Los pies del misionero
Naval era un pequeño pueblo de unos 2.000 habitantes de la Provincia de Huesca (Aragón) y perteneciente a la diócesis de Barbastro[1]. Allí nació el 6 de enero de 1833 Diego Gavín, el que llegaría a ser uno de los grandes misioneros populares de la Congregación de los Hijos del Corazón de María, una Congregación que todavía no había sido fundada, pero que pronto rondaría por la cabeza de otro gran misionero, el catalán Antonio Mª Claret.
De figura noble y de carácter amable y hasta jovial, de él escribiría el P. Mariano Aguilar, primer historiador de la Congregación: “Los toques aristocráticos de su arrogante figura, que le granjearon el aprecio de los grandes, y le permitieron tratar con ellos sin bajeza, no fueron estorbo para que el pueblo dejara de sentir vivo entusiasmo por él. Especialmente cuando bajaba del púlpito, después de haber hecho llorar a lágrima viva a los oyentes”.
Desde muy pequeño sintió atracción por el sacerdocio, así que pronto comenzó su carrera eclesiástica en el Seminario diocesano de Barbastro, aunque parte de la Filosofía la estudió en Zaragoza y parte de la Teología en Huesca, sobresaliendo entre sus compañeros por su aplicación y su celo. Compartía habitación en el Seminario, de modo excepcional, con su hermano Cristino, que llegaría a ser Arcediano de Huesca. Era todavía diácono y ya el Sr. Obispo, D. Basilio Gil Bueno, le concedió la facultad de desempeñar su ministerio apostólico predicando la Cuaresma en los pueblos cercanos a Barbastro. Recibió la ordenación sacerdotal el 7 de marzo de 1857 en Huesca. El Obispo le destinó inmediatamente como auxiliar a la parroquia de Salas Altas, de la diócesis de Barbastro, donde permaneció dos años. De allí le sacó el Duque de Villahermosa, movido por los buenos antecedentes que tenía de él, para encargarle una ermita llamada el Priorato de San Cosme y San Damián, que el Duque poseía en la diócesis de Huesca. Durante los dos años que estuvo en ella D. Diego Gavín predicaba con mucha frecuencia, llevado de su celo, y con gran aprovechamiento de la gente. Parecía que Dios le iba formando para lo que después llegaría a ser, ya que este ejercicio, casi misionero, le empujaría a buscar un nuevo estilo de vida en una Congregación Misionera.
Los primeros pasos como misionero claretiano
Y ocurrió que su primer contacto con la Congregación de los Hijos del Corazón de María recién fundada fue leyendo una reseña de la Congregación escrita por el P. José Xifré, entonces General de la Congregación[2]. “Sintió como una voz que le decía ser aquel Instituto…lo que más le convenía”. Y así ese año de 1863, el 15 de julio, ingresaba en el Instituto en la casa de Vic para iniciar el Noviciado. Era aquél el primer noviciado de la Congregación, y estaba compuesto por 7 estudiantes, 7 hermanos y un sacerdote, el futuro P. Gavín. Debió de aprovechar bien el año ya que por decisión del mismísimo P. Fundador se le adelantó la fecha del juramento de permanencia, que es lo que entonces se podía profesar, que hizo el 9 de julio de 1864 en manos del P. Claret, que regresaba del Capítulo General de Gracia, en la misma casa de Vic[3]. Según escribía el P. Pablo Sancho en 1865, hasta entonces todos los individuos con que contaba la Congregación, tanto Padre como Hermanos, eran catalanes, a excepción del P. Gavín, aragonés.
En Segovia, tras las huellas de Claret
Pocos días después partía con el Santo Fundador y el P. Clemente Serrat a Segovia, donde llegaban el día 29 de julio de 1864. Iba en sustitución del P. Domingo Fábregas, confundador. Allí es donde comenzó de verdad el apostolado misionero de la Palabra, aunque antes debió atravesar la prueba de la enfermedad que le impidió el primer año dedicarse de lleno al ministerio apostólico. Pronto se convirtió en uno de los grandes predicadores de la zona. El curso de 1864 al 1865 el equipo misionero pudo dar 19 misiones con gran éxito. En Fuenterrebollo, por ejemplo, comulgaron 1.300 personas, y así proporcionalmente en las demás misiones. En algunos pueblos tenían que predicar en la plaza pública por la extraordinaria concurrencia. Juntos Clemente Serrat, Francisco Crusats, protomártir de la Congregación, y Diego Gavín formaban un formidable trío misionero, extendiendo su actividad hasta fuera de la diócesis, llegando a la de Ávila[4]. De hecho el Sr. Obispo de Ávila, D. Fernando Blanco, llamó al P. Gavín ya en 1865 para dar Ejercicios a los Seminaristas de la diócesis hospedándole en su propio Palacio. Luego comenzó a ampliar aún más su trabajo misionero: Madrid, Valencia, Zaragoza, Huesca, Barbastro, Jaca, Lérida, Barcelona, y en casi todo el norte de la Península, llamando la atención por su palabra fácil y persuasiva, tanto en los Ejercicios que daba al clero como en las Misiones Populares.
