Como “fundador” de la primera Residencia Cordimariana de Madrid merece un recuerdo biográfico muy especial, aunque no sean muchos los datos de que disponemos.
Nació en Monistrol de Calders, provincia de Barcelona y diócesis de Vic el 23 de febrero de 1828. Ingresó en la comunidad de Vic el 22 de mayo de 1859. A los tres días del ingreso pudo conocer al P. Fundador, que visitó Vic para asistir a la primera Asamblea de la Congregación. En una lista de 9 de abril de 1861 figura entre los individuos que han hecho los votos, y el 22 de noviembre del mismo año llega a Segovia, en compañía de los PP. Clemente Serrat y Francisco Crusats, para la fundación de aquella casa-misión; Pocos días después llegarán nuevos refuerzos
Cuando al año siguiente se instalaron en el ex-convento de San Gabriel, comenzó para los Hermanos una época de intenso trabajo en limpiar, componer la casa, atender al culto intenso de la iglesia, cultivar la huerta… El Hnº José Saladich cuidó principalmente de la cocina. En 1863 cesa como cocinero del P. Claret en su casa de Madrid el viejo Fray José, un exclaustrado sobre el que apenas hay datos, y el arzobispo pide al P. Xifré “si sería posible el que me mandase un Hermano de la Congregación. Considerando mi casa como una residencia…” (EC II, p. 642). El P. Xifré optó por enviarle al Hnº Saladich, no sin antes perfeccionar sus conocimientos de concina al lado de un viejo empleado del palacio episcopal de Vic (“Felipe de Palacio”) muy adepto a la Congregación.
En septiembre de 1863 el Hnº José Saladich se trasladaba a la casa del Fundador en la Plazuela de Antón Martín de Madrid. Allí comenzó a hacer vida común con el P. Claret, con su capellán D. Carmelo Sala y con el paje Ignacio Betriu. Mientras Betriu permanece en la casa, es él quien cumple las tareas de paje del arzobispo, de modo que Saladich se limita a la atención a la cocina. En cambio, cuando I. Betriu marche a la Compañía de Jesús (otoño de 1864), Saladich asumirá bastantes de sus cometidos.
No sabemos si viajó con Claret al Capítulo de Gracia en julio de 1864, cuando aún estaba Betriu. Pero sí que fue con Claret a Vic en el verano de 1865, con motivo de la crisis por el reconocimiento del Reino de Italia: “Venimos cuatro: yo, D. Carmelo y los dos Hermanos [José Saladich y Antonio Calvò]”, escribía Claret a Xifré el 16 de julio. En octubre-noviembre del mismo año viajó a Roma con los PP. Claret y Xifré. Habiendo regresado a Madrid con el Arzobispo a finales de diciembre de 1865, en adelante le acompañará en la mayor parte de sus desplazamientos: al palacio real, al Escorial, en los viajes con la familia real… De sus esperas en la antesala del palacio se conservan simpáticas anécdotas, como la de la bofetada que propinó al príncipito, futuro rey Alfonso XII, cuando él y sus compañeros de juego dieron en divertirse tirando por los aires el sombrero del Hermano. Finalmente, en los años 1868-1870, acompañará a su Arzobispo-Fundador en el destierro de Pau, París y Roma, formando una mini-comunidad con el Santo y con el P. Lorenzo Puig. Probablemente nunca aprendió bien el castellano, a juzgar por sus simpáticos improperios a los príncipitos de Madrid (“putiners, mes que putiners”). En sus propósitos de ejercicios de Roma, el P. Claret escribe en 1870: “Hablar siempre en italiano, a excepción de [al] hablar con José”. El Hermano conservó minuciosos apuntes de las iglesias y monumentos religiosos que conoció en Roma, así como un catecismo que, en 1869, le regaló el P. Claret.
Cuando el P. Claret, en agosto de 1870, se refugió en Fontfroide, el Hermano ya se quedó incorporado a la comunidad de Prades, con la que pasará dos años después a Thuir; allí ejerció el cargo de enfermero de los estudiantes, con los que debe de haberse trasladado a Gracia en 1880 y haber seguido desempeñando el mismo servicio. En dicha casa murió el 8 de diciembre de 1894, tras cuatro años de gran sufrimientos a causa de una hemiplejia que le dejó casi mudo y muy limitó en su movilidad.
Severiano Blanco Pacheco, CMF