El día 3 de noviembre de 1859 el P. Claret escribía a D. Dionisio González: “Aquí va ese librito que acabo de componer a fin de que se divierta un poco”. Se refería a “Los Viajeros del Ferrocarril”. Creo que nunca se nos ha ocurrido pensar que el P. Claret pudiera haber escrito un libro para divertir.
En realidad, escribió tres libritos con el Ferrocarril de fondo: El Ferrocarril, o sea medios para conseguir la felicidad y evitar la infelicidad o desgracia (1857), Los viajeros del ferrocarril, o sea conversación sobre la profanación de los días festivos y modo de santificarlos (1859) y Nuevo viaje en ferrocarril, o sea conversación sobre la blasfemia y el lenguaje brutal y obsceno (1862). En las tres la acción o, mejor dicho, el diálogo se desarrolla en torno al tren. Pero inmediatamente podemos comprobar que son tres publicaciones distintas y que son continuación la una de la otra. El primer librito parte de una conversación entre D. Prudencio, D. Juan y D. José en torno al descarrilamiento de un tren, el segundo se desarrolla en el mismo tren en viaje desde Madrid camino de Alicante y el tercero (ha fallecido D. Juan siendo sustituido por D. Julián) en tren desde Barcelona camino de Zaragoza. El primer librito había sido publicado en el periódico La Esperanza por capítulos del 19 de octubre al 23 de diciembre de 1857 con el título El Tren ha descarrilado. Lo mismo había hecho la revista La Razón Católica del 25 de agosto de 1857 al 28 de julio de 1858.
¿Pero por qué ese título? El ferrocarril era por aquellos días tema de palpitante actualidad. En España se estaban diseñando las grandes vías de hierro, que iban llamando la atención por ciudades y pueblos por donde pasaban. El mismo Claret había podido comprobar la utilidad de este nuevo modo de viajar camino de Villalba, Aranjuez, Santa Cruz de Mudela, Toledo (él participó en el viaje de inauguración del tramo Aranjuez-Toledo), etc. Y también comprobó el peligro. De hecho, el año 1866 acompañando a la Reina camino de Portugal, a la altura de la localidad de Daimiel, su tren atropelló a un grupo de personas muriendo varias a consecuencia de las heridas. Para el P. Claret la sociedad era como un ferrocarril que mientras marcha por el debido sendero lleva felizmente a los viajeros al término de su camino, pero que causa inmensas desgracias si descarrila, si la fuerza del vapor es desproporcionada, si falta o no está en su lugar alguna pieza de la máquina.
Claret supo aprovechar la fuerza de la novedad para transmitir el mensaje. No es extraño que D. Dionisio González, en respuesta al envío de aquel librito, le contestase: “Ojalá se escribieran en este estilo muchas obritas de la misma clase”.