En los Ejercicios Espirituales que los misioneros dieron en la diócesis de Avila a los sacerdotes en 1866 figuraban nombres como Ciriaco Ramírez, que pronto ingresó en la Congregación, donde ocupó cargos de importancia y responsabilidad, entre ellos el de Prefecto Apostólico de Fernando Póo, en donde murió víctima del cumplimiento de su deber. También figuraba entre los ejercitantes ordenandos, Antonio Alonso, futuro claretiano y gran misionero también de aquellas mismas tierras. En aquella época la comunidad estaba formada nada menos que por los PP. Serrat, Pujol, Crusats, Casanovas, Macià, Berenguer y Gavín.
Fue en Ávila donde sorprendió al P. Gavín la Revolución de Septiembre de 1868 dando Ejercicios a los seminaristas. El Obispo, muy benévolo para la Congregación, acogió con todo afecto a los Padres fugitivos de Segovia, particularmente al P. Serrat y al P. Gavín en su propio Palacio, donde, posteriormente, se crearía una verdadera comunidad religiosa y donde continuaron trabajando a pesar de la difícil situación, hasta que pudieron ir a Francia llamados por el P. General, José Xifré.
Camino del destierro
El 30 de octubre de 1868 en Gurb el, por así decirlo, consejo general de la Congregación tomó la decisión de pasar a Francia y reunir allí al mayor número de claretianos. El 2 de noviembre el P. Xifré había partido ya hacia Francia a caballo a pesar del peligro. Llegado a Perpiñán se presentó al Obispo de la villa y consiguió alquilar un piso en la calle de San Martín, donde permanecieron durante medio año mientras buscaban un lugar más apropiado. Allí fue donde convocó al P. Clotet y a otros Padres, entre ellos a los Padres Serrat y Gavín.
Los primeros en llegar fueron los PP. Gavín y Pablo Vallier[5], a los que siguieron después los PP. Clotet, Serrat y Quintana. Durante medio año este piso fue el centro de una pequeña comunidad y punto de referencia de la Congregación. En aquella comunidad se hacían los actos de regla y de costumbre, celebrando la misa en la iglesia del Hospital civil. Los muebles del piso estaban en consonancia con los escasos recursos de que disponían. Al principio no tenían jergones, ni tela para hacerlos, ni dinero con que adquirirlos; el mismo P. Xifré salió a la plaza a comprar dos sacos de los que se emplean para poner patatas y de ellos hicieron los jergones.
Estando en esta situación se presentaron al P. Clotet Mr. Remy Jacomy, vecino de Prades de Conflent, localidad conocida habitualmente como Prades, y D. Tomás Bartre, canónigo y superior del seminario menor de la misma población, ofreciendo el antiguo monasterio de Sant Miquel de Cuixà, a media hora de aquella ciudad, pero el estado del edificio, casi todo en ruinas, la distancia de la población y otras circunstancias les obligaron a desistir. Al volver a Prades, camino de Perpiñán, el Sr. Jacomy les invitó a ver una espaciosa casa que poseía. Y se acordó el alquiler de la casa junto con otra, adosada y aún sin terminar, con la condición de que la Congregación pagase las reparaciones necesarias únicamente para uso de la comunidad, como una escalera nueva. La casa daba para capilla, dormitorios, clases y demás dependencias propias de un noviciado. Sin más dilación, quedó alquilada por 2.000 francos.
Los PP. Serrat y Clotet se instalaron en la nueva casa el día 2 de febrero de 1869 y el día 14 celebraron la primera Eucaristía en el nuevo oratorio. El 17 llegó el P. Vallier con siete estudiantes y novicios a los que se sumaron sucesivamente otros individuos. Por fin, el 21 de marzo se presentó el P. General después de desalojar el piso de Perpiñán, donde habían morado medio año junto con el P. Gavín y demás miembros de la comunidad. Cada día, durante tres meses, recibieron lecciones de francés del superior del seminario de Prades. El P. Gavín se dedicó a dar clases de Teología Moral a los estudiantes el curso 1868-1869, supliendo al P. Bernardo Sala, su profesor en Vic. Eran cinco discípulos solamente, lo cual no le resultaba atrayente al P. Gavín, dadas las cualidades de elocuencia que luego desarrollaría ampliamente. Por eso, cuando al curso siguiente se pudo contar, de nuevo, con el P. Sala él propuso la idea de fundar en Barbastro, idea que el P. Xifré aceptó como una llamada de la Providencia. Con ello se realizaba la insinuación del Nuncio. Y es que como, a pesar de todo, la Congregación recobraba cierta normalidad, el P.Xifré aprovechó el momento para ponerla generosamente a disposición del Nuncio en Madrid en favor de la iglesia de España. El Nuncio tomó buena nota del generoso ofrecimiento del P. Xifré y le animó a tomar decisiones concretas y valientes. Tal vez el generoso ofrecimiento del P. Xifré al Nuncio y la invitación de éste expliquen la aventura del P. Gavín emprendiendo la fundación de Barbastro en una situación tan delicada.
Volviendo a sus orígenes: Barbastro
Es curioso cómo, en plena revolución, los PP. Diego Gavín y Ramon Homs llegaron a Barbastro el 23 de septiembre de 1869 para una nueva fundación. El cuadro que les pintó el párroco de Barbastro a su llegada sobre la peligrosidad de la empresa hubiera acobardado a cualquiera que no fuera el P. Gavín. La residencia se fijó en la calle La Seo. El P. Cristóbal Fernández comenta que el P. Xifré, cuyo “temple de alma tantas afinidades tenía con el temple del alma aragonesa, debió de fijar sus ojos de águila, que no parecían parpadear, en el P. Gavín”. Estos tópicos retóricos apenas nos dicen nada de los avatares de la fundación de Barbastro y de la intervención directa en ella del P. Xifré. Sólo sabemos que puso tres condiciones indispensables para la nueva casa: que estuviese algo retirada del núcleo de la ciudad, que fuese una vivienda con algún otro inquilino, a quien confiar el piso en caso necesario, y que tuviera un huerto para los Padres. El P. Gavín antes pasó a Jaca para recoger los enseres que aún poseía allí y que pudieran ser útiles a la nueva casa de Barbastro[6].
En Barbastro comenzaron en seguida a dar Ejercicios Espirituales a las religiosas de la ciudad, a visitar los presos de la cárcel y a los de la Casa-Amparo. El año 1870 le encargaron al P. Gavín predicar la Cuaresma en la catedral. Dicen que el fruto fue incalculable y que sirvió para ganarse definitivamente la confianza de todos, incluso de los republicanos, abundantes en aquella zona. Pero no se conformaron los misioneros con la ciudad. Tanto el P. Gavín como el P. Homs extendieron su trabajo apostólico a toda la comarca, comenzando por Naval, el pueblo natal del P. Gavín, donde le consideraban una gloria de su tierra, y donde su hermano ejercía de alcalde. Son infinidad el número de historias de conversiones que se cuentan en las crónicas de la casa. Aprovechando sus campañas misioneras inculcaron también en toda la región una gran devoción al Corazón de María. Fue en Barbastro donde comenzó a consolidarse la fama del P. Gavín como misionero de extraordinarias dotes oratorias. Y no sólo en la diócesis de Barbastro, también se hicieron famosos los sermones cuaresmales que predicó en la Catedral de Huesca, capaces de abarrotarla en una época en la que la ciudad contaba con oradores locales ilustres como Castelar.
Según el P. Oller, Gavín fue también el encargado de crear el primer postulantado de la Congregación en Barbastro. El P. Xifré, con anterioridad, le había propuesto la idea y éste le contestó: “Magnífico, Padre General; excelente idea; es una inspiración del cielo: autoríceme y fundo el primer Colegio de Postulantes en Barbastro”. Y así fue. Era el año 1873.
Vocación de fundador
Es cierto que se puede calificar al P. Gavín de fundador debido a las dotes que le adornaban para fundar nuevas casas para la Congregación, pero no sólo. Fue el P. Esteras y Palacios el que desenterró en 1930 un recuerdo particular de la vida del P. Gavín en Barbastro donde se muestran otras habilidades suyas fudacionales. Yendo el citado P. Esteras hacia Gibraltar, de camino, se paró en Almendralejo donde en conversación con el P. Oller, que convivió largamente con el P. Gavín, escuchó una historia que tenía que ver con él y que luego el P. Esteras refirió a D. Juan Marín del Campo (Chafarote), director del periódico El Siglo Futuro. A éste le resultó tan interesante que la publicó. Después aparecería en El Iris de Paz y posteriormente sería publicada como folleto independiente bajo el título: “El P. Diego Gavín en los orígenes del Instituto de Hermanitas de los Ancianos Desamparados”.
Según dicha conversación, D. Saturnino López Novoa, que había sido párroco en Barbastro y dirigido espiritual del P. Gavín, quería llevar a Huesca, donde se encontraba entonces, a las religiosas del Instituto francés de Hermanitas de los Pobres, establecidas poco antes en España. No lo conseguía y en conversación con el P. Gavín se quejó de dicho fracaso. Éste le dijo: “No te apures; verás qué obra más grande hacemos”. Y le animó a que formara él un Instituto similar en España, ofreciéndole las siete primeras vocaciones, entre las que se encontraba Teresa Jornet.
D. Saturnino vivía en 1863 en Huesca, de donde era obispo su tío D. Basilio Gil y Bueno, antiguo Deán y Vicario Capitular de Barbastro, el cual se llevó consigo a su sobrino cuando éste tenía 33 años. 10 años después se fundaba el Instituto de la Hermanitas de los Ancianos Desamparados, pero en Barbastro. ¿Por qué no en Huesca? El P. Esteras aventura la tesis de que se necesitaba al grupo del P. Gavín, al que había seguido en los años en que estuvo en Barbastro, ausente D. Saturnino, hasta la fundación. El grupo y también la docta orientación del P. Gavín. Parece ser que en las reglas de estas religiosas hay muchas cosas sacadas de nuestras Constituciones y que evidencian la mano del P. Gavín.
Una parada en el camino: Alagón y Calahorra
La primera fundación hecha en España después de la restauración alfonsina fue la de Alagón, villa a 25 kilómetros de Zaragoza. Se llevó a cabo el 27 de octubre de 1875 por el P. Pedro Mulleras. El año 1876 encontramos ya al P. Gavín en Alagón sucediendo al P. Mulleras en el cargo de superior. Fue él quien inició la restauración del antiguo convento y quien recibió en mayo de 1876 a los primeros postulantes, que fueron Antonio Millán, Gregorio Egido y Emilio Catalán.
Duró poco su estancia en Alagón. En octubre de 1878 el P. Gavín fue enviado a la nueva casa de Calahorra junto al P. Oller y al P. Burgos, sustituyéndole en Alagón el P. Mulleras. El 20 de octubre se hacía la nueva fundación, parece ser que con un frío recibimiento, según cuenta el P. Joaquín Oller, fundador de esta comunidad, en sus “Datos para la Historia de la casa”. Relata así los inicios: “Salimos de Huesca (se acababa de cerrar dicha casa) para Calahorra; tomé posesión de la casa que dejó de ser seminario; arreglamos las habitaciones, y a mediados de noviembre bajamos a la estación a recibir a los Padres Gavín y Burgos, que venían de Valencia y Madrid, respectivamente, y a los Padres Ayneto y Arasanz, que venían de Thuir. A los pocos días se dio la misión, predicando el P. Gavín los sermones y Ejercicios a la juventud; el Padre Burgos los doctrinales, y el que esto escribe las pláticas y catequesis a los niños y niñas. Conquistó el Padre Burgos en aquella misión el prestigio que acrecentaría y que todavía perdura. El Padre Gavín quedó prendado de sus dotes y se lo llevó de compañero a otras misiones… La fundación nació viva y gigante y estaba acreditada, y los dos Padres quedaban envueltos en brillante aureola”. El cronista narra un incidente insignificante entre los dos grandes misioneros, fruto del fuerte temperamente del P. Gavín, superior de la comunidad, pero cuyo desenlace ejemplar merece la pena dejar reflejado: “Antes de acostarme –relata el P. Oller– llamó a mi celda el P. Burgos y me refirió que de la capilla fue a la celda del P. Superior a pedirle perdón y que, al verle arrodillado, lo levantó de repente y lo abrazó y le dijo: ‘de rodillas solo ante Dios’, y abrazados lloraron los dos. Eran dos corazones nobles y generosos”. A los dos años de llegar salió de nuevo el Padre Gavín hacia la nueva fundación de Pamplona.
Sembrando en tierras de misioneros: Pamplona
La fundación de Pamplona se realizó en 1880 por mandato del P. Xifré, en aquel momento de viaje por Cuba y Chile. El 15 de junio el P. Diego Gavín se instaló provisionalmente en dos pisos del seminario diocesano de Pamplona, con la promesa de que ocuparían posteriormente la totalidad de los cinco pisos del seminario. Pronto se le juntaron los HH. Pedro Puig, Marco Gómez de la Calle y Clemente Illana con los PP. Joaquín Santaliestra, Aniceto de la Torre, Cipriano Gómez y Francisco Ortín. La obligación principal de los misioneros era la dirección de los Ejercicios a los ordenandos y al clero. Al no tener iglesia propia, los Padres empezaron a celebrar y confesar en la iglesia de San Agustín, y pronto se dedicaron a los ministerios propios del Instituto en Pamplona y en los diversos pueblos de Navarra, con notable éxito, especialmente en los ejercicios espirituales al clero. Estos ejercicios dieron por resultado tantas vocaciones a la Congregación que el Sr. Obispo, D. Javier Oliver y Hurtado, prohibió por el momento que se pasaran más a los misioneros. En julio de 1882, el P. Xifré se vio obligado a visitar la comunidad de Pamplona para conocer en persona la opinión que le merecían al Prelado sus misioneros. Fue una gran sorpresa recibir la notificación por parte del Sr. Secretario del Obispo de que debían abandonar los Padres el Seminario y que solamente se les ofrecía San Fermín con la condición de aceptar el edificio como estaba, sin exigir gasto alguno de reparación, y que había que separar a toda costa de esa capital al P. Gavín. Escribía el P. Xifré al Sr. Obispo después: “Expuesta la imposibilidad de satisfacer a la primera condición, por las razones alegadas, añadí que era, en último extremo, posible la segunda, no obstante que sentí mucho el que se pretendiera, sin alegar motivo, la separación de un hombre sabio, celoso, y que ha llenado sus deberes a satisfacción del Prelado, y con resultados óptimos. Al oír esto, como erigiéndose en Autoridad suprema, el Sr. Secretario repuso: ‘De todos modos VV. desocupan el Seminario, el cual debe estar expedito para el mes de setiembre’. No pudiendo explicar ni moral ni científicamente una intimación tan extraña; después de haberle recordado la obligación recíproca que resulta de nuestro Contrato, cuya validez no quiso admitir, le dije, por último, que se me diera por oficio dicha intimación. A lo que se negó igualmente. Y sin más palabras, nos separamos, saliendo de ese Palacio sin tener la satisfacción de besar el anillo a V. E. Verdad es que al fin se me dijo podía, si quería hacerlo; mas ¿cómo podía tener valor para verificarlo, después que por su representante se me había tratado de una manera tan incalificable?”.
En su respuesta, D. Javier Oliver y Hurtado, con expresiones de mucho cariño y afecto al P. General y a los misioneros, mostró su extrañeza por lo ocurrido. Cuando el P. Xifré volvió a Pamplona, fue recibido por el obispo con todas las muestras de afecto que se pueden imaginar, “manifestándole hasta los intentos que tenía de renunciar la mitra y retirarse con nuestros Misioneros por la confianza que en ellos tenía, dándoles en cambio todas sus rentas”. Lo demás se arregló amistosamente y a satisfacción de ambas partes, con la cesión de la iglesia y habitaciones en San Fermín de Aldapa. El traslado sería en 1882. El P. Gavín, aunque vio la nueva casa e iglesia, no pudo presenciar la restauración y el traslado por haber sido destinado a Madrid.
Como complemento a este asunto de Pamplona, se puede añadir el Testimonio a favor del P. Diego Gavín que escribió el P. Joaquín Oller, que afirma que la fundación de Pamplona “fue la que nos costó más y mayores vejaciones, humillaciones, contrariedades, y ser el blanco de verdadera persecución de parte de algunos sacerdotes, de ellos los más prestigiosos e influyentes ante el Prelado, que llegó a arrepentirse de habernos llamado”. Hablando en primera persona, continúa el P. Oller: “desistieron de echarnos; aunque para quedarnos impuso, como fórmula de transacción, el Prelado, aconsejado por su Provisor, que nos abrió la puerta, y por su Secretario, que saliésemos del Seminario Sacerdotal, donde estábamos como huéspedes, aceptásemos la casita e iglesita que tenemos y que no quedara de Superior el P. Diego Gavín”.El P. Xifré tuvo que transigir en las dos condiciones que el obispo impuso: abandonar el seminario y trasladar al P. Gavín a quien, al ser destinado a Madrid, le sucedió en el cargo de superior el P. Antonio Alonso, que lo era de Córdoba.
Y continuaba el P. Oller: “Una noche, durante la vela, entró en mi celda D. Gumersindo Iraizoz, Vicesecretario, o primer oficial de la Secretaría de Cámara, y me da el recado de que vaya al Palacio Episcopal, porque me llamaba el Sr. Obispo. Me presento al P. Superior, y le doy cuenta de la visita y llamada. ¿Qué quiere a estas horas el Sr. Obispo? me pregunta. Y le respondo: No lo sé. Vaya V., me contesta. Me esperaba el Secretario, muy amigo, y me dice: El Sr. Obispo le ha mandado llamar para confesarse con usted, y me introdujo en el Oratorio donde S. E. esperaba. Le confesé. Y terminado el acto sacramental me rogó el favor de que escribiera al P. Gavín pidiéndole perdón y dándole satisfacción por el atropello de haber exigido del Rmo. P. Gral. que lo sacase de Pamplona. Para su satisfacción se lo comuniqué, así como al Rmo. P. General. Algunos días más tarde o después del Sr. Obispo de Pamplona, Excmo. Sr. Oliver, el Magistral de aquella Catedral, el Sr. Abadía que fue quien sañudamente nos persiguió, en especial al P. Gavín, me hizo el mismo encargo. En 15 de setiembre de orden del Rmo. P. Superior General se trasladó de esta Casa a la de Pamplona el Rdo. P. Antonio Alonso y fue sustituido en el cargo de Superior por el Rdo. P. José Casanovas y Vivet que llegó a ésta el día 20 del mismo venido de Barbastro”. Y terminaba: “Lo consigno por la buena memoria del preclaro y meritísimo P. Gavín, que tanto trabajó y sufrió por su amor ardentísimo a la Congregación. Sevilla 9 de julio de 1919”.
Madurez misionera en Madrid
Debido a la situación en Pamplona, el P. Xifré tuvo que sacar al P. Gavín de allí y destinarlo a Madrid. El año 1882 lo encontramos ya en la calle Toledo nº 42, para colaborar con el P. Mata, en concreto en el mundo de la predicación misionera, a la que el P. Mata no podía atender por sus muchas otras ocupaciones[7]. Su llegada supuso una explosión de actividad misionera en toda la diócesis de Toledo a la que entonces pertenecía Madrid. Junto con otros, accidental o habitualmente destinados como el P. Aragón, predicaba incansablemente misionando pueblos como Colmenar Viejo en noviembre de 1883 y 1884, o Estremera, Cenicientos, Cadalso, San Martín de Valdeiglesias, Avila, etc. Daba también ejercicios a las religiosas en los conventos de Madrid y de pueblos como Buenadicha, Alarcón, Covarrubias.
Al erigirse la diócesis de Madrid en 1885 ya estaban en plena actividad misionera tanto el P. Gavín como el P. Ramón Genover, recién llegado. El P. Genover confesaba y celebraba en la iglesia de San Andrés y el P. Gavín en la de San Justo. Confesaban también en San Isidro, en el Oratorio del Olivar y en la iglesia de Montserrat, de tantos recuerdos claretianos. También dieron ejercicios espirituales a los seminaristas de Toledo. Trabajo ímprobo en los pocos años que estuvo el P. Gavín en Madrid y que recoge con detalle la crónica de la casa, aunque muchas actividades en colegios, asociaciones, hospitales, etc. no se anotaron, según el P. Mata.
Su última fundación: Bilbao
Fue la Junta de la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María de Bilbao la que expresó al P. Leandro González, de la comunidad de Valmaseda, sus deseos de una fundación claretiana en Bilbao. Deseo que rápidamente se notificó al P. Xifré, quien no dudó en dar su aprobación. Se alquiló casa en una de las popularísimas Siete Calles del Casco Viejo bilbaíno. Y a esta calle llegaron los primeros claretianos el 6 de junio de 1886: Diego Gavín, como superior, que venía de predicar el mes de mayo en la parroquia de Santa María del Mar de Barcelona, Matías Estela, José Bizcarra, Pedro Puig y Bernabé Gurrea[8]. Precedido el P. Gavín de su fama de predicador, nada más llegar recibió la visita de los mayordomos de la Archicofradía del Corazón de María que le encargaron cuatro sermones. Era el comienzo. No había pasado un año, el 28 de febrero de 1887, cuando se trasladaron al 2º piso del nº 2 de la calle Esperanza, junto a la parroquia de San Nicolás, donde el P. Gavín conoció a los que serían sus insignes bienhechores: Doña Casilda de Iturrizar y su apoderado D. Victoriano Zabalainchaurreta, fundadores del Boletín del Corazón de María. Pero hubieron de esperar al 25 de marzo de 1889 para inaugurar la capilla provisional y la nueva residencia en el barrio de San Francisco, adquiridas gracias a la actividad, celo y constancia de D. Victoriano y del P. Gavín[9].
Pronto comenzaron a encargarles la predicación de los panegíricos más importantes de la ciudad, como el de San Ignacio de Loyola, patrono de Vizcaya. Era tanto el trabajo de la predicación que, con frecuencia, tenían que llamar a algunos Padres de Valmaseda. Así, desde Llodio donde se encontraba predicando un triduo, escribía el P. Gavín: “En el mes de febrero fue preciso que los PP. González de Valmaseda y Salcedo de Santo Domingo, fuesen a Bilbao a auxiliar al P. Estela para la predicación de varios sermones anteriormente encargados y que los Padres de la Residencia (Gavín y Montaner) no podían desempeñar por hallarse en las misiones de La Rioja” [10]. Años después así escribía el periódico El Vasco (1893): “Lo mismo las pláticas como los variados cánticos de las funciones, han agradado tanto a los concurrentes que éstos no encuentran palabras bastantes para alabar debidamente a los reverendos Padres Misioneros del Inmaculado Corazón de María”.
Pero la capilla, aunque capaz, era insuficiente para contener el número de fieles, por lo que se hacía necesaria la construcción de una iglesia espaciosa. El nuevo templo de Bilbao tan deseado comenzaría a ser realidad muy pronto: el 16 de julio de 1891, día de la colocación de la primera piedra. Y se abría al culto el 6 de mayo de 1894. Pero ya no pudo verlo inaugurado el P. Gavín, que había fallecido el año anterior.
El Boletín del Corazón de María
Para cumplir una de las disposiciones del Capítulo General de Madrid el P. Xifré reunía en Calahorra el 27 de julio de 1889 a los superiores de las casas de toda la Península a excepción de Cataluña y Barbastro para unos Ejercicios Espirituales que él mismo dirigió. Al final, el Gobierno General decidió que la Congregación se hiciera cargo del Boletín del Corazón de María. Hasta entonces era el órgano de la Archicofradía del Corazón de María de Bilbao. Todas las casas eran llamadas a colaborar en la nueva publicación. De momento, el Boletín seguiría publicándose en Bilbao, nombrando como primer director al P. Diego Gavín, superior de aquella comunidad[11]. Este Boletín se convertiría posteriormente en El Iris de Paz. Era la primera publicación propia y exclusiva de la Congregación. E iba a ser el órgano no oficial (el oficial era Annales) de la Congregación. Fue muy apreciada desde el principio, aunque el P. Xifré tuviera sus reticencias. Una vez publicado el primer número bajo su dirección, escribía el P. Gavín: “Ignoro el efecto que habrá causado nuestro primer número en nuestras casas y colegios, porque remitido ayer apenas han podido leerlo. Pero en Bilbao ha sido benévolamente acogido, y se ha leído y se lee con entusiasmo creciente: todo se convierte en indescriptible admiración. Laus Deo et Maria”. Pero pronto superó el trabajo las posibilidades del P. Gavín, nombrándose en 1891 al P. José Mata como director y siendo trasladada la revista a Madrid el 1 de abril, dándole una nueva orientación. El alivio del P. Gavín lo podemos deducir de la siguiente carta del 2 de marzo al P. Jerónimo Batlló, superior de la casa de Roma: “Gracias a Dios he logrado la exoneración de la Revista, que gravitaba sobre mi debilidad cual losa de plomo. Tenga ud. la amabilidad de participar a los valiosos, ilustres y simpáticos colaboradores (los PP. Ayneto y Aguilar), que en lo sucesivo dirijan sus sabias e interesantes composiciones al R. P. Mata, ya que a Madrid se trasladan redacción, impresión, Admon. de la Revista”. Fue en 1892 cuando comenzó a llamarse Iris de Paz. De esta revista se desgajaría posteriormente otra no menos importante en la historia de la Congregación: Ilustración del Clero.
Último viaje y traslado
El día 13 de enero de 1893, mientras estaba confesando en el colegio de las Adoratrices de Bilbao, a las cuales estaba dando Ejercicios, le dio un fuerte ataque de pulmonía, que en cuatro días le llevó al sepulcro. Podemos decir que Bilbao entera se conmovió al tener noticias del fallecimiento del gran predicador. Fue enterrado en el cementerio de Mallona y varios años después trasladado a la Iglesia del Corazón de María de Bilbao. Sobre el traslado del cuerpo del P. Gavín a la cripta de la iglesia del Corazón de María de Bilbao escribía El Iris de Paz: “El 10 de marzo de 1899 eran trasladados solemnemente desde el cementerio de Mallona a la Iglesia del Corazón de María, de Bilbao, los restos del P. Diego Gavín. En dicha solemnidad dio el pueblo de Bilbao patente muestra de afecto y reconocimiento para el difunto, la Casa que fundó y la Congregación a que perteneció, asistiendo todo el clero parroquial, comunidades religiosas, la banda de música del Regimiento de Garellano y numeroso cortejo de fieles. Presidió el duelo los Rdos. Padres Isaac Burgos y Arturo Menán, Provincial y Superior respectivamente. El día siguiente se celebró un funeral. ¡El Señor premie los trabajos apostólicos que, durante los treinta años de Misionero, presenciaron Madrid, Ávila, Palencia, Zaragoza, Jaca y Lérida; las fundaciones de Casas que la Congregación de Misioneros Hijos del I. Corazón de María tienen en Barbastro, Calahorra, Pamplona, Alagón y Bilbao, de cuyas comunidades fue Superior muy querido y respetado el inolvidable P. Gavín”.
Puesto que el traslado se hizo sin conocimiento del P. Xifré, poco dado a solemnidades y pompas, el P. Serrat hubo de intentar aclarar la engorrosa situación ya que nadie se hizo responsable de dicho traslado y homenaje.
Las florecillas de un gran misionero infatigable
El año 1868, camino de Francia, los PP. Serrat y Gavín se detuvieron en casa de un rico influyente del pueblo de Pozaldez, convertido por el P. Francisco Crusats en una Misión dada en ese mismo pueblo. Era un cacique progresista de los liberales del pueblo. Pidieron hospedaje en su casa y les fue concedido, pues ya se habían hospedado en esta casa durante las misiones; y de todo corazón se ofreció a ellos para cuanto pudieran necesitar. Iban vestidos de paisanos, y fueron muy bien recibidos… A la noche siguiente, se presentó a la puerta un capitán revolucionario, antiguo amigo suyo, con unos cuantos asalariados de la Revolución diciéndole: “Entrégame a esos Misioneros que tienes escondidos en tu casa, pues los vamos a matar”. “Son mis amigos y mis huéspedes” –contestó el caballero con valentía–, mi vida responde de la suya…”. “Forzaremos y derribaremos la puerta” –insistió el jefe–. “Tendréis que pasar por encima de mi cadáver y de mis criados a quienes tengo apostados para que os abrasen a tiros y os partan a hachazos…”. Se retiraron los revolucionarios mientras los Misioneros dormían tranquilos, sin saber nada de lo que había acontecido. A la mañana siguiente, los mismos criminales los esperaban en la estación para matarlos allí; pero el caballero protector los puso en su coche, y les acompañó hasta la estación inmediata, diciéndoles al despedirse: “Dios vaya con ustedes, y los guarde y los defienda” y los Misioneros, disfrazados, siguieron su viaje sin novedad… Posteriormente se crearía también en este pueblo una pequeña comunidad improvisada de claretianos.
El nombre del P. Gavín y de sus compañeros se hizo tan popular en el territorio de Barbastro que llegó a darse el caso de que deteniéndose en un pueblo para tomar alimento, y habiéndoles instado los vecinos a que predicaran, como se negaran por no poder detenerse más, les escondieron los sacos y maletas, obligándoles así a detenerse un día más, porque los vecinos deseaban reconciliarse con Dios.
También en Barbastro le pasó el siguiente caso: una doncella que estaba en relaciones con cierto joven, sintió vocación religiosa, y el P. Gavín le ayudó a entrar en el convento. Súpolo el joven y determinó matar al Padre. Se presentó en casa y preguntó por el P. Gavín. El H. portero le hizo subir al recibidor, mientras llamaba al Padre. Estando éste presente, el joven se quejó de que le había arrebatado la novia, y sin más sacó su puñal, que traía bien escondido, y con el cual quería matar al P. Gavín. Éste sacó el escapulario del Carmen, se lo puso en el pecho encima de la sotana, se arrodilló y extendiendo los brazos en cruz le dijo: “Mátame, traspasa este escapulario”. El joven comenzó a temblar y se escapó sin llevar a cabo su malvado intento.
Ningún sacrificio le impedía llevar a cabo su trabajo misionero. Una vez tenía que ir a pie a comenzar la misión en Benasque. Había nevado copiosamente y tenía que atravesar un pasaje muy difícil, donde la nieve tendría mucha profundidad. Y el P. Gavín contestaba a quienes trataban de disuadirle de aquella quijotada: “¿No hacen otras cosas semejantes para dedicarse a la casa, y para conseguir adictos a un partido político? ¿Por qué no deberé atreverme yo a pasar si es para salvar almas?”. Emprendió efectivamente la marcha difícil, con algunos seglares que se ofrecieron a acompañarlo, pero en un resbalón que dio, comenzó a rodar con la nieve al abismo. Suerte que los compañeros, expertos en tales lances, lograron detenerlo antes que se hubiera golpeado contra las piedras de la montaña.
Otra de las anécdotas que comentaban sobre él era la siguiente: el 22 abril 1886 el primer obispo de Madrid, Mons. Manuel Martínez Izquierdo era asesinado por un sacerdote, Cayetano Galeote. Por todo Madrid se corrió la voz de que el P. Gavín había aconsejado al agresor sumisión al Prelado, y que le confesó[12].
Último elogio
Cuando el año 1892 el P. Eulogio Villafranca publicaba la nota necrológica del P. Gavín en Annales señalaba sus grandes dotes y se detenía en las virtudes que le adornaban como religioso y misionero: “Por lo que hace a su vida religiosa, no será lo menos que podamos decir de él que al tratarle se hacía la virtud natural, accesible y atractiva, siendo como era la suya sólida y a toda prueba, que en el siglo y en la Congregación fue siempre ejemplar. Su porte noble quizá no atraía a muchos por parecerles algún tanto despreciativo, pero no sienten así los que le tienen más conocido y mejor; además, que era de un carácter franco y complaciente, con el cual podía quitar cualquiera desconfianza. Hacíase querer por su prudencia, amabilidad y humildad; y ésta conservó a pesar de oír grandes y merecidas alabanzas, que le daban en su presencia personas de elevada posición, y, por el contrario, también sufriendo graves injurias; y aún sucedió pedir perdón de rodillas, si alguna vez dio que sentir a alguno, por más que fuera en su cargo de Superior”.
Vicente Sanz, CMF
[1] El 3 de enero de 1893 el P. Gavín escribía al P. Jerónimo Batlló hablándole de su pueblo, con motivo de una solicitud a Roma para poder celebrar la misa en una capilla situada en su propiedad familiar, ya que la iglesia del pueblo se encontraba situada a una cierta distancia y con un camino de acceso dificultoso para la gente.
[2] Se trataba de la “Noticia de algunos documentos pertenecientes a la Congregación de Misioneros del Inmaculado Corazón de María” que contenía la aprobación de la Congregación por el gobierno español y por la Santa Sede y diversos privilegios y facultades concedidas a la misma. El P. Xifré la había publicado el año 1861 en formato más bien sencillo de 20 páginas.
[3] Estando en Vic debió de dar al Obispo de Huesca tan excelentes impresiones de la joven comunidad misionera, que le animaron a manifestar al Arzobispo Claret sus deseos de tener una comunidad de misioneros en su Diócesis. Y así se lo comunicó al P. Xifré a través del P. Gavín.
[4] En Segovia tuvo la gran fortuna de convivir en diversas ocasiones con el Santo Fundador en sus visitas desde La Granja. Según el P. Postíus, el Padre Fundador fue el mentor de las leyes de enseñanza del Ministro de Fomento, Manuel de Orovio y del Director de Instrucción Pública, Severo Catalina, por los años 1866-1867, las cuales habrían sido redactadas por él y dictadas al P. Diego Gavín, su secretario accidental, para que éste las entregara al mencionado Ministro Manuel Orovio.
[5] El P. Gavín se había establecido antes en Huesca, recomendado por el obispo de Segovia. Ya tenía en su poder el nombramiento de ecónomo de Angüés, cuando el P. Pablo Vallier pasó por Huesca y se lo llevó consigo para ponerse a las órdenes del P. General.
[6] Al predicar en Pozán de Vero, animó de tal modo a D. Plácido Abella, natural de Berbegal, a hacerse misionero, que, a finales de noviembre de 1869, estaba ya en Prades. Y predicando en Boltaña (Huesca), descubrió las extraordinarias dotes del muchacho Juan Carpi, de 15 años y lo mandó a Thuir, donde pudo empezar las humanidades a pesar de lo avanzado de la edad. Con el tiempo, fue uno de los buenos prefectos que ha tenido la Congregación.
[7] En esta casa se celebró en el año 1888 el V Capítulo General, al que asistieron 10 capitulares. El P. Gavín y el P. Inocencio Heredero asistieron por nombramiento especial.
[8] Poco antes el P. Xifré había encargado al P. Gavín que, de camino a Barcelona, se entretuviera en Zaragoza para buscar algún piso para una cuasi-residencia, que no llegó a materializarse.
[9] Se hizo famoso un curioso hecho ocurrido en Bilbao el 28 de diciembre de 1889. El protagonista fue un Padre que en un arrebato de locura salió al coro durante la Misa más concurrida aclamando la República y diciendo: “El P. Gavín es un tirano que nos hace morir de hambre”, sin que los presentes pudieran sujetarlo y llevarlo a la cama. El sofocón del P. Gavín fue mayúsculo, y hasta el P. Xifré tuvo que consolarle por escrito animándole a aceptar este tipo de cruces imprevistas.
[10] Sabemos que en 1892 el P. Gavín, respondiendo al deseo del P. General de fundar una casa en el norte de España, le presentó la posibilidad de hacerlo en Renedo (Cantabria), en el convento de franciscanos de Soto-Iruz o del Real. Pero, como ya preveía el P. Mata: “el P. Gavín que es tan buen pintor lo considera muy notable y nos tememos que el fin todo se resolverá en…fideos” el P. General no la consideró adecuada.
[11] Por la carta que el P. Gavín escribe al P. Serrat el 13 de diciembre de 1889 sabemos que éste le encargó escribir una vida del P. Xifré, a la que el P. Gavín respondía que no se encontraba en condiciones de escribirla “porque la ignoro, a excepción de lo que he visto”. Ya entonces el P. Gavín se consideraba un anciano “pelele” a sus 56 años.
[12] Según el P. José Mata no fue el P. Gavín quien asistió al Prelado, sino el agustino P. Gavino Grat. Era fácil confundir el nombre.