FEBRERO

09

 

1844. El Dr. Jaime Soler escribe que acaba de hablar con Claret, el cual le ha informado sobre una larga lista de pueblos que tiene que misionar.

1848. Acompaña al obispo Codina en visitas a varios obispos y al nuncio Brunelli; por este se entera de que a D. Luciano Casadevall le han nombrado obispo de Vic, sede vacante desde hacía 13 años. El mismo día escribe felicitándole.

1860. Acompaña a los reyes a una función de acción de gracias en la iglesia de Atocha (Madrid) por una victoria española en la guerra de Marruecos.

PRIMERA EXPANSIÓN (1870-1899)

La fundación en MéXico

Ya había pasado la idea de fundar en México por la mente del P. Claret estando en Roma con motivo del Concilio. Pero su entusiasmo fue escaso debido a la situación política. Fue en 1883 cuando, mejorada dicha situación, pudo hablarse en serio sobre el tema. Un sobrino del arzobispo de Ciudad de México, canónigo, se presentó en Barcelona al P. Xifré y le propuso la fundación. Una vez aceptada, fue el P. Domingo Solá el encargado de llevarla a cabo, el 15 de noviembre. La primera ciudad elegida fue Toluca. El 3 de agosto de 1884 tomaban posesión de la iglesia y la casa. Para poder soslayar el inconveniente de la norma legal sobre el número de miembros por comunidad, el P. Solá proyectó la erección de un colegio y otra casa contigua a la iglesia. Las misiones seguían mereciendo la primacía en el apostolado. Y en 1889 se inauguraba una casa de Ejercicios. En 1887 se fundó en la capital mejicana la casa de Jesús María, y en 1892 la de San Hipólito.

Luis de Madrazo

Pintor de Corte (1825-1897)

Madrid (España). Pintor, hijo del también pintor José de Madrazo y hermano de Federico. Pintó retratos y pintura temática y religiosa. En Roma conoció a uno de los creadores de la corriente nazarena, Friedrich Overbeck, en cuyos parámetros estéticos desarrolló su arte. Vivió en París, Munich, Venecia y Berlín. En la última década del siglo XIX se instaló en Pompeya junto con los pintores Bernardino Montañés y Francisco Sainz. Vuelto a Madrid, se dedicó básicamente a la enseñanza y a pintar retratos para nobles, entre otros el del P. Claret. La Infanta Isabel, que tantas veces visitó personalmente la comunidad de los Misioneros Claretianos de Segovia y que se gloriaba de haberse confesado muchas veces con él de niña, en 1888 les regaló el valioso cuadro del Fundador de Madrazo, seguramente el de más valor en la actualidad. Se conserva en la Curia Provincial de los Claretianos de Santiago, en Madrid.

Biografía

Una vida espiritual intensa

Desde el principio que llegué a Vich me confesaba y comulgaba cada semana, y, después de algún tiempo, el Director me hacía confesar dos veces y comulgar cuatro en todas las semanas. Cada día servía la Misa al señor mayordomo D. Fortián Bres. Cada día tenía media hora de oración mental, visitaba al Santísimo Sacramento en las Cuarenta Horas, y también visitaba la imagen de María Santísima del Rosario en la iglesia de los PP. Dominicos de la misma ciudad, por más que lloviera. Y, aunque las calles estuviesen llenas de nieve, nunca omití las visitas del Santísimo Sacramento y de la Virgen María (Aut 86).

Todos los días en la mesa leíamos la vida del Santo; y además, con aprobación del Director, tres días a la semana: lunes, miércoles y viernes, tomaba disciplina, y el martes, jueves y sábado me ponía el cilicio. Con estas prácticas de devoción me volví a enfervorizar, sin aflojar en el estudio, al que me aplicaba cuanto podía, dirigiéndolo siempre con la más pura y recta intención que podía (Aut 87).

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

 

Claret, en su tiempo de seminarista, llevó un ritmo de vida espiritual muy intenso y disciplinado.

  • ¿Qué medios usabas para cultivar tu vida espiritual durante tu formación inicial?
  • ¿Cuál es ahora el ritmo espiritual de tu vida cotidiana?

El Proyecto personal es un medio para avanzar en las diferentes dimensiones de la vida misionera.

  • ¿Lo valoras? ¿Lo haces? ¿ Lo revisas? ¿Lo actualizas?

 

“Así… estando el alma libre y purgada de todas estas cosas
y unida con Dios, ninguna de ellas le puede enojar.
De aquí es que el alma goza ya en este estado
de una ordinaria suavidad y tranquilidad, que nunca se le pierde ni le falta”

(S. Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, XXIV. 5).