta última hora, pues no participó en los ejercicios que Claret dirigió a dicho grupo a finales de abril de dicho año.
Con Claret y ocho sacerdotes más, y con cuatro laicos, zarpó de Barcelona el 28 de diciembre y llegó a Cuba el 16 de febrero de 1851. Allí se dedicó totalmente a la predicación; de él y de Manuel Subirana dice Claret que “siempre estaban misionando de una aldea a otra, sin descansar jamás” (Aut 594). Comenzaron el 21 de mayo, por la ciudad de El Cobre (Aut 514; 517); seguidamente fueron a Tiguavos y Santa Catalina [hoy Guantánamo] (EC I, p. 547), y así durante cinco años. Según el estilo de Claret, en las misiones repartían gran cantidad de libritos y estampas (ECpas I, p.169, 307 y 330).
En septiembre de 1853 F. Coca enferma de calenturas; seguidamente enferma también M. Subirana, y Claret opina que el indicado para atenderle es el P. Coca; eran como dos hermanos: “en cuanto a lo que me dice del P. Coca no tengo inconveniente, sólo pienso cómo quedará el P. Subirana sin ningún compañero ni casi conocido; tal vez el verse solo le sumergirá en tristeza y le prolongará y quizá impedirá la curación” (EC I, p. 889).
Según el P. Claret, F. Coca “era un sacerdote muy bueno, sencillo como un niño, muy celoso y fervoroso. Siempre iba de pareja con D. Manuel Subirana, entre los dos había grandes simpatías… Los dos tenían armoniosísimas voces, por manera que sólo para oír sus cantos iban todos a la misión… Es inexplicable el fruto que hicieron” (Aut 594)
Cuando, en 1856, la permanencia de Claret en Cuba se hizo incierta, a causa del atentado sufrido de Holguín en febrero y la enfermedad del vómito sufrida por el arzobispo en junio, al no programarse nuevas misiones para la segunda mitad del año, los misioneros Coca y Subirana, en el mes de julio, marcharon a Guatemala. Allí emprendieron caminos diferentes; mientras que M. Subirana continuó su predicación misionera incluso entre no cristianos, Francisco Coca, el 13 de octubre, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús.
Murió siendo novicio, el 23 de junio de 1858. El P. Claret se debió de enterar en el mes de septiembre, y lo comunicó al P. Lobo (EC I, p. 1637). En 1869 Claret recuerda al P. Xifré esta marcha de Coca y Subirana a Guatemala y el camino ulteriormente seguido por cada uno (EC II, p. 1430).