ENERO
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1847. Hoy, o algún día antes, Claret es denunciado por Miguel Rivas, el célebre heresiarca o alucinado de Alforja (Tarragona).
1849. Sigue con la misión de Tejeda (Gran Canaria), comenzada el día anterior.
1866. Informa de la recuperación de salud de su capellán D. Carmelo Sala, que durante un mes estuvo en casa de sus padres, y anuncia su cercano regreso.
CONSTITUCIÓN DEL INSTITUTO (1858-1870)
La fundación en Barbastro
El P. Diego Gavín expuso al P. General la conveniencia de establecer una fundación en Barbastro. Sólo sabemos que Xifré puso tres condiciones indispensables para la nueva casa: que estuviese algo retirada del núcleo de la ciudad, que fuese una vivienda con algún otro inquilino, a quien confiar el piso en caso necesario, y tercero, que tuviera un huerto para los Padres. Desalojada la antigua casa de Jaca y hechas las oportunas gestiones en Barbastro en 1869, pudo fundarse la casa en la calle La Seo con la presencia de los PP. Gavín y Homs. Allí se construyó la primera iglesia dedicada al Corazón de María en España; todavía existe. La admisión en esta casa de algunos niños y adolescentes fue también el inicio de los postulantados en la Congregación, para los que el P. Xifré escribió el primer Reglamento en 1876. Esta casa sería posteriormente un ejemplo para toda la Congregación, por sus 51 mártires en la guerra civil española beatificados por Juan Pablo II en octubre de 1992.
Leandro González, CMF
Misionero predicador (1851-1903)
Nava del Rey (Valladolid, España). La predicación del P. Clemente Serrat en su pueblo le impulsó a la vida claretiana. Tuvo la dicha de conocer al P. Claret en Segovia. Hizo el noviciado en Vic bajo la dirección de los PP. Serrat y Vallier. En 1877 era destinado a la casa de Segovia dedicándose al trabajo misionero junto a los PP. Villaró y Genover. Posteriormente se dedicó a la predicación. Llegaron a llamarle el Apóstol del Valle de Mena. En el Capítulo General de 1895 fue nombrado Consultor Provincial. Aun estando ya enfermo, el obispo de Santander lo nombró examinador sinodal y visitador de los conventos de la diócesis. También lo tuvieron en gran consideración personas de influencia y magnánimos benefactores como D. Victoriano Zabalinchaurreta o el Marqués del Arco y de Quintanar. Murió en Segovia el 27 de enero. El P. Isaac Burgos se encargó personalmente de escribir una breve necrología suya en Anales.
La fuerza oculta de la voluntad de Dios
Pero cuán inescrutables son los juicios de Dios!… Al paso que a mí la fabricación me gustaba tanto y había en ella hecho los progresos que he dicho, no me supe resolver; sentía interiormente una repugnancia en fijarme y hacer que mi Padre comprometiera intereses. Le dije que me parecía que aún no era tiempo, que yo era muy joven, y además, siendo pequeño, los trabajadores no se dejarían gobernar por mí. Me contestó que esto no me diera cuidado, porque otro ya gobernaría a los trabajadores; que yo sólo tendría que ocuparme de la parte directiva de la fabricación… También me excusé diciendo que después ya veríamos, que por ahora no me sentía inclinado. Y, a la verdad, fue esto providencial. Cabalmente, yo nunca me había opuesto a los designios de mi padre. Esta fue la primera vez que yo no hice su voluntad, y fue porque la voluntad de Dios quería de mí otra cosa, me quería eclesiástico y no fabricante, aunque yo en este tiempo no lo conocía, ni pensaba en ello (Aut 64).
En este tiempo se cumplió en mí aquello del Evangelio: que las espinas habían sofocado el buen trigo… (Aut 65).
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL
- ¿Ha habido momentos en los que tu vida podría haber seguido otro camino?
- ¿Alguien de tu familia ha sido una ayuda o una dificultad en tu proceso vocacional?
- Considera cómo Dios ha conducido tu vida sin que tú te dieses cuenta.
La vocación es un don recibido, un proceso, una donación, una crisis, un camino de largo recorrido, un lento discernimiento… Continúa la frase según tu propia experiencia….
“La última norma de vida religiosa es el seguimiento de Cristo,
tal como lo propone Evangelio,
todos los Institutos han de tenerlo como regla suprema”
(Perfectae Caritatis, 2.a.